CUBAPERIODISTAS RECOMIENDA ENTREVISTA

“Cultivarnos como sociedad para el uso de las tecnologías de la información y la comunicación”

A inicios de noviembre de 2020, la doctora Hilda Saladrigas Medina, decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, compareció en el set de grabación del programa de televisión Archivo.Cu para ofrecer sus valoraciones acerca de la guerra mediática contra Cuba. Meses después y ante la intensa operación política-comunicacional, le solicitamos volver a aquel intercambio para publicar íntegramente sus reflexiones. La profesora accedió y amplió aquella conversación inicial. El resultado: un texto extenso, pero en nuestra opinión, necesario para comprender, desde la ciencia, el escenario de confrontación mediática que vivimos los cubanos.

¿La subversión que está teniendo lugar en el escenario digital contra Cuba puede ser explicada desde teorías de la comunicación?

HS: La subversión es una práctica que forma parte de la llamada “guerra de cuarta generación” y/o “guerra hibrida” que contempla junto a otras muchas más, acciones de comunicación como la propaganda y la desinformación por ocultamiento, tergiversación o falsificación de la información que ofrecen los medios de comunicación tradicionales y los que existen en el espacio digital, que incluyen a las redes sociales. Desde la Teoría de la Comunicación encuentra sustento en la Teoría de los Efectos -corto, mediano y largo plazo-, ya sean actitudinales -disposiciones mentales cognitivas, afectivas y de voluntades favorables y desfavorables-, opináticos -valoraciones positivas o negativas- y conductuales individuales y sociales. En el entorno digital también la Teoría de los Efectos tiene expresiones, asociadas al logro de mayores números de usuarios y seguidores de las noticias y estados que allí se sitúan.

Para el espacio digital surgió la Teoría del Actor- Red que explica la actividad de entrelazar elementos heterogéneos – humanos y no humanos, es decir máquinas y software) para como red ser capaz de redefinir y transformar aquello que la compone. Más centrada en lo social, la Teoría de las Redes de Manuel Castells plantea que una sociedad en red es la que cuenta con redes humanas activadas por tecnologías digitales de la comunicación y la información, basadas en la microelectrónica, pero sin cambios en el ejercicio del poder político, económico e ideológico global que controlan dichos consorcios.

Si bien, la Teoría de los Efectos ha recibido múltiples críticas y presenta limitaciones, continúa demostrado que no logra efectos mágicos, pero sí cognitivos, a largo plazo, y por lo tanto, una acumulación de información que aporta saberes o, al menos, una porción de la realidad de esos saberes que se van induciendo y repitiendo de alguna manera por diferentes vías. Es por eso que se insiste en la construcción de una realidad mediática, incluso informativa- noticiosa que mezcla porciones de la realidad con fragmentos construidos, que hacen perder los límites entre ficción y realidad para sus consumidores. De ahí que en la actualidad uno de los géneros más empleado en la comunicación periodística sea el story telling, se cuentan historias de vida que humanizan mucho más el producto comunicativo periodístico, una práctica profesional que ha sido por tradición y declaración, más objetiva y apegada a la verdad. También podemos referirnos a la espectacularidad, sensacionalismo banalización de los contenidos en pos de alcanzar mayores audiencias, al menos como efecto cuantitativo que abre puertas a otros más cualitativos como los emocionales. A ello agregaría la construcción y reproducción cada vez más creciente de las “noticias falsas”, las fake news.

En el espacio digital también se está actuando, tanto en la producción -que incluye las construcciones algorítmicas y el manejo del big data mediante inteligencia artificial que soporta y articula el flujo de la información- como en la investigación, bajo lógicas de las teorías de la comunicación mediática que sirvieron para explicar el comportamiento de los medios tradicionales en su momento, pero ahora más actualizadas. Tal es el caso de la hipótesis de la construcción de agendas (agenda setting) por la que se explica que las personas tiendan a incluir o a excluir de sus conocimientos aquellos contenidos que los medios incluyan o excluyan; la teoría de los usos por las gratificaciones que estos espacios ofrecen, sobre todo la interactividad, la socialización y lo lúdico; de prestigio y liderazgo para los influencers; y económica- rentables para ciertos medios del ecosistema digital que pactan con la publicidad y la política.

