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La nueva agenda neoliberal se apodera de lo público y de lo común

René Ramírez Gallegos. Foto tomada de su página personal.

Intervención de René Ramírez Gallegos en el Foro Internacional “La comunicación política en la Era Digital”, celebrado el 4 de mayo de 2019 en el Senado de la República de México.

Por René Ramírez Gallegos

Senadora Citlalli Hernández Mora: Y continuando le voy a dar el uso de la palabra a René Ramírez, él nos acompaña de Ecuador. Es académico, economista, maestro en Desarrollo Económico por el Instituto de Estudios Sociales de Holanda, y maestro en Gobierno y Políticas Públicas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en México; doctor en Sociología de la Desigualdad y las Relaciones de Trabajo por la Universidad de Coímbra, Portugal.

Se ha desempeñado como secretario nacional de planificación y desarrollo, secretario de educación superior, ciencia, tecnología e innovación en Ecuador, presidente del Consejo de Educación Superior, investigador de la UNAM, y entre otras cosas sus áreas de trabajo son en políticas públicas sociales, desigualdad, pobreza, economía del tiempo, participación ciudadana, economía de la felicidad y economía del conocimiento.

Él nos va a hablar sobre: “Las dictaduras democráticas y el autoritarismo neoliberal en tiempos del big data”.

Adelante, René.

René Ramírez: Muy buenos días, qué gusto estar aquí con ustedes, quiero agradecer a los anfitriones, al Senado, a Neurona, a Mueve América Latina, por organizar este evento, tan importante y tan necesario para reflexionar justamente en estos tiempos de big data.

Quisiera complementar la brillante exposición de Rosa Miriam desde una mirada global para aterrizar a América Latina. Luego discutiré algunas líneas estratégicas que no deberíamos abandonar en el marco de la discusión de los instrumentos. No obstante, estoy convencido de que los instrumentos no dejan de ser eso, un medio, por lo cual hay que retornar el debate de lo sustancial. Soy más optimista que los agoreros que dicen que ya fracasaron los procesos de cambio de gobiernos progresistas. La historia está en disputa y no debemos dejar de disputarla.

En la década ganada, algunos intelectuales hablaron de que eran tiempos de post-desarrollismo, neo-desarrollismo o incluso post-neoliberalismo; otros empiezan a llamarlo pre-neoliberalismo. Nunca me gustaron ni los “neo” ni los “post”. Nombrar con estos prefijos es no saber cómo nombrar las cosas. Más allá de lo señalado quisiera proponer no hablar del pasado sino del presente y el futuro. Sostengo que hoy en día la región vive en la mayoría de sus países “dictaduras democráticas que configuran un autoritarismo neoliberal”.

Hablamos de un nuevo neoliberalismo, que es diferente al neoliberalismo de los ochentas y noventas.

Quizás suena raro este concepto de “dictaduras democráticas”, es un oxímoron, pero es lo que está sucediendo en muchos países de la región y puede suceder en muchos otros.

Parece ser que es necesario dentro de las ciencias políticas empezar a hablar ya no de “transición a la democracia”, sino de “transición hacia nuevas formas de autoritarismo o dictadura”. Y cuando digo dictaduras democráticas lo que estoy diciendo es que la democracia actualmente en muchos de los países de América Latina es una farsa. Con matices claramente diferentes a lo que fueron las dictaduras en los sesenta y setenta en la región; si bien tiene otras características tampoco garantizan la libre competencia electoral, el debido proceso judicial y viven en un estado de desequilibrio los poderes del Estado. Lo que está en crisis es justamente la democracia. La civilización está en crisis no porque existe una crisis de acumulación, sino porque existe una crisis democrática.

Y cuando hablo justamente de estas dictaduras democráticas puedo apelar a muchos ejemplos, pero basta dos: el caso de Brasil -que empieza con el impeachment de Dilma- y el caso de Ecuador. Nadie hubiese pensado que en pleno siglo xxi, en la segunda década, tengamos que defender los llamados derechos de primera generación. Luchar porque se respete el debido proceso, que existan competencias libres, elecciones transparentes…

Se suele señalar, para poner el primer ejemplo de Brasil, que existe un “Bolsonaro” por lo que hizo el PT, y lo he escuchado de personas de izquierda que señalan tal barbaridad. Claramente, si Lula se hubiese presentado jamás hubiese ganado Bolsonaro. No solo que no ganó Lula, sino que en las dictaduras democráticas no se le permitió su participación y -hoy por hoy- está preso sin prueba alguna. El juez Moro, que dictó orden de captura, hoy es el Ministro de Justicia de Bolsonaro.

