COVID-19

En días como hoy…

“…más hay junto a mi mesa una ventana por donde entra la luz…

                                                                   José Martí

Por Carlos Luis Molina

Los niños ya no están. El pedazo de cemento rectangular frente a mi casa donde siempre juegan en las tardes se ve vacío y solo.  Hago una foto y lo comento en las redes.

Temprano dos estudiantes de medicina tocaron a la puerta, amables preguntaron por mi estado de salud… dijeron que volverían… no me siento solo, “a la sombra de los muchachos en flor” y así lo puse en Facebook. Al final de una larga hilera de comentarios, alguien escribió “mi pueblo querido, por eso lo amo…”.

En estos momentos de reacomodo laboral por el Covid-19 he aprendido a escudriñar el silencio de la calle. Al borde de la acera, están varados  los rústicos carromatos del Circo Canillita, días atrás alebrestaba las noches del pueblo en funciones atestadas, “la alegría volverá”, escribo y me siento frente a la computadora, a metro y medio de una ventana por donde entra la luz.

En esa parte de mi casa he instalado el corazón de la redacción del noticiero de la tarde de Radio Mayabeque, hoy a partir de  las ocho de la noche, después de la Mesa Redonda.

Ya le conozco el ritmo a este trozo del barrio, sus mañas cotidianas, cuando la señora del frente grita desaforada por el nieto perdido tras los juegos; la hora justa del viejito pregonero de “masarreales”… y ya al ocaso, en el contén, los muchachos escuchan a Bad Bunny… He llegado a odiar todo ese ruido que ahora extraño.

Natali, la joven  corresponsal de Bejucal me escribe por Messenger temprano “profe…voy a escribir sobre la atención a los adultos mayores… grabo por la tarde”. A casi todos los reporteros les han asignado un teléfono celular con conexión a Internet.

Las tecnologías dinamizan nuestras rutinas y poco a poco se instalan de manera definitiva. Treinta años atrás, cuando me inicié en estos trajines, solo teníamos en la emisora un teletipo, armatoste antediluviano, mediante el cual recibíamos esporádicamente las ¿últimas? noticias.

Recuerdo las madrugadas, en el vagón oscuro de un tren, aferrado a un receptor portátil para escuchar los titulares de Radio Reloj, mientras iba de Los Palos, mi lugar de residencia entonces, hasta Güines.

Escribía a ciegas sobre un papel aquellos leads, entre los vaivenes del ferrocarril y al llegar a la redacción los transcribía en la tosca Robotrón para la revista de las seis y media de la mañana. Más de tres décadas después todo ha cambiado.

Indira, periodista dinámica, buena para encargos de último minuto, me dice por teléfono “ya tengo la información… entrevisté al director de acueducto y alcantarillado y al Presidente del Consejo de Defensa, ahora voy a redactar…”

Así se va armando el noticiero provincial en tiempos de pandemia. Aparentemente regados pero en realidad más unidos. Lo importante es no dejar historias que valgan la pena sin contar.

Si escogiera una palabra para definir el trabajo de la redacción en las actuales circunstancias sería: conexión… esta supone coordinación, tino, unión, responsabilidad.

La información redobla ahora su carácter humano, servicial… su utilidad, ante la trascendencia de una realidad dolorosa, que no debe ser tratada con aspavientos, pero tampoco minimizarse.

Recomiendo  a los reporteros usar esa esencia de nuestra prensa: la veracidad, la ecuanimidad, la oportunidad, el valor humano. Lo más importante siempre es la gente que nos escucha.

A la emisión de hoy se suma otro reto, hacer una versión casi en tiempo real de la intervención del Primer Ministro Manuel Marrero y las nuevas medidas orientadas por el gobierno cubano. Así que el “teclazo” final esta vez sí será casi al cierre.

El problema mayor, como director general y redactor es dosificar el tema del covid-19 en tan poco espacio, sin menoscabar otros también de actualidad.

He decidido hacerlo en varios momentos del programa, darle prioridad a las informaciones con mayor actualidad y repercusión. Trato de flexibilizar el esquema habitual y otorgar a cada emisión su propio sello. Nada es predecible en estos tiempos en que lo inusual impera.

El silencio denso de la calle me lo reafirma cuando ya la luz de la ventana pierde intensidad y salgo para la emisora con el guion del noticiero en la mano y una satisfacción que no logra disimular el nasobuco que me tapa la cara.

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