Ahí es donde aparece el rostro de la subversión de comportamientos mercantiles y políticos. Estos últimos en función del descredito de líderes y sistemas políticos no convenientes a la dominación hegemónica global. A ello se suman las teorías liberales sobre el papel de los medios de comunicación como representantes de la libre expresión que poseen las “sociedades democráticas”, arista desde la cual se defiende “el derecho a la información y la comunicación pública” con una transparencia exigida para algunos y obviadas libremente por otros. Se trata de un rejuego que apela a la teoría del rumor/desinformación en extremo nociva para horadar la credibilidad en comportamientos políticos legítimos.

Importante señalar que la subversión política de la que está siendo objeto Cuba ahora mismo en el espacio digital puede explicarse desde estas teorías de la comunicación y de otras disciplinas como la psicología, la sociología, la antropología, las neurociencias, la cibernética. No de manera aislada, sino combinadas. Destacar además el respaldo en investigación científica y labor de inteligencia militar de estas operaciones.

¿Qué influencia ejercen hoy en la sociedad cubana las estrategias de comunicación digital diseñadas para subvertir el pensamiento, las conductas, la creación y la cultura en su acepción más amplia desde las redes sociales?

HS: Esta pregunta es muy oportuna para explicar algo que los públicos en general, y los cubanos en particular, pierden de vista y se considera muy especializado, pero forma parte de un conocimiento hoy necesario.

Toda comunicación pública, tanto en espacios físicos, como mediáticos, incluyendo los digitales tiene un sentido otorgado de antemano por sus productores, es decir, quienes elaboran los contenidos, los productos comunicativos en diferentes soportes y concebidos estos como los canales a través de los cuales llegan a sus consumidores finales. Hablamos de amplificadores, distribuidores de publicaciones impresas y operadores de telecomunicaciones: señales analógicas y digitales en general portadoras de contenidos que resultan, conglomerados mediáticos bien concentrados en pocas manos (monopolios transnacionales) que financian a los grupos y subgrupos especializados en diferentes prácticas comunicativas, y hasta ubicados en diversos lugares geográficos, pero que funcionan metafóricamente como instrumentos de una gran orquesta. De ello da fe una vasta literatura producida desde occidente y que forma parte de los denominados “Estudios de Emisores”, “Estudios de las Industrias Culturales” que engrosan la Teoría de la Comunicación Mediática.

Como tales actúan en la selección de temas más convenientes y apegados a la agenda de interés a mover por dinero, por ideología. Importante: la verdad, objetividad y actualidad de la realidad “construida” sobre cualquier país o problemática es un mito. Mucho se oculta, simplemente no forma parte de lo que hay que decir, sin importar dejar fuera el interés y voces de las mayorías. Luego, la dramaturgia que estructura las narrativas sobre esos temas escogidos, ya sean informativas, políticas, comerciales, educativas, científicas, estéticas, artísticas, lúdicas, entre las más socorridas. Le sigue y en orden, el montaje que da forma a los relatos- géneros que se traducen en códigos como los informativos- periodístico, ficcionales- dramatizados, propagandísticos o comerciales y políticos, cada vez más híbridos en su factura en busca de mover las fibras de las emociones, opiniones, actitudes y las conductas individuales y colectivas. A continuación la producción y la postproducción, técnicamente cada vez más sofisticada por software que las “maquillan y adaptan” según objetivos comunicativos muy bien pensados.

Una vez más la relación entre lo estratégico y lo operativo, el pensamiento racional y el accionar de operadores especializados se deja sentir. Por último, la circulación hacia la sociedad- mercado de las audiencias, ineludible filtro para que todo encaje y funcione como el mecanismo de un reloj de alta calidad. Todo ello meticulosamente pensado, organizado, dirigido y evaluado en los diferentes niveles de ejecución desde el emisor institucionalizado y su aparato industrial, incluidos los centros de investigación de audiencias y opinión pública.

En resumen hablamos de una Industria Cultural que ofrece sustitutos convenientes a las necesidades simbólicas de los públicos, convirtiéndose en operadora funcional de los modos de vida capitalistas, hoy globalizados. Entonces, existen políticas, estrategias y planes de comunicación que se plantean el logro de fines y objetivos, no tan altruistas como muchas veces se presentan. En este terreno la ingenuidad y la espontaneidad no existen.

