fbpx
Cubaperiodistas recomienda

Pablo no es solo un nombre en una portada

Palabras por el Aniversario 40 de la Editorial Pablo de la Torriente

Compañeros y compañeras de la palabra y de la letra impresa, colegas e invitados:

La semana pasada un estudiante de primer año de Periodismo nos contactó para pedirnos que le ayudáramos a localizar un ejemplar de uno de los libros que leyó durante su servicio militar. Se trataba de uno entre las decenas de títulos que meses atrás logramos juntar gracias al aporte del Grupo asesor de la Presidencia, integrado por nuestros periodistas de más veteranía, para donar una pequeña biblioteca a la unidad militar donde las muchachas y los muchachos que optaron por esta carrera cumplen con tan honroso deber patriótico.

El libro en cuestión resultó ser la obra titulada Haití, vivir entre leyendas, de nuestra editorial Pablo, escrito por la periodista Gloria Ugás Bustamante, a quien el joven localizó para hacerle como trabajo de clase la que quizás sea su primera entrevista periodística. “Pues nada, ya puede contar con su ejemplar”, nos respondió enseguida Esthercita, su diligente directora, quien enseguida se lo obsequió al bisoño periodista.

Sirva esta anécdota para aquilatar la trascendencia, a veces incalculable y hasta algo caprichosa, de la celebración que hoy nos convoca. Porque hace cuatro décadas, un 12 de diciembre, no se fundó simplemente una editorial. Se materializó un sueño colectivo, una respuesta necesaria y un compromiso con el futuro. Nació, bajo el ala protectora y exigente de la Unión de Periodistas de Cuba, la Editorial Pablo de la Torriente. Y desde ese instante, cargar con ese nombre dejó de ser un honor para convertirse en una responsabilidad histórica, en un mandato ético, en una brújula.

Porque Pablo no es solo un nombre en una portada. Es el joven de Puerto Rico que hizo suya la causa cubana; es el periodista cuyo verbo era un arma contra la tiranía; es el corresponsal que cruzó el océano para defender la República española con su pluma y, al final, con su vida. En Pablo latía la coherencia tronante de quien vive lo que escribe y escribe lo que vive, como alguna vez nos dijo nuestro presidente Ricardo Ronquillo.

La existencia de Pablo fue, en sí misma, un poema de acción y consecuencia. Y esta casa, que lleva su nombre con honra, ha tenido la misión sublime, como también dijo Ronquillo hace ya un lustro, de “devolvernos los sentimientos, el filo, la gracia, la desenvoltura y la sustancia de su periodismo”.

Hoy nos reunimos no para mirar un catálogo, sino para celebrar un legado vivo. Para honrar a quienes, hace cuarenta años, con la visión de Ernesto Vera y el impulso de un primer equipo encabezado por Irma Armas, tomaron en sus manos la tarea titánica de hacer libros. Y lo hicieron en tiempos donde ya la escasez era una palabra cotidiana, pero donde la voluntad era más fuerte que el papel que faltaba.

¿Cómo se mide la vida de una editorial? No solo en años, sino en las huellas que deja en el pensamiento de un país, o en la impronta de un estudiante de Periodismo, como ya hemos visto. Y si hay un mérito fundacional e indeleble de esta casa, es haber sido, para generaciones de periodistas, una guía en el complejo laberinto de la profesión.

En 1985, el propósito era claro y urgente: garantizar la bibliografía para la formación de nuestros comunicadores. La primera obra, “El médico de la familia en la Sierra Maestra”, de Marta Rojas, ya anunciaba una vocación: contar Cuba desde la profundidad y el compromiso. Pero pronto, el destino de esta editorial sería mayor. Atravesó el desierto del Período Especial, donde mantener viva la palabra fue un acto de resistencia cultural. Y en vez de contraerse, se expandió.

De la técnica periodística saltó al alma de la nación. Comenzó a publicar la historia no como fría cronología, sino como relato apasionado de nuestras luchas, de Martí a Fidel, del Che a Camilo. Asumió el desafío de documentar la epopeya del internacionalismo cubano, con más de 19 títulos que son crónicas de solidaridad. No le