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Fértil influencia de Birán en Fidel

En una finca denominada Manaca, a unos 72 km de la ciudad de Holguín, entorno agraciado con la verde cordillera montañosa de la Sierra de Nipe, transcurrieron los primeros años de vida y parte de la adolescencia del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y su hermano, el General de Ejército, Raúl. El 2 de noviembre del año 2002 allí se creó el Conjunto Histórico de Birán, desde entonces visitado por infinidad de personas —nacionales y extranjeras— y el 29 de septiembre de 2008, hace ahora 12 años, fue declarado Monumento Nacional por la Comisión Nacional de Monumentos.

Maravilloso entorno

Ese maravilloso entorno está conformado por árboles maderables, entre ellos el Cedro, el Algarrobo —muy abundantes en la zona—, además de la Caoba, la Majagua, la Guásima, la Anacagüita y la Güira, en una profusa flora igualmente exuberante en diferentes tipos de cítricos —naranjas de todo tipo, mandarinas, toronjas— y de mangos —de corazón, moro, mamey, toledo, hilacha, filipino, papelina, bizcochuelo…—, guayabas, mamoncillo, caimito, chirimoya, guanábana, mamey amarillo y rojo (zapote), ciruela cimarrona y china, almendra e higo, amén de extensas áreas de cocoteros de distintas variedades como el indio, el semi-indio y el gigante, así como unos cinco cordeles dedicados al cultivo del Café caturra.

Casa de la abuela materna del máximo líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, en el conjunto histórico de Birán, Monumento Nacional, ubicado en el municipio de Cueto, de la oriental provincia de Holguín, Cuba. AIN FOTO/Juan Pablo CARRERAS

Empinadas hacia el cielo, firmes, las palmas reales, señorean aquellas tierras levemente bañadas por los arroyuelos Muso Juan y el Manaca, este último introducido en el batey fundado allí en el año 1915 por Ángel Castro, el padre de Fidel, quien seleccionó el nombre de aquella mansa corriente de agua para bautizar su finca.

Cerca de la comarca se encuentran los ríos Birán, que da nombre a la comunidad, y el Bitirí, en el que la naturaleza ha formado un puente natural, el segundo más grande de Latinoamérica y el Caribe, así como otros menores afluentes de estos, como el Colorado, Canapú y el Barigua.

Disfrute del río Manaca

Inicialmente, Fidel se bañaba, junto a sus hermanos y los demás niños del batey —generalmente negros, mestizos y pobres— en el riachuelo más cercano, el Manaca, noble contexto en el que proliferan el pájaro carpintero, la torcaza, a pichilinga, el gorrión, el negrito, las garzas, el zorzal, el sinsonte y el sabanero y la tojosa, entre otras muchas aves, entre ellas las migratorias, como el pato de la Florida, la gallareta pico blanco y el alcatraz.

“Así, toda la tropa de chicuelos, bien vestidos y calzados unos, desharrapados y descalzos otros, se dedicaba a corretear y nadar en el río, en medio de aquella copiosa naturaleza poblada de árboles diversos, y entre todos se estrechaba una buena amistad”, narran las investigadoras María Luisa García Moreno —también profesora y editora— y Rafaela Valerino Romero, en su hermoso libro Un niño llamado Fidel Alejandro (Casa Editorial Verde Olivo, 2018), con ilustraciones de Ángel Velazco Hernández.

El patrimonio reunido en el Conjunto Histórico de Birán, consistente en mil 175 objetos, la mayoría de ellos relacionados con la vida de la familia Castro Ruz, se mantiene perfectamente conservado en 11 instalaciones, entre ellas el inmueble principal, una réplica de la casa de la familia Castro Ruz —donde a las dos de la madrugada del 13 de agosto de 1926 nació Fidel—, destruida por un incendio en el año 1954, así como la de Dominica, la abuela materna.