En Ecuador sucede algo similar. A la Revolución Ciudadana le quitaron literalmente el partido. Le quitaron el nombre, no dejaron inscribir otro partido siendo la fuerza política más importante de Ecuador, con argumentos absurdos dados por una función del Estado (en Ecuador es una función del Estado el Consejo Nacional Electoral). Institucionalmente no se permite que se compita en procesos electorales transparentes, y la Revolución Ciudadana, el partido de Rafael Correa, tuvo que participar con un “partido prestado”, con todo lo que implica esto en una contienda electoral, con mucho menor número de candidatos en términos de prefecturas, de alcaldías. Sin embargo, se ganó en dos de las tres provincias más importantes.

¿Qué quiero decir con esto? Tenemos que empezar a ver si lo que existe en nuestros países son democracias, y empezar a nombrar las cosas como lo que son, cuando no se garantiza ni la mínima condición de las democracias: la libre competencia electoral. Siento que la derecha del continente, los grupos conservadores, descubrieron una fórmula mágica para manipular la voluntad popular a través de la institución menos democráticas que existe: la función judicial, que dicho sea de paso se legitima en otro poder monopólico: los medios de comunicación.

En este marco, es necesario repensar la estructura del Estado. Los medios de comunicación para mí son el factor de la intersección entre las dictaduras democráticas y el autoritarismo neoliberal. En matemáticas solían enseñar el “mínimo común denominador” (MCD); el MCD de los dos procesos señalados se llama medios de comunicación, que desequilibra al falso equilibrio de poder. La función judicial tiene mayor poder que las otras funciones del Estado, en donde el poder constituyente del desequilibrio de poderes se llama medios de comunicación en tanto constructores de hegemonía (sentidos comunes). Es un poder transversal a todos los demás poderes que existen en nuestras sociedades.

En muchos países de la región en este momento no se garantizan ni siquiera las condiciones mínimas de la libre competencia electoral. Por eso sostengo que existen dictaduras democráticas por dar un nombre (seguro habrá que inventar alguna otra forma de nombrarla), pero realmente creo que democracia no es lo que se vive en Ecuador o Brasil y otros países de la región.

Pero debemos tener claro un tema. Lo señalado está asociado a estrategias de acumulación del capitalismo. Le llamo autoritarismo neoliberal a lo que otros llamarían neo-neoliberalismo, porque tiene que ver con el marco de la transición que vive el capitalismo industrial: transita hacia el capitalismo cognitivo. El neoliberalismo de la segunda década del siglo XXI no es la misma que el neoliberalismo de finales del siglo XX. En América Latina tenemos que darle toda la importancia que tiene el tema estructural, porque si no nos vamos a quedar en la epidermis de creer que si tenemos muchos ingenieros, muchos matemáticos, buenas herramientas, podemos dar la batalla y disputar la transformación social, cuando es mucho más estructural la disputa que se está teniendo en este momento. Cuidado nos quedamos en la forma y no vemos el fondo de la disputa.

Esta transición que pasa del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo no es interpretada ni discutida por las izquierdas. Estamos viviendo un extractivismo infocognitivo, en el marco de un nuevo proceso de acumulación originaria basado en los datos y en la información. Los datos y la información en este momento es riqueza y es poder.

Dada la crisis de acumulación que existe es necesario generar mecanismos que permitan entender, desde la perspectiva de Marx, que ya no estamos en el punto de una acumulación por ganancia de plusvalor, sino en una acumulación por ganancia de transferencias; que es lo que sucedía antes de la Revolución industrial, en donde la acumulación se basaba en la esclavitud y en la explotación de los recursos primarios. No es fortuito que se le llama “minería de datos”, y eso es, desde mi punto de vista, una nueva forma de acumulación originaria.

La Senadora Citlalli Hernández, quien moderó el Foro.
De izquierda a derecha, María Fernanda Ruiz (Argentina), René Ramírez (Ecuador) y Clitlalli. Foto: Senado de la República.

Y aquí es lo que entra algo que a mí me resulta fundamental nombrar. Este autoritarismo neoliberal, nombrado así por las prácticas que confluyen a través de la no garantía de la libre competencia electoral, ligado a una economía política parcializada de los sistema de justicia y los medios de comunicación que se usan como armas de proscripción, de persecución, de persuasión, de generación de sentidos comunes, que además, son oligopólicos y que también son autoritarios, porque trabajan sobre la libertad de las personas (tanto de elección, de expresión o simplemente atentando a la libertad física).

