COLUMNISTAS

Los bien pagaos

Vivimos en un modelo social y económico donde un futbolista como Messi cobra 70 millones al año, un presentador de televisión como Pablo Motos cuatro millones y un youtuber como Rubius otros cuatro.

Mientras tanto, el equipo de investigadores españoles que busca la vacuna contra la Covid está formado por un jubilado y 10 personas sin contrato fijo y tienen un presupuesto de 700.000 euros, lo que gana el youtuber en dos meses. Por otro lado, el equipo de nueve mujeres que se hacen cargo del 60% de las muestras que se analizan en España y vigilan el ritmo con el que la cepa británica crece en nuestro país tienen unos contratos precarios con sueldos de en torno a mil euros al mes.

El resultado es que tenemos un gran fútbol, mucha gente que se divierte con programas de televisión, jóvenes que se entretienen con los youtubers, pero no tenemos vacunas contra la Covid y, claro está, la gente se muere. También hay otra consecuencia no menos grave, nuestros hijos comprobarán en sus colegios que el triunfo social y económico es para los que se dedican a lo que ellos hacen en el recreo y en sus ratos libres y no para quienes muestran su capacidad y esfuerzo en las asignaturas que se estudian en clase.

Se argumenta en muchas ocasiones que esos grandes sueldos no deberían molestarnos porque proceden de la empresa privada, no los pagamos nosotros. La discusión no es quién lo paga, sino el modelo de sociedad que estamos creando donde premiamos con toneladas de dinero al que juega al fútbol, hace de graciosillo en la tele o delante de una webcam y despreciamos al que está buscando cómo salvar la vida de millones de personas. El sistema económico está diseñado para que los primeros generen millonarios ingresos, mientras que como los segundos no generan beneficios capitalistas no existe ni reconocimiento laboral ni profesional. Es lo que Marx llamó el valor de uso y el valor de cambio. El capitalismo es tan contranatura que inventar una vacuna, por mucho valor de uso que tenga (salvar vidas) no le da valor de cambio. Y dar patadas a un balón o decir tonterías frente a un ordenador, aunque no tenga ningún valor de uso tiene un valor de cambio estratosférico.

Hace unos días, se despertó la indignación en las redes por un vídeo donde un piloto de moto GP y un campeón ciclista profesional retirado decía entre risas “Escucha una cosa. Estamos haciendo cálculos. No entiendo cómo puede ser que ganemos tanta pasta trabajando menos días de los que tú tienes de vacaciones”. Ambos son embajadores de la empresa de bicicletas Orbea, que tuvo que pedir disculpas públicamente. Me pregunto, ¿por qué provoca la indignación que ellos te recuerden lo que es verdad y ya sabíamos, y nadie se indignara antes de que existiese el vídeo?

Es curioso, aceptamos la vergonzosa desigualdad, colaboramos en el enriquecimiento insultante, aceptamos el desprecio a quienes más se esfuerzan incluso por salvar nuestras vidas, pero solo cuando su arrogancia la llevan hasta reírse de nosotros es cuando nos ofendemos.

Tomado de Página del autor

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Pascual Serrano
Pascual Serrano es licenciado en Periodismo. Crítico con la prensa tradicional, en 1996 fundó la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org), proyecto que abandonó hace 13 años. Durante 2006 y 2007 fue director editorial de Telesur. Su denuncia a los métodos de información de los grandes medios tradicionales se ha reflejado en libros como Desinformación (2009), con prólogo de Ignacio Ramonet, o La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (2014). En Foca ha publicado Traficantes de información (2012), Medios democráticos (2016) y Paren las rotativas (2019). En 2019 recibió el Premio de Periodismo de Derechos Humanos que anualmente concede la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). En la actualidad dirige en Akal la colección A Fondo y colabora con varios medios.

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