CON DOS DEDOS

Liborio, cazador de imágenes

Se afirmaba que tenía más de 90 000 fotogramas de Fidel Castro, pero Liborio Noval (1934-2012)  rechazó siempre que lo identificaran como el fotógrafo del jefe de la Revolución.  “No soy el fotógrafo de Fidel ni aspiro a serlo”, me dijo hace más de veinte años mientras conversábamos en su casa de El Vedado, y precisó  no ser más que un fotógrafo de prensa que, primero en el periódico Revolución y después en Granma, tuvo la oportunidad de fotografiar al presidente cubano. La misma oportunidad, puntualizó, que han tenido otros colegas.  Nunca me posó para una foto. De manera que no tuve más alternativa que “cazarlo”.

Al autor de Instantáneas, libro en que recogió imágenes del Comandante en Jefe que captó entre 1960 y 1998, y siempre en actos públicos, alguien lo definió como un cazador de imágenes y él estuvo de acuerdo con la frase porque el fotógrafo es como el cazador que aguarda pacientemente por su presa, sin importarle el tiempo, aunque se le haga infinito.

“El fotógrafo, sobre todo el de prensa, atrapa en una imagen lo que ve y lo hace de manera que, después, esa imagen sea bien comprendida. Lo hace con una ética, lo mejor posible, aunque a la hora de tomar la fotografía no tenga la mejores condiciones para ello. Tiene que estar en la viva, olvidarse de todo, incluso de sus problemas personales, saber cuál es el momento de su foto”.  Precisaba: “El secreto está en no quitar el ojo del visor de la cámara y esperar”.

Sabía Liborio que captaría un instante que tal vez no se repetiría y eso lo obligaba a decidir, en cuestión de segundos, sobre el ángulo y la composición de sus fotos. Sin embargo, las trabajaba luego en el laboratorio. Revelaba e imprimía él mismo,  “limpiaba”  sus fotos y no las entregaba hasta estar conforme con ellas. Buscaba y encontraba, y sabía también que, a veces, una buena foto “se chifla”.

Se dice asimismo que fue un fotógrafo accidental. En efecto, nunca pensó en ser fotógrafo, aunque reconoce que el fotógrafo siempre animó en él sin que lo supiera. En el laboratorio de la publicitaria Siboney reveló fotos de Raúl Corrales. Fue su inicio en el mundo de la fotografía. El 10 de enero de 1959 comienza a trabajar en el periódico Revolución, también en el laboratorio, y no es hasta 1960 cuando comienza a hacer sus primeras fotos. En ese diario estaban entonces Corrales, Alberto Korda y Ernesto Fernández,  es decir, los profesionales que conforman la historia gráfica de los años iniciales de la Revolución.

De ese grupo, al que hay que sumar a  los Salas, padre e hijo, Oller y Mayito Gracia Joya, entre otros, el único que a lo largo de los años y hasta el final se mantuvo vinculado a un diario, fue Liborio Noval y es que  lo suyo con la prensa, confesaba, fue un amor a primera vista que se mantuvo toda la vida. Cuando vio que desmontaban las rotativas de Granma, se echó a llorar. Soy un sentimental, reconocía.

¿Cómo trabajaba?  Expresaba que tanto en un acto publico como en una entrevista, el secreto era esperar. En una entrevista trataba en lo posible de alejarse del entrevistado, procuraba que este se olvidara de su presencia. Se replegaba. Observaba al entrevistado con un pequeño telefoto. No le interesaba tanto lo que el personaje pudiera decir, sino lo que hacía, cómo se proyectaba, sus gestos.  Repetía: “Así busco y tal vez encuentro el retrato de esa persona”.

Antes, necesitaba saber quién era el personaje, situarlo en su profesión y en  su ámbito y hacerse una opinión sobre su personalidad. Llegado a ese punto, buscaba en el cara a cara el ángulo más propicio del personaje  a fin de dar la foto más agradable posible.

Detalles de La Habana Vieja

Hay un Liborio Noval que se conoció menos, alejado de la foto noticiosa y de los retratos de grandes personalidades. Son fotos que fueron fruto de sus caminatas por La Habana Vieja en busca de detalles que lo impresionaban y podían también impresionar a los demás: el llamador de una puerta colonial, un farol, el rótulo de una calle.  Detalles que no siempre estaban  a nivel de los ojos, sino que había que buscar. Creó un archivo con esos detalles, pero la vida no le dio tiempo a hacer algo con ellos.

Para él, lo fundamental en la fotografía es el hombre. Es el hombre quien hace funcionar la máquina. Se puede tener el último grito de la técnica, disponer del mejor rollo, el mejor revelador, pero si quien se sitúa detrás de la cámara no es un buen fotógrafo, la técnica no vale nada. ¿Qué era entonces para Liborio Noval una buena foto? ¿Suerte o intuición? ¿Instinto o experiencia?

“Una buena fotografía es el conjunto de muchas cosas. No todo lo que uno tira es bueno y muchas veces se “chifla” la foto. La carencia de materiales  da tensión en el trabajo. Debes ser más preciso, sintetizar, asegurar la foto con menos película. A la hora de ampliar, tú completas el trabajo. Eliminas todo aquello que molesta a la vista, y que no convenga a la composición, pero la buena composición tienes que procurarla desde que tomas la fotografía.

Antes de hablar de qué es una buena foto hay que precisar qué es lo que se quiere, pues no es lo mismo una fotografía de prensa que una publicitaria, la de una boda o de una fiesta de cumpleaños.

En la foto de prensa está la inmediatez y el fotógrafo debe poseer una agilidad que va del ojo a la mente y de la mente al dedo que oprime el obturador de la cámara.  Tiene que estar metido de lleno en el incidente que va a reportar y tirar hasta dar con ella”.

 

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Ciro Bianchi Ross
Es un intelectual, periodista y ensayista cubano. Su ejecutoria profesional durante más de 55 años le ha permitido aparecer entre principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual. Premio Nacional de Periodismo "José Martí" en 2017.

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