En cuanto a la pregunta, la influencia fundamental, no la única, que ejercen las estrategias de comunicación diseñadas para subvertir el pensamiento, las conductas, la creación y la cultura en Cuba desde las redes sociales está relacionada con la desinformación, tanto para el plano nacional cubano como para el internacional donde también tienen alcance. La Teoría de la Comunicación a lo largo de su historia ha demostrado que ante cada nuevo medio de comunicación y su tecnología ocurre primero un deslumbramiento que le atribuye más bondades que maldades, y demora en constatarse el necesario balance para el uso y apropiación de los contenidos difundidos. Para los cubanos se trata de un nuevo medio de información, comunicación y entretenimiento que dada sus características de interactividad (en palabras del investigador Manuel Castell “establece una comunicación horizontal de muchos a muchos”) también les facilita la socialización con terceros que no quedan fuera de todo el entramado que a diario construyen las industrias culturales, para las cuales el tema Cuba es todo un negocio muy bien pagado, de ahí la profusión de nuestra “precaria realidad”, no solamente en los grandes medios, lo cual es histórico, sino también en las nuevas modalidades que facilita la Internet. O sea, formatos más pequeños aparentemente diversos, pero con una matriz temática e ideológica única.

 

Como sociedad nos estamos adentrando en sus prácticas, pero con pocos conocimientos sobre lo apuntado anteriormente, que no necesariamente está asociado a lo puramente técnico y artefactual, pero que le resulta consustancial. Hay incultura en torno al modo de funcionar de estas “redes sociales”, su uso y lo que realmente representan, en positivo y negativo. Y me refiero al conocimiento de que las redes sociales se constituyen en plataformas, y como los medios tradicionales, manejan la información con tintes falsos (las denominadas fake news), verdaderos o en términos medios (el peor de todos por la confusión que genera intencionalmente), donde la construcción de la realidad se hace con mucha facilidad y el “sistema relacional” es un manejo algorítmico muy bien calculado mediante la inteligencia artificial.

Cuando hablo de desinformación me refiero a crear disonancias en torno a la realidad que se vive y a la necesaria contrastación de fuentes de información y conocimiento que pueden y deben hacer las personas que navegan en esas plataformas, las cuales también llegan a los excesos (denominado infoxicación) también desinformador. No se puede olvidar la interacción con la realidad vivida y al mismo tiempo, con la plataforma informativa nacional. Esta última no siempre eficaz, pero también sometida a un descrédito feroz como todo lo que represente institucionalidad nacional, no así con la de los “prestigiosos grupos mediáticos” portadores de toda la pluralidad, la libertad de expresión y la verdad, pues así es como se presentan, imponiendo agendas “incuestionables”, ocultando todo el tiempo que responden a lógicas de producción institucionalizadas desde sus consorcios y aceptadas mediante contratos que no se pueden violar. No siempre hay claridad del amplio espectro de informaciones y sitios que tienen las plataformas en Internet para la obligada y necesaria contrastación responsable. Tampoco se divulga, ni orienta. Acción garante y ética que le asiste a todo comunicador individual e institucional que se respete.

Parte de esas estrategias radica en poner a disposición del público cubano una variada oferta de espacios, programas e influencers en formatos únicos y mixtos, cuyo mensaje es reproductor de un modo de vida de ensueños, éxitos y oportunidades que solo existe en el exterior de Cuba, fundamentalmente los Estados Unidos, y particularmente en Miami, siempre y cuando se rechace el Estado y Gobierno cubano, el cual está “fracasado, no ofrece oportunidades”. Eso por un lado, y por otro, espacios más agresivos, manipuladores e instigadores a la violencia y la subversión con amenazas y acciones de bullying directo que sin pudor alguno dan órdenes pagadas para agredir, vandalizar y matar con la total libertad que a otros sitios le quitan por censuras ante “contenidos inadecuados”. Sin dudas están muy bien diseñadas para acercarse al público cubano y sumarlo a sus propósitos, tanto con contenidos más seductores que desagradables, más emocionales que racionales, más inductivos que deductivos, apoyados en las operaciones de los algoritmos bien nutridos por la información que empresas dedicadas a ello facilitan con la venta de los datos personales que ya acumulan de nuestros públicos.
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Generar estados emotivos asociados con el desaliento, la inconformidad, la crítica irracional, parece ser un denominador común en muchas de las producciones de estos medios ¿cuál es la explicación científica del uso de estas expresiones?