Son autoritarismos porque son monopólicos con nula participación democrática; responden a oligopolios económicos y que trabajan sobre la subjetividad a través del miedo a la pérdida de la libertad, además de silenciar la pluralidad de voces. Son dictaduras que no trabajan sobre la vida, sino sobre la sustancia de la vida: la libertad. Este “neo neoliberalismo” es necesario analizarla en el marco de que la transición hacia una democracia plena terminó y estamos viviendo un nuevo proceso de transición hacia nuevas formas de autoritarismo, en el marco de una mutación del capitalismo.

El estado liberal es obsoleto. Hay que repensar una ingeniería estatal completamente diferente, donde se ponga en el centro de debate el rol que juegan los medios de comunicación.

Es necesario también darnos cuenta de que después de que pasaron gobiernos progresistas por América Latina se hizo una inversión pública significativa. Ahora el proceso de privatización ya no implica necesariamente inversión privada, sino la apropiación social de una inversión pública hecha socialmente; de lo que suelo llamar, las instituciones de interés común, porque -además- el corazón de este nuevo capitalismo cognitivo está en estas instituciones de interés común -la ciencia, la tecnología, la educación superior, la información, la biodiversidad, la cultura, la salud. La concentración será mayor dado que concentrarán lo realizado y no tendrán que invertir nada o casi nada. Esto implica que se generó una riqueza social que, a través de la agenda neoliberal, se traduce en apropiación privada de lo público y común.

El otro tema que para mí me resulta fundamental, y aquí quizás es importante analizar más detenidamente, es quién defiende a estos procesos. En los setenta tenían muy poca legitimidad los gobiernos dictatoriales. Lo que más me preocupa en este momento es que existe una defensa también social de estos procesos de autoritarismo neoliberal.

Debemos tener claro que aún cuando Bolsonaro haya ganado por poco porcentaje de la población, le votó más del cincuenta por ciento de los electores. Hoy en día se habla temas que hace pocos lustros hubiesen sido impensados como aupar la pena de muerte, el racismo, la xenofobia, etcétera. Ustedes leen ahora en Facebook, en Twitter frases como “métanle preso, métanle un tiro, mátenlo”. No solo es problema de ausencia de debido proceso, sino también de que existe una legitimación de un buen porcentaje de la población de las actuaciones de los gobiernos que son parte de el autoritarismo neoliberal. En este sentido, la defensa del autoritarismo viene acompañada de una suerte de fascismo social que sostiene un alto porcentaje de la población.

Tal operatoria ha quitado foco de atención en el modo de acumulación. El debate pasa de los temas materiales hacia temas morales. Esto es el centro de la eficacia de los proyectos conservadores. Más allá que los gobiernos progresistas deben ser intolerables con la corrupción debemos de tener claro la diferencia entre estructura y agencia. Si bien diferentes casos de corrupción han hecho mucho daño a los gobiernos que buscaban cambios estructurales, tenemos que tener claro que el mayor nivel de corrupción está institucionalizado y es el que produce desigualdad social.

En los gobiernos de Lula, de Correa, de Kirchner hubo reducción sistemática de la desigualdad. En los gobiernos de Temer, Moreno, Macri sucede todo lo contrario. Negar la corrupción de ciertas personas que han hecho mucho daño a estos procesos resulta irresponsable. No obstante, más allá de lo que intentan posicionar los medios de comunicación, esta no se compara con la corrupción institucionalizada que se produce en la concentración de la riqueza de los gobiernos “autoritarios neoliberales”. Solo con analizar qué gobiernos atacan y qué gobiernos defienden (o no tocan) los paraísos fiscales -donde reposa el dinero corrupto-, podemos percatarnos de lo señalado. Claro está, la gente que tiene plata en paraísos fiscales no lo tiene ahí para precisamente dar caridad a los franciscanos.

Pero un punto no menor. En la era de la aceleración, se necesita menos tiempo para producir mucha más acumulación que el primer neoliberalismo. Es decir, el saqueo es más eficaz. Si a esto sumamos que hubo un cierto tipo de pedagogía social en los gobiernos progresistas que llevó a la polarización, porque implicó la agudización de las contradicciones y en donde se estuvo a punto de quebrar el sentido hegemónico neoliberal, podríamos prever que los gobiernos autoritarios de nuevo cuño no duren tanto tiempo en el poder. Las encuestas hoy en día dan perdedor a Macri, ganador a Evo, Sanders está mas presente que nunca, existe una caída estrepitosa de Bolsonaro y Moreno. Esto lleva a una situación un poco perversa. De llegar una nueva ola de gobiernos progresistas, encontrarán países saqueados.

