PERIÓPOLIS

Por una cobertura periodística más profesional. Notas de un reportero

Ponencia «Taller por una cobertura periodística más profesional. Notas de un reportero», presentada en el IV Festival de la Prensa Escrita, La Habana, diciembre del 2002 y publicada en el libro La Nota, de Iraida Calzadilla Rodríguez.

Cuando solicitaron mi participación en este «Taller por una cobertura periodística más profesional», me advertían que el interés no era teorizar, solo que expusiera los conceptos y esquemas con los cuales un periodista —en este caso yo— planifica, organiza y estructura las coberturas que le asignan y, sobre todo, las que se agencia.

Adentrarnos en una discusión sobre la organización de la cobertura periodística, exige dejar en claro o al menos esbozar, cuáles —a mi juicio— son los factores que influyen sobre ella o determinan su calidad. Hacia adentro, la primera y más importante variable es el periodista —el sujeto determinante; le siguen, por orden: el colectivo, el editor, la política editorial, los directivos del medio, y las facilidades de trabajo y las condiciones de vida del profesional. Dentro de los elementos exógenos, ubicamos: el perfil del medio, la política informativa, el acceso a las fuentes y la información institucional, el entrenamiento de las fuentes no institucionales, el gremio, y los «decisores» de política informativa y los propietarios del medio.

El objeto de nuestra incursión en este complejo, difícil, objetivo, subjetivo, reglamentado, casuístico… entramado que determina la profesionalidad de la cobertura periodística, será solo el trabajo del periodista.

Una discusión de este tipo puede discurrir en varios escenarios. Escogimos el de esbozar una metodología para el análisis individual del trabajo, a partir de los criterios que se toman en cuenta para organizarlo y hacerlo. Pero nuestra ponencia es un esfuerzo metodológico a partir de las opiniones y la práctica de un solo individuo. No es el método. Su mayor consecuencia sería ayudar —luego del debate— a elaborar un procedimiento que nos facilite ese mejor ejercicio autocrítico que cada día nos debemos.

La cobertura periodística en la prensa escrita

La cobertura periodística para la prensa escrita es, en definición bastante elemental y esquemática, el acto o la sucesión de actos para buscar, encontrar, interpretar y transmitir —en grafías e imágenes bidimensionales— un suceso de actualidad (que ocurre en el presente o aconteció en el pasado pero se hace presente) que tiene para el receptor algún interés, bien por su novedad, cercanía, prominencia, consecuencia, rareza u originalidad, interés humano, u otras cualidades no siempre coincidentes, pero imprescindibles —al menos una parte de ellas— si queremos hablar de un producto periodístico. Es, además, un hecho actual apresado por un especialista o equipo de estos, sobre los cuales «pesa» una ética, una ideología, una técnica.

La condición sine qua non del tema que nos ocupa es la noticia —y no hablo de géneros periodísticos. Si no hay suceso de actualidad, información de interés público —noticia— nunca podremos aspirar a un buen trabajo, a una cobertura periodística profesional. Y la cobertura, desde el ejercicio puro y estricto del periodista, es un sistema con varios momentos: a) la búsqueda e interpretación de la información; b) la confección del texto; c) el emplane; y d) la recepción del mensaje (retroalimentación). Y todos y cada uno de estos momentos deben estar regidos por una táctica y una estrategia.

Búsqueda e interpretación de la información

Si la confección del texto es el momento más solitario, doloroso, estresante, agotador del ejercicio periodístico, qué decir de la búsqueda de la información. Es el tiempo complejo, de constante vigilia, de alerta total, de suspicacia, de agudeza; de escudriñar como hormigas en los más raros y recónditos entresijos. De duermevela. Es lo definitorio. Sin una buena búsqueda e investigación, no hay prosa meritoria.

