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Luirri en dos tiempos

 

 

Unos minutos después de las 3:00 de la tarde del miércoles 3 de abril de 2019, ya la noticia era conocimiento común entre los asistentes al Museo del Humor de San Antonio de los Baños. El joven caricaturista y artista de la plástica Luis Reinier Enrique Torres (Luirri) se había alzado con el Gran Premio Eduardo Abela.

Depredador, obra de Luirri ganadora del Premio Eduardo Abela de la XXI Bienal Internacional de Humorismo Gráfico.

Depredador, su pieza, no solo resaltaba entre las 32 obras en concurso en la categoría de Caricatura personal, agenciándose el primer premio en ese apartado, sino que igualmente salía victoriosa de un pulso contra los otros 298 trabajos del salón competitivo, y se llevaba el más codiciado lauro de la edición XXI de la Bienal Internacional de Humorismo Gráfico antillana.

“Fue consecuencia de la impecable realización de la obra que conceptualiza satíricamente la personalidad agresiva y prepotente de Donald Trump, por la lograda fusión en el diseño con un mensaje directo sobre el personaje y por la unidad entre el contenido y la forma, que demuestra una realización artística de excelencia”, compartía las apreciaciones del jurado, en su nota publicada en Cubaperiodistas, la periodista Patricia María Guerra Soriano.

Mientras, en el portal digital Cubarte, ahondaba J. Ángel Téllez Villalón: “Se trata de una caracterización no solo física, sino psicológica y comportamental del nuevo césar del Imperio estadounidense. El joven artista rompe no solo con la manida composición vertical, sino también con el facilismo de ridiculizar su despeinada y fosforescente cabellera. Recurre al claroscuro, en negro y gris delinea su diluviana y tenebrosa postura. Trump no es un payaso, es un diluviano y peligroso tiburón, un depredador”.

Luirri se llevaba el “Abela al agua”, en una cita de la Bienal desarrollada a dos años y pocos meses del inicio de la presidencia de Donald Trump, y en la que el magnate devenido jefe de Estado se convirtió en el tema central de muchos de los trazos de las obras en concurso.

Un sueño realizado el lauro, compartiría luego el autor. A quien en la foto que inmortaliza el momento, lo acompañan alzando el diploma acreditativo en señal de victoria, el presidente de la Upec, Ricardo Ronquillo Bello, y Tubal Páez Hernández, Presidente de Honor de la organización gremial.

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Luirri se considera un cronista social –comparte-, y ve en las líneas, formas, colores, contrastes y códigos particulares del humor gráfico la manera de dejar asentada su realidad circundante y lo que le llega del mundo. Siempre desde una mirada que aboga por la crítica como vía de poner en contexto situaciones y problemáticas que deben ser superadas.

En el municipio mayabequense de Güines, el año 1990 lo vio nacer. Y en la desaparecida Escuela Formadora de Instructores de Arte “13 de marzo”, localizada en el municipio de San Antonio de los Baños, en Artemisa, se sumergió en el  mundo de la cultura, a través de la especialidad de artes plásticas.

Pronto, él y algunos de sus colegas como Heyder –Reyes Sosa- y el Yoe –Yoemnis Batista del Toro- cayeron en la órbita gravitacional de los eventos organizados por el Museo del Humor de San Antonio de los Baños: la Humoranga Ariguanabense, el Salón Nacional de Caricatura Personal Juan David, el Salón Nacional de Humor Juvenil El Loquito, el Salón Nacional de Artes Plásticas José Luis Posada y, por supuesto, la Bienal.

 

Esculturas de El Loquito, recreación del personaje de René de la Nuez que se entrega como trofeo en el salón homónimo, Luirri tiene “para hacer dulce”. En el ítem de su currículo dedicado a los lauros destacan también premios y menciones en la Humoranga, el Salón Internacional de Humorismo Gráfico de Santa Clara y el Juan David.

La Calle del Medio -resalta-, constituyó para el joven autor un espacio recurrente en el que socializar su obra, y donde se apropió de las maneras de hacer de dos de sus primeros referentes en las lides del humor gráfico: Arístides Hernández Ares (Ares) y Ramiro Zardoya Sánchez (Zardoyas). Luego, bebió de igual forma de la obra de René de la Nuez y de Ángel Boligán.

Respecto a su impronta, en la que descuella la caricatura personal como firma identitaria, Luirri es conciso: “A partir de la síntesis, trabajo con un estilo cubista. Podría decir que me gusta descomponer la figura y buscarle el parecido psicológico de la persona”. Asimismo, se declara atrapado por el humor inteligente, filosófico y de buena factura.

“Creo que el humor tiene que venir acompañado de un buen dibujo y de una buena idea. En pocos elementos poder expresar el mensaje”, subraya. Él se confiesa satisfecho ante la existencia de una nueva hornada de jóvenes cubanos que se preocupan por el género, y a los que considera se les debe dar mayor espacio para la publicación de sus creaciones.

La venidera XXII Bienal Internacional de Humorismo Gráfico cubana tiene a Luirri como parte de los evaluadores, responsabilidad asumida debido a su Premio Eduardo Abela en la cita precedente. Al consenso en el grupo de WhastApp que comunica al jurado en sesiones, aporta la visión de sus trazos, peculiares y con un acervo propio, sin embargo herederos de una tradición nacional de más de un siglo que todavía ubica a la Isla dentro de las plazas fuertes del humorismo gráfico mundial.

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