Pero no nos despistemos. Colocar la corrupción en la agenda pública es de los gobiernos prosociales, no de los antisociales, cuyo objetivo es denostar la política. Los gobiernos que buscan genuinamente las transformaciones sociales, sabemos que con lo único que contamos es con la política, porque no tenemos el poder económico. Entonces si se deslegitiman a la política se está deslegitimando la herramienta que se tiene para dar la disputa de la transformación social. Por eso ahora no sólo se busca la construcción de ciudadanos apolíticos, sino ciudadanos contrapolíticos; o sea, que realmente se dediquen más a los juegos de entretenimiento que a dar los debates importantes dentro de la sociedad. La desmovilización social se procesa en la construcción deliberada de la a-política y la contra-política.

No obstante, hay diferentes matices. Lo señalado tiene que ver con cuán educada es la sociedad. Cuba, Argentina o Uruguay claramente son diferentes a lo que sucede en otros países de la región. De hecho, pienso que el impacto que tienen las fake news o las redes sociales en la sociedad es directamente proporcional al nivel de escolaridad que tiene la sociedad. A menor escolaridad mayor penetración de las mentiras comunicacionales.

No obstante, existe un tema fundamental que es necesario advertir. Siendo muy autocríticos, presiento que nuestros gobiernos progresistas de la década ganada no llegaron a desbaratar masivamente al neoliberalismo en su esencia estructural: su esencia subjetiva. Creíamos que el cambio en la materialidad te lleva a un cambio en la subjetividad. La materialidad importa, pero tenía que haber sido contrahegemónica y fue prohegemónica en un buen grupo de la población. Vimos al Estado como vio el neoliberalismo, como un instrumento, no vimos como un proceso de acción colectiva. No logramos destruir la esencia del neoliberalismo, que es ese anti-igualitarismo; no se logró desbaratar el individualista social, apegado al éxito y a la meritocracia; no se desmontó la falacia del mercado y no se logró posicionar otro tipo de significado de lo social. Esto es muy importante: si no entramos en esta disputa del cambio subjetivo podemos llegar al gobierno otra vez y podemos retomar la senda de mejorar la calidad de vida que buscaron nuestros gobiernos con reducción de pobreza, reducción de desigualdad, democratización de derechos; pero al final de cuentas vamos a terminar edificando una sociedad que intente acercarse a los estilos de vida de los ciudadanos del Primer Mundo, y que más que ciudadanos se construyan consumidores. Es necesario entrar en este debate, y esta disputa pasa por la construcción de cuáles son los mecanismos subjetivos, cuáles son los instrumentos que podemos utilizar para cambiar el sentido común.

Por otra parte, debemos tener claro que este autoritarismo de los medios de comunicación, pasa a ser una estrategia económica de mercado que permite fusionar lo económico con lo político. No es fortuito que Julian Assange sea construido por los medios hegemónicos como uno de los mayores terroristas a nivel mundial. Justamente Julian Assange hace y pone el dedo en la llaga de esta transición del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo. Nos referimos a que el líder de Wikileaks puso en el debate público la transparencia de lo público y el respeto a la privacidad, temas trascedentes en la era del capitalismo de big data.
Los instrumentos

No obstante, más allá de los temas estructurales, hay que tener estrategias también instrumentales de corto, mediano, largo plazo. Hay que tener equipos para dar la disputa por el poder, porque la derecha tiene muy claro que con el análisis de big data y los procesos de nanosegmentación, se construyen las nuevas municiones semánticas para poder ganar los procesos electorales. Más allá de que en el mediano plazo es necesario tener agendas mucho más penetrantes (tener instrumentos para dar la disputa no sólo en WhatsApp, Twitter, Facebook, sino en nuestras propias redes sociales), el debate sobre la industria cultural resulta fundamental.

No es casualidad que el único país que tiene balanza positiva comercial en términos de las industrias culturales sea Argentina; todos los demás países tienen balanza negativa en los análisis de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).