HS: El actuar de todos los medios de información, – que no de comunicación, pues la interacción apenas se logra ahora con la web 2.0 en Internet, y además no es totalmente plena como ya se ha demostrado-, se sustentan en una escuela de pensamiento e investigación norteamericana que pone énfasis en los efectos a corto, mediano y largo plazo que puede producir esa información, esa comunicación en los públicos, denominada Teoría de los Efectos. Ella con sus disimiles hipótesis funcionalistas ha servido de sustento a la producción publicitaria comercial y propagandística política desde el primer tercio del siglo XX hasta la actualidad. Conocer psicosociológica, cultural y demográficamente a los destinatarios, sus necesidades, intereses, comportamientos, así como sus contextos de desempeño, sistemas de relaciones humanas y sociales (incluyendo los líderes de opinión a los que siguen) y medios que emplean para informarse-relacionarse, es vital. La pregunta sería para qué. Una respuesta, no la única, pues sobre ello se han proyectado entre otras, la Escuela Crítica de Frankfurt en Alemania, los pioneros Estudios Culturales Ingleses, la semiótica social europea y latinoamericana, la encontramos en los modernos estudios de la Economía Política Crítica de la Información, la Comunicación y la Cultura que explica la producción comunicativa capitalista como forma social propia del capital, a fin de dar cuenta de la realización de la mercancía (producto informativo, comunicativo y cultural) intercambiable y rentable económica e ideológicamente. La adecuación de la oferta de la Industria Cultural a las necesidades simbólicas del público, no significa que ella cumpla exactamente tales necesidades, sino que las sustituye de un modo conveniente a los intereses específicos del capital, en una apariencia de satisfacción que sigue estando muy controlada desde centros de poder tecnocomerciales e ideopolíticos, o de inteligencia militar.

Es una teoría que ha demostrado evolución en su comportamiento a través de los estudios empíricos en todos estos años y que continua refinando sus métodos y técnicas de investigar y producir a la luz de los últimos aportes de todas las ciencias, por ejemplo la neurociencia, una de las más usada en la actualidad. No se limita entonces, solo a generar conocimiento científico, sino también información de primera mano para la producción comunicativa intencionada como ya hemos explicado. Sobre esa base han trabajado siempre toda su comunicación –informativo- periodística, publicitaria- comercial, propagandístico- política, instructiva- educativa, lúdica, simbólica- buscando un efecto en las personas, en los grupos y en las sociedades que comprenda su pensamiento y sus conductas. Se trata de un esquema clásico que apuesta por la capacidad de generar a través de los medios de comunicación que actúan en sistema, y sus diferentes formas productivas combinadas, a veces con sutileza, otras veces más descarnado, como los estados de ánimo, de opinión y de comportamiento. Debe quedar claro que se trabaja con fórmulas que se prueban una y otra vez en la realidad social, la cual se modela, y con ella los medios de información- comunicación, mayoritariamente privados, incluyendo los “alternativos/independientes bien pagados”, los de mayor cobertura y alcance, de forma tal que las percepciones que construyen y difunden sean más importantes y creíbles que la realidad misma.

No obstante, la ciencia también ha demostrado que los efectos deseados por los emisores no siempre son logrados. Pero eso ocurre cuando se les conoce y sitúa en su justo lugar como fuente de información, para lo cual hay que tener conocimientos sobre el sistema de propiedad que los sustenta económicamente, la ideología que representa, las posiciones políticas que los alimentan; contara además con las capacidades para su interpretación, la realización de múltiples lecturas, la contrastación de fuentes de diversos orígenes, la triangulación de sentidos circulantes en la sociedad; y una cultura en general que permita el discernimiento propio, equilibrado, la apropiación consciente del discurso propuesto. Muchos teóricos de la comunicación – Martín- Serrano, Martín- Barbero, Mario Kaplún, Armand Mattelart, Eliseo Verón, y otros- lo han denominado pensamiento crítico, reflexivo y dialógico con lo que los medios ofrecen a sus públicos y estamos dispuestos a creer, si conocemos su modo de operar y la realidad que nos rodea con sus problemáticas socioeconómicas, políticas, tecnológica, pero también con sus oportunidades en todas estas dimensiones.

 

¿Los ataques o “linchamientos” contra periodistas, artistas, intelectuales, activistas, funcionarios del gobierno tienen algún sustento desde el punto de vista teórico?

HS: Una mirada a este fenómeno se puede encontrar en la Teoría de la Opinión Pública y el reconocimiento de los líderes de opinión y su papel de influencia sobre los indecisos y hasta los opuestos a las ideas y acciones que se desean imponer desde el poder en pos de lograr la dominación cultural y política. Indiscutiblemente, estas son figuras que se reconocen así en las sociedades por sus aptitudes, actitudes, habilidades y capacidades, o sea, son “los seguidos” por la población en general y como es lógico por las juventudes.

Como líderes naturales y/o construidos tienen muchos seguidores y se trata de ejercer presión sobre ese liderazgo para situarlo donde convenga a determinados intereses. En nuestro caso, contra el proceso revolucionario en el que desarrollan su accionar simbólico que a decir de Pierre Bourdieu cuenta con un “capital simbólico” cuyo efecto es el prestigio. Se trata con el líder de atraer a quienes les ofrecen su admiración y afecto. Se incentiva, a partir de lo que representen -el arte, la palabra, la política, la intelectualidad, la ciencia- para subvertir la figura y con ella la de sus seguidores.

Se ejerce una presión muy fuerte que tiene como sustento, dentro de la Teoría de la Opinión Pública, supuestos de la Teoría de la Espiral del Silencio, cuyo sustento radica en “estar con todos o quedarte aislado”, “la mayoría no puede estar equivocada”, “el líder sabe lo que hace y lo que es mejor para todos”, es carismático, inteligente, por eso “hay que seguirlo”. Ello, incluso tiene una hipótesis denominada “comunicación de doble flujo” que explica cómo los líderes de opinión pueden influir específicamente en los consumos mediáticos de aquellos que no lo hacen, o no creen en sus discursos y narrativas. Lo que el líder marca pues el resto lo acata. Ello tampoco es tan exacto y nuevamente hay que visitar a la Economía Política de la Información y la Comunicación que nos explica el funcionamiento de las Industrias Culturales, las cuales a través del manejo del mercado establecen las pautas económicas e ideológicas de los comportamientos del “sistema de estrellas”.

En comunicación es muy difícil explicar todo cuanto acontece y puede suceder, por su carácter mediador y mediado, pero lo cierto es que se investiga mucho con rigor e intencionalidad. La historia de las teorías y referentes conceptuales que existen sobre ella lo reafirma y con todo ello se trabaja en busca de lograr propósitos políticos, económicos y de inteligencia militar. En este campo hay un pensamiento estratégico de larga data que evidencia un tratamiento alejado de la improvisación y voluntarismo.

¿Coincide usted con otros estudiosos del tema en cuanto a que estas estrategias han visualizado a las generaciones más jóvenes de Cuba como su público priorizado?

HS: Apuntan al segmento juvenil, que incluye a los adolescentes, pues son en primer lugar los nativos digitales, y por tanto los más adaptados al uso de las tecnologías y quienes más buscan esos espacios por su novedad y atractivo, dado por los ambientes que aparentan mayor libertad para sus expresiones y deseos. En esos espacios pueden incluso cambiar su identidad y ser otros sin ninguna dificultad, experimentar formas discursivas ligeras, frescas, seductoras, emocionales, sensacionalistas, lúdicas y hasta enajenantes de su cotidianidad- y el lenguaje hipermedial que emplean dinámico, agradable, cada vez más gráfico visual que escritural, interactivo. También responde a ciertos grados de esnobismo.

Es un segmento poblacional que no ha vivido otro contexto histórico, económico y sociopolítico que le permita contrastar realidades. Estas les llegan como relatos de abuelos y padres, quienes no son sus ídolos como regla, por la edad; o por los libros de historia no siempre atractivos, al menos como esa hipermedialidad a la que están acostumbrados.

Además, es un sector al que les interesa llegar y “conquistar” de modo estratégico porque es el relevo en la conducción de un proceso revolucionario con una larga y sólida historia a la que desgasta el tiempo, los errores en su devenir y los constantes ataques de todo tipo, incluyendo los simbólicos que obviamente calan a una generación que ha crecido en tiempos de altas cargas de signos y símbolos que van en sentido del consumo, el individualismo, el egoísmo, el vacío espiritual, los clásicos antivalores que incentiva un capitalismo que con la falsa democracia objetivada en las expresiones y manifestaciones, rapta la práctica y accionar necesario para modificar las relaciones fundamentales de propiedad del capitalismo, ahora neoliberalismo atroz.

Todo ello está en la base de las estrategias de comunicación para trabajar contra Cuba: buscar un cambio de generación o la generación de cambio al proceso revolucionario histórico que este país ha marcado consciente de “cambiar siempre todo cuanto deba ser cambiado”, pero apegado a sus principios de independencia, humanismo, solidaridad. Por lo tanto, apelan a ese segmento y trabajan con las herramientas y con los medios que esta generación emplea en su comunicación cotidiana y con la producción simbólica cercana a ellos.

Desde un análisis biopsicosocial y cultural podríamos apuntar que son grupos etarios inquietos, que tienden a ser irreverentes, a disentir por su propia formación y crecimiento, con avidez de nuevos conocimientos, inconformes con lo que se les dice, necesitan vivirlo, y muchas veces con abundante adrenalina. Entonces, ahí hay un nicho fértil para ofrecer promesas y también generar dudas sobre aquello que me corresponde y el país no me ofrece porque lo que hace hoy ya es un derecho y una obligación naturalizado, por tanto hay que incentivar reclamos, incluso desde zonas de exploración tecnológica también. En las plataformas hay diferentes formas de expresión -fotografía, imágenes clásicas, memes- que el adolescente y/o el joven van a buscar, explorar y reproducir, muchas veces de manera acrítica, porque está en la esencia de su edad, de su tiempo de vida que es el de sus grupos de referencia y líderes de opinión (influencers en el espacio digital).

Lo que no sabe ese adolescente y/o joven es que, la mayor parte de las veces, todo eso tiene una intencionalidad política, económica e ideológica muy bien pensada que hace uso de herramientas que él desconoce pues son invisibles para sus experiencias y conocimientos, pero que están diseñadas para generar la percepción de la necesidad de cambios, los que sean necesarios para intereses a los que sirven dichas plataformas: el capitalismo global y su mayor representante, los Estados Unidos de Norteamérica.
Este comportamiento es de alcance universal toda vez que le resulta consustancial a la reproducción capitalista con su accionar sistémico que apuesta por lo que el alemán Herbert Marcuse calificaba como el “hombre unidimensional”. Ese que se integra al sistema de producción y consumo existente impuesto por formas de represión novedosas que en términos del francés Pierre Bourdieu resulta en “violencia simbólica” pensada y ejercida, entre otros por los medios de comunicación y en la actualidad, las denominadas “redes sociales”. Otro producto del rapto del sentido de las palabras y conceptos, del cual también estamos siendo víctimas como forma paulatina de renombrar las cosas, los hechos, la realidad a conveniencia, pues las redes sociales son humanas, y a lo que los jóvenes asisten es a plataformas digitales cuyos diseños con base en la inteligencia artificial y el big data, entre otros avances científicos, le facilitan la interacción con otros, pero para nada esponánea, ni carente de intencionalidad. Y como sabemos tampoco de “libre expresión” pues lo no conveniente es censurado, borrado, obstaculizado, mientras lo que interesa es viralizado. Importante es que el hecho de que sea universal, no lo hace menos irrelevante para una sociedad que apuesta a ser diferente con aciertos y desaciertos; una sociedad que obligada a convivir con lo global tiene cotidianamente que convivir con estas prácticas corriendo el riesgo de naturalizarlas cuando para nada está en sus esencias.

¿Es ilimitado el poder y alcance de las redes sociales digitales?

HS: Las investigaciones han demostrado que la comunicación no es un proceso lineal en su rebote hacia los públicos que participan en ella. Existe un empleo científico y bien calculado del componente psico-socio- cultural individual y colectivo, se apela a iconos con diferentes formas expresivas – desde las palabras hasta las imágenes y colores claves, objetos que se mitifican y se convierten en sentidos en pos de ser símbolos- pero hay un proceso de decodificación, interpretación, asimilación y resemantización en las personas en lo individual y como sujeto social que pone límites a las ofertas mediáticas. No se reacciona a la simple transmisión de información, de alguna manera compartimos códigos comunes como grupos etarios, sociales, culturales, geográficos, pero también nuestras propias interpretaciones individuales y colectivas. Pero para que ello ocurra tienen que existir de manera colectiva- social, conocimientos suficientes para el discernimiento, habilidad para la interpretación y la duda, así como capacidad de reflexión sobre la oferta comunicativa.

Cuando esto no sucede, entonces asistimos a procesos -ya cotidianos y no por ello rechazados con fuerza y eficacia- de construcción de una opinión mediática que se erige representante de la opinión pública, otro concepto trastocado muchas veces, pues no es la de los medios de comunicación. Ella resulta la de los públicos, los ciudadanos, el pueblo que se conforma como un gran ajiaco a partir de las vivencias, experiencias, propuestas y demandas, donde lo político tiene peso, pero también obran las agendas cotidianas que se expresan por diferentes causes y múltiples maneras, muchas veces distorsionadas y otras maquilladas. Su reproducción por los medios de comunicación tradicionales y modernos resulta, la mayor parte de las veces un empaquetado conveniente a estos emisores, incluso con el empleo de la “investigación científica” que llevan a cabo los “estudios de opinión” para un consumo más creíble con un empleo espurio de la ciencia para el refuerzo del prestigio, y a la vez tratar de atraer a quienes quedan en los márgenes del asunto. De ello ha escrito en abundancia la escuela funcionalista occidental, fundamentalmente la norteamericana.

Así se han acompañado con meticulosidad procesos de mayor calado como pueden ser los grandes conflictos bélicos con todos sus incalculables estragos. Se ha hecho ver que esos procesos no son tan lastimosos, ni tan caóticos, ni tan agresivos porque se han construido de una manera visual diferente. Y cuando los tratan abiertamente siempre existe la sutileza de la justificación de turno que los libra de toda culpa. Quien no los vive, no tiene referente alguno del que asirse para pensar otra cosa que no sea la oferta- construcción mediática trasnacional. Ahí es donde se fortalece el poder de los medios, dado en su extraordinario alcance espacio- temporal, que desborda la geografía física, cultural y política. La concentración de medios ha hecho que cada vez más, quienes producen, tengan mayor alcance en transmisión, en difusión de una misma ideología, aunque aparenten lo contrario con la tan cacareada y falsa, en términos marxistas, “libertad de expresión” a través de diferentes formas expresivas que han buscado y logrado empacar sus contenidos en distintos soportes, diversos formatos y narrativas, pero al final con un mismo objetivo y pensamiento que no da cabida a la contrahegemonía que existe, pero cuya voz constantemente trata de ser dividida, ocultada, apagada. Ese acompañamiento también trata de mitigar reacciones adversas.

Esa es una de las razones por la que en las guerras no convencionales se considera a los medios de comunicación, incluyendo los digitales como “fuentes del poder político” que deben ser neutralizadas y puestas al servicio del opositor o fuerza de cambio del sistema político.

¿Hay antídotos para contrarrestar estos efectos?

HS: El tratamiento mediático en busca de determinados efectos tiene formas de ser contrarrestado. Estas pasan por los procesos de enseñanza–aprendizaje, fundamentalmente por los aprendizajes individuales y colectivos. Tenemos que cultivarnos como sociedad ante las nuevas tecnologías, sus usos, sus bondades y sus perversidades. Algunos hablan de alfabetización informática, informacional, digital y mediática, otros de educomunicación o de consolidar la cultura en general para generar conocimientos críticos, habilidades y destrezas. Son diferentes formas de enfocar el asunto. Es casi imposible hoy que no tengamos acceso por alguna vía a informaciones no deseadas, a discursos de odio, a posturas sexistas o discriminatorias en general porque se manifiestan en el ecosistema mediático mundial que se interconecta por muchas vías, incluyendo a nuestro pueblo. Para estar preparados hay que formar una cultura, un conocimiento y una capacidad crítica lo suficientemente amplia e inclusiva de toda la sociedad con el propósito de disfrutar lo simbólico de los productos comunicativos con conciencia para reconocer una mentira, la construcción falsa de la historia, un ataque racial, la discriminación hacia la mujer o una violación de los derechos humanos en general y a la información y comunicación en particular. Tener la lucidez de desmotar las manipulaciones, los discursos falsos o a medio camino entre la realidad y su construcción; cimentar otras propuestas. Se trata de forjar un sujeto crítico que pueda interactuar con el ecosistema mediático tradicional y con el ecosistema digital. Un proceso que debe concebirse aparejado a la formación que se recibe en los sistemas educativos y culturales institucionalizados, pero también en la familia y en otros espacios de relaciones que tiene la sociedad.

Audiovisuales producidos por realizadores cubanos han abordado este escenario comunicativo, el más reciente “La Dictadura del Algoritmo”. Como experta en estos temas ¿cuál es su valoración?

HS: En Cuba tenemos el deber de concebir no la alfabetización, sino la educación y el aprendizaje de la realidad toda como una constante si aspiramos a un desarrollo integral y coherente. A ello no puede escapar esta porción de la realidad, me refiero a la mediática, incluida la digital porque forma parte de nuestras prácticas cotidianas y de nuestra vida personal, grupal y social. Van con nosotros a todas partes en nuestros celulares que nos son en extremo útiles para la organización de la vida, la necesaria socialización, el esparcimiento, en fin, un conjunto de bondades que nos puede dar solo una dimensión de un asunto mucho más complejo.

De ahí la importancia del abordaje de estos temas en todos los espacios, institucionalizados o no, educativos y lúdicos. Hacerlo mediante el empleo del audiovisual como producto comunicativo, para el caso en soporte audiovisual y género documental es muy importante por varias razones. La primera, actualmente suelen ser más empleados para la información y el conocimiento; segundo puede situarse en diferentes espacios y emplearse en distintos momentos en tanto su contenido no envejezca y su formato estético se lo permita. La cuarta, muestra el lado bondadoso de la producción comunicativa de calidad al constituirse en un material educativo que muestra la otra cara de una realidad que no se va a estar promocionando en sus verdaderas esencias. La quinta, es una apuesta nacional que desde el compromiso y el saber hacer audiovisual sitúa la voz cubana sobre un tema que, no por ser abordado en otros soportes y formatos, haya calado lo suficiente en los públicos cubanos. Máxime en momentos en que el país está siendo sometido a una agresiva y peligrosa operación comunicacional que emplea estos espacios.

Todo eso lo encontramos en el documental “La Dictadura del Algoritmo” en un balance acertado de contenidos esclarecedores y forma expresiva con una estética de alta factura. En el contenido muestra la gama de opiniones que existen sobre la arista nociva del comportamiento de las redes sociales en general y particularmente hacia Cuba desde el punto de vista de diferentes actores: expertos y consumidores con un apoyo informativo gráfico que en calidad de evidencia respalda e ilustra cuanto se dice, lo cual lo hace creíble. Muestra de un riguroso estudio del problema, muy bien articulado dramatúrgicamente. Desde la realización asistimos a un producto que hace galas de una excelente factura en la fotografía, el diseño, la música, la edición y el montaje.

Ahora corresponde su empleo oportuno en espacios mediáticos y físicos para informar y educar, equivalente a luchar con las mismas herramientas contra un enemigo que domina la producción simbólica, pero hacerlo con sentidos más humanistas y anti hegemónicos, a la vez que con lenguajes más autóctonos. Constituye un reto continuar sobre esta línea, y otras que desde las industrias culturales hegemónicas y el accionar subversivo del enemigo más poderoso en la guerra simbólica permitan la denuncia, la crítica, la cultura infocomunicacional de nuestro pueblo. En tiempos de pandemia e infodemia “La Dictadura del Algoritmo” resulta una vacuna contra la ingenuidad.

(Tomado de Cubadebate)

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