A este registro le endilgo tres capítulos: el conocimiento del hecho; su investigación; y la habilidad del profesional. El éxito de nuestro trabajo depende de cómo encontremos y cómo inquiramos en el suceso de actualidad que nos ocupa, en lo cual pesa, sin lugar a dudas, el adiestramiento, la cultura, el conocimiento del tema y las cualidades innatas del periodista, o, en su defecto, el asesoramiento y orientación de los colegas que integran su colectivo y del editor.

Conocimiento del hecho

El acontecimiento de un hecho se puede conocer a través de varias vías: a) orientación del editor o los directivos del medio; b) notificación a la redacción de fuentes institucionales, no institucionales o anónimas; c) sistematicidad en el trabajo con las fuentes o los temas en que se especializa el profesional; y d) hallazgo del periodista. Ninguna es mejor que otra siempre y cuando nos pongan al tanto de un suceso de actualidad.

Sin embargo, si hay algo que prefiero y sopeso —quizá por la obligación que siempre me imponía mi maestro Manuel González Bello de llegar todos los días con «algo nuevo» al periódico— es el hallazgo del periodista. Y más lo valoro cuando la mayoría de lo que leemos en la prensa cubana, salvo los buenos trabajos de opinión, gira en torno a informaciones institucionalizadas y siempre homogéneas que todos publicamos.

El descubrimiento propio puede ser:

1) Fortuito, por la observación permanente de la cotidianidad; o por estar en el lugar preciso, a la hora precisa y con la disponibilidad precisa que siempre debe tener un periodista, que lo es las veinticuatro horas del día y la noche.

2) Un suceso de actualidad también podemos conocerlo por la comunicación de fuentes propias. Es aquí donde más se pone a prueba la habilidad comunicativa, diplomática y sagaz del profesional de la prensa, que entre sus obligaciones ha de estar el constante cultivo y cuidado de sus fuentes. Pero esto nunca podrá ser, si quiere que lo respeten y lo tomen en cuenta —más aún, que le den verdadera información—, sobre la base de halar leva, convertirse en divulgador de los intereses de la fuente, coquetear para sacar algún «partidillo» personal… Con la fuente hay que «estar en buena », pero debe ser a base de negociación, y el periodista siempre tiene que llevar las riendas.

3) Nuevas informaciones como resultado del seguimiento y profundización en un tema de actualidad ya tratado por el periodista. Cada suceso de actualidad abre un diapasón que avanza en el tiempo, incluso por largos meses y hasta años.

4) Informaciones no relacionadas que asoman «su bigote» como resultado de un tema inédito que se investiga y usted puede capturarlas.

5) Descubrimiento o pistas que ofrecen las fuentes pasivas: documentos, informes, hojas sueltas…

6) Información de otro medio de prensa. Presentar un suceso de actualidad a partir de algo ya escrito puede darse por asirse a una arista no explotada o por la profundización en el hecho.

Investigación del acontecimiento

La investigación se desenvuelve en medio de un escenario físico o virtual en el cual hay uno, varios o multitud de protagonistas, testigos, pruebas documentales, referencias inciertas, tradición oral, criterios de expertos. Hay verdades, espejismos, mentiras, intereses. En cada escenario nos encontraremos con tantas interrogantes y marañas, que debemos hilar fino para no equivocarnos. Y el primer peligro es la superficialidad.

La indagación en el terreno físico o virtual constituye el cimiento de la confección del texto.

Todo hecho acontece en un lugar y en un tiempo. El escenario posee un doble valor: a) descriptivo; el dónde no solo es una referencia, es también ambientación, la base «pictórica» del discurso; y b) interpretativo; el lugar y el tiempo —y en este se incluye hasta el meteorológico— pueden revelar una parte del porqué del hecho; permiten deducir un grupo de detalles trascendentes y hasta orientar la manera más adecuada de llevar la investigación. Ojos bien abiertos es una máxima, y hay que mirar y ver, pues en esto también vale la «fotografía» momentánea, la primera impresión. Y hay algo innegable, el periodismo cubano ha perdido la habilidad de la descripción narrativa.

Pero si el escenario pudiera ser para algunos lo más fácil, lo «bucólico», el trabajo con las fuentes —protagonistas, testigos, tradición oral, criterios de expertos, referencias documentales— sí que se las trae. Una cobertura periodística profesional exige la búsqueda amplia de testimonios, pruebas, opiniones. Y en ese camino se va a encontrar referencias inciertas, contrapunteos, medias verdades, verdades de parte, subjetividades, rumores, percepciones falsas y hasta cuentos de camino.

Las fuentes siempre se dividen en orales —que incluyen las institucionales y las no institucionales— y documentales, donde caben libros, folletos, hojas sueltas, publicaciones divulgativas, informes peritos, artículos de prensa; sirve cualquier papelería que nos caiga en la mano y nos permita conocer de lo que estamos averiguando. Las fuentes más complejas son las orales. Con ellas siempre busco que medie el respeto, la ética, la habilidad en las relaciones humanas, pero también trato de saber hasta dónde tengo que dar cordel y cuándo debo halar para clavar el anzuelo y cobrar la pieza. Una fuente con dominio, fortaleza, valentía, educada en la relación con la prensa y a la cual usted le da confianza —y esta parte de la seriedad, exactitud, conocimiento, carácter recto del periodista— puede facilitar la jornada, incluso allanarla al máximo. Una fuente esquiva, temerosa, insegura, que «cuida su puesto » o su statu quo, no es confiable y exige una aguda indagación.

Cualquier investigación, sea para una nota de diez líneas o para una serie de páginas enteras a lo largo de varios meses, exige buscar y consultar todas las fuentes disponibles y no disponibles. El único límite es el cierre de la edición, que no lo es tanto como parece.

La pesquisa también exige la discriminación de datos, la reorientación de la investigación si es necesario y la comprobación de todos y cada uno de los elementos. Sobre toda cobertura periodística pesa tanto la vieja teoría del iceberg, como la exactitud en lo que se dice. Un error, aunque sea mínimo, echa por tierra cualquier esfuerzo.

La indagación en el terreno físico o virtual constituye el cimiento de la confección del texto; digo más: es ella la que nos da el título, el párrafo inicial y el párrafo final, tenga las líneas que tenga. Si de algo estoy convencido, es que si usted no tiene estos tres elementos al concluir la investigación o a mitad de ella, el asunto no sirve como suceso periodístico o usted no ha sacado nada en claro. Pero bueno, siempre hay sus excepciones, como la de los genios, que como todo genio hace las cosas sin orden ni concierto, pero al final despacha algo insuperable.

Confección del texto

La confección del texto tiene para mí tres momentos: la organización de las notas y las informaciones de la investigación, la estructuración del texto a partir de estas y la selección de la información que se va a utilizar. Estos son temas bastante discutidos, en los cuales podré decir poco menos que nada; sin embargo, siempre insisto con los que me preguntan, y más aún, me lo aplico para todo, en la necesidad de la estructura, que es una receta infalible no solo para dar un ordenamiento lógico al discurso, sino incluso hasta para innovar.

Y luego de esos detalles de procedimiento, el periodista tiene que entrar en el acto puro de escribir, que lo define el lenguaje y el estilo. Son estos lo que lo hacen peculiar, único. Al estilo lo condimenta la personalidad de cada profesional, pero debe ser un acto deliberado; usted no escribe por que sí. Consciente o inconscientemente, escoge una manera de decir, así que lo mejor es estudiar bien cómo usted escribe o cómo usted quiere escribir.

El lenguaje y el estilo periodístico tienen que ser sencillos. Sobre esto no tengo una opinión formada, sino un canon. Sigo a pie juntillas las consideraciones de Manuel González Bello. En una ponencia —«Sencillo es mejor»— que escribió a solicitud mía hace unos años para un taller que preparamos en Juventud Rebelde, decía:

«Es muy fácil. Y sumamente difícil. Escribir con sencillez es una ley imprescindible del periodismo. Y sencillez no quiere decir simpleza. Lo dijo alguien: escribir de una manera que el lector pueda decir: eso lo escribe cualquiera. Lo primero es cumplir las normas de la gramática, que no existen solo para aprobar o desaprobar exámenes, sino sobre todo para ayudarnos en la comunicación. Sujeto, verbo y predicado; esa es la base de todo. En español, un verbo fuera de lugar puede enredar la lectura; un sujeto colocado en una posición extraña, la hace insoportable. El lector espera mensajes, información, señales, lectura para disfrutar. No nos exige que demostremos nuestra cultura. Escribamos las palabras más conocidas, las que estén al alcance del común de los lectores. Es mejor Juan entró a su casa que Juan entró a su hogar.

»Cuidado con esas oraciones largas donde el sujeto se pierde, alerta con esos párrafos con muchas oraciones. Es preciso que seamos originales, pero la originalidad tiene su mejor soporte en la sencillez. Nadie puede proponerse ser original. Se es o no se es original. Por el camino de la búsqueda de la originalidad se puede llegar al ridículo».

«No hay que rebuscar, porque rebuscar oscurece —decía el Manu más adelante. La sencillez viene del conocimiento de la técnica, de la cultura, del dominio de las estructuras gramaticales. Pero hay algo determinante, decisivo, que es el estado de ánimo, la claridad de las ideas en la mente del que escribe, el despeje mental del redactor. Una cabeza con ideas confusas, redactará frases confusas; una mente enmarañada, escribirá textos enmarañados. Necesitamos tener la mente sana, sin preocupaciones feas, limpia, para que los párrafos salgan limpios, claros, sencillos.

»Parece tal vez contradictorio, pero es el estilo sencillo el que se impone en la prensa mundial. Sencillez y belleza han de ir juntas. El estilo nace, y también se crea. Imitar es bueno, afirma el maestro mexicano Manuel Buendía. Pero hay que estar alertas: saber qué ejemplo imitamos».

Táctica y estrategia

En todos sus detalles, la cobertura periodística significa un acto deliberado y complejo que exige planificación. Tiene táctica y tiene estrategia. La más habitual —por común casi inconsciente— es la selección del género. Para muchos, el suceso informativo es quien impone el género —a veces hasta yo me lo creo—, sin embargo, no es así.

Cuando usted tiene una cobertura en sus manos debe saber hasta dónde quiere llegar y cómo va a llegar hasta allí. Lo más profesional es ir hasta el final, pero a veces el camino es largo o espinoso. Si es extenso hay que establecer etapas; si es complicado, debemos comérnoslo como la harina caliente, según la sabiduría guajira: poquito a poco, pero con energía.

Eso sí, no es lo más profesional quedarnos a mitad de camino e incluso —y es lo común— en la puerta de entrada. Y se sabe que por lo general hacemos una notica informativa y no hablamos más del asunto, bien porque «tenemos otros trabajos», «no nos interesa seguir hablando de algo que “vaya a saber usted” como termina», «tengo que irme temprano para la casa porque no hay nada que cocinar», «para qué voy a seguir preguntando, si el jefe de la empresa tal no me va a recibir», «que si sigo hundiendo el dedo en la llaga me van a parar»…

Y aquí termino. Quise hablarles de los desafíos que enfrenta un periodista, sobre todo externos, a la hora de hacer una cobertura; y de la inteligencia y capacidad que debemos desplegar para echar a andar ese «proyecto» informativo y estético que significa cada cobertura de prensa. Casi todas las puertas se pueden abrir, eso sí, hay que saber qué llave es la que lleva. Una cobertura periodística más profesional es posible.

Foto de portada: El acontecimiento puede conocer por varias vías: orientación de los directivos del medio; notificación de fuentes institucionales, no institucionales o anónimas; sistematicidad en el trabajo con las fuentes o los temas en que se especializa el profesional; y hallazgo del periodista. Tomada de Internet

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René Tamayo León
Lic. René Tamayo León. Periodista del Equipo de Comunicación de la Presidencia de la República. Ha sido durante más de dos décadas reportero del periódico Juventud Rebelde.

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