No sólo es necesario tener Telesur; nosotros tenemos que construir nuestro Televisa. Asimismo, en el sentido de dar esa disputa semántica, tenemos que tener nuestro Netflix, nosotros vemos más cine norteamericano que el gran cine que existe en Cuba, en Argentina, en Colombia, etcétera. No tenemos dónde ver el cine de nuestro continente, porque no se reproduce en las salas de cine. Tenemos que tener una industria similar a Hollywood.

Además, tenemos que trabajar en los instrumentos estructurales materiales también; por ejemplo, el cable submarino. No podemos cometer el error en la transición al capitalismo cognitivo de que, así como el centro de atención en el capitalismo financiero es que se mantenga al dólar como la moneda del comercio internacional y estén articulados al Sistema de Reserva Federal, que todos nuestros datos estén depositados en un país y en una ciudad llamada Miami. ¿Dónde queda la soberanía de América Latina? Deberíamos tener nosotros en América Latina un repositorio de esos datos. Esto lo entienden muy claramente Rusia y China. Estamos de observadores de la guerra digital entre Rusia, China y Estados Unidos, pero nosotros deberíamos pensar qué queremos para nuestra América Latina.
Temas estructurales

Más allá de estos temas, que son desde mi punto de vista instrumentales, pero que no dejan de ser importantes puesto que la forma también es fondo, es necesario justamente señalar algunos temas estructurales.

Un tema que quiero posicionar es el tema del laicismo. Mientras la separación de la Iglesia del Estado fue fundamental -sin decir que debe seguir siendo importante (sino veamos a Brasil)-, en nuestro tiempo es el equivalente es la división entre los medios comunicación y la banca. Es fundamental debatir cuál es el tipo de propiedad que tiene que tener los medios de comunicación, porque tenemos que tener muy claro: mientras sean privados la imparcialidad no existirá.

A Akerlof y a Stiglitz le dieron el Premio Nobel por el concepto de asimetrías de información. El equivalente al concepto de asimetrías la información en la democracia se llama sesgo informativo. En el sesgo se construye la subjetividad que mata a la democracia; y la alternativa no tiene la fuerza ni la potencia para distribuir esa otra comunicación.

En Ecuador, literalmente tenemos unas cuentas en Twitter y quizás un medio digital (Ecuador Inmediato), que no fortuitamente lo cerraron, para poder posicionar el otro lado de la moneda en el debate público. El debate público en el siglo pasado estaba asociado al sermón dominical, sin dejar de ser importante por la repercusión que tiene. El sermón hoy en día se construye a través de la línea editorial de los medios de comunicación.

El segundo tema importante que quiero señalar es que se debe trabajar sobre la subjetividad del neoliberalismo. El cambio no sólo pasa por los temas materiales; hay que trabajar la productividad social del concepto de igualdad. No siempre la antítesis de desigualdad es igualdad. La construcción de la igualdad como un juego de suma cero, puede ser la muerte de la propia igualdad. Debemos evitar que suceda la paradoja de que aquellos ciudadanos que se beneficiaron de la reducción de la desigualdad ahora reivindiquen desigualdades justas. La reducción de la desigualdad debe ser producida en el marco de un juego de suma positiva. Para ello es necesario colocar en el centro del debate a una igualdad fraterna. Parece ser que una igualdad sin fraternidad produce más sentido común hegemónico neoliberal que contrahegemónico. Es vital recuperar y poner en el centro del debate a la fraternidad.

A su vez, es necesario analizar en el marco de las reformas del Estado a los sistemas de justicia, a los sistemas comunicacionales; es necesario repolitizar la política y cómo volvemos a esperanzar y a movilizar a la sociedad, más allá de algunos temas, de que únicamente se movilicen cuando sienten su materialidad disminuida o su calidad de vida disminuida, porque un proceso político no puede basarse en el fracaso de la sociedad. Eso es lo que ha pasado muchas veces en algunas sociedades, que sólo cuando ya estamos en el fondo del abismo surgen proyectos progresistas.

Finalmente, uno de los temas fundamentales que debe tener prioridad A1 en las transformaciones sociales es poner en el centro del debate a la verdad. Es un tema que no podemos dejar de discutir. Presiento que a veces caemos en la tentación de utilizar las mismas herramientas que utiliza la derecha, o que utilizan los gobiernos conservadores para construir las disputas políticas con fake news. Debemos tener claro que tenemos que recuperar la ética en la política, lo cual implica recuperar la verdad en la esfera pública.

¡Muchas gracias, queridas y queridos compañeros!

(Tomado de Dominio Cuba)

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