También se salvaguardan la tienda, la valla de gallos, el correo y telégrafo, el Bar La Paloma, la carnicería, el hotel, una casa construida para cuando Fidel culminara sus estudios de abogado y el panteón de la familia, construido por voluntad de Ángel Castro, el padre, quien había dispuesto que la bóveda familiar fuera trasladada desde el cementerio de Marcané hasta Birán, y de tal modo descansar eternamente en las tierras de su finca, deseo que se consumó en el año 1995.

Arquitectura de madera tipo vernácula

Todas las construcciones —en 1958 llegó a tener 27—, excepto el mencionado sepulcro, son representativas de una arquitectura de madera tipo vernácula, con techo de zinc pintados de rojo y paredes de tablas coloreadas de amarillo, contraste que producía una inigualable plasticidad y armonía con aquel fantástico paraje campestre.

El entusiasmo del padre de Fidel por darle a su humilde comunidad un distintivo sello, comparable con el de las ciudades más adelantadas de aquel tiempo, lo condujo a apoyar la proliferación de otros disímiles servicios, entre ellos, los de panadería y dulcería, los juegos de billar, el matadero de ganado, la lechería, la proyección de películas, y de salud. Varios trabajadores disponían, igualmente, de modestas viviendas, como la del telegrafista y el maestro, entre otros, además de bohíos de haitianos y un barracón.

Dentro de este emblemático sitio del oriente insular, con una extensión de 26 hectáreas de tierra, dos de estas dedicadas a las instalaciones, en su niñez corría, veloz y alegre, aquel niño que asimismo consolidó su firme nobleza y su carácter humanístico, entre las travesuras con las gallinas, los gallos y los guineos; amén de las vacas, toros, cerdos, ovejos, carneros y caballos que enaltecían el imaginario infantil que incorporaba con cierto recelo a las culebras ciegas y los camaleones, en tanto se atrevían a sonsacar a las largatijas, los comejenes, las bibijaguas, las hormigas y los alacranes, algunos de los cuales en más de una ocasión les propinaron dolorosas picadas que luego ocasionaban la alarma y regaño de la amorosa madre Lina.

“Desde muy pequeño, Fidel Alejandro y sus hermanos se distraían con las labores de la finca propiedad de sus padres, con sus ruidos habituales y los animales domésticos que la poblaban; llamaba su atención de manera muy especial la inofensiva vaca Ballena, la que provocaban para luego huir corriendo hacia el interior de la vivienda”, afirman las autoras de Un niño llamado Fidel Alejandro.

Fundación de la nueva comunidad de Birán

En momentos en que Fidel y Raúl se encontraban en México inmersos en los preparativos de la expedición del Yate Granma, el 21 de octubre de 1956, falleció el padre, quien testamentó como única dueña de todos sus bienes a su esposa, quien luego de la victoria del Ejército Rebelde —el primero de enero de 1959— liderada por su hijo —con cuyas ideas revolucionarias y el programa expuesto por él en su histórica defensa en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada recogida con el título La Historia me absolverá—, hizo entrega de sus propiedades al patrimonio de la nación.

FOTO/Juan Pablo CARRERAS

Diez años después, la madre, Lina Ruz, fundó en 1970 la nueva comunidad de Birán, iniciándose allí un inmenso proceso de transformaciones sociales, entre las que se incluyó la construcción de unas 220 viviendas para los campesinos que mal vivían en rústicos bohíos, además de escuelas, centros asistenciales de salud, y otras muchas obras en beneficio de los habitantes de Birán. También se creó plan especial ganadero 6 de Agosto.

Desde su querido Birán partió Fidel hacia las escuelas Lasalle y Dolores, y luego hacia el bachillerato, respectivamente, en Santiago de Cuba. Estos últimos estudios los concluyó en el colegio de Belén, en La Habana, donde fue uno de los alumnos más destacados y el mejor atleta del curso. Luego ingresó en la Universidad de La Habana donde se graduó de abogado. En ese centro de altos estudios inició una larga carrera por la independencia y la libertad de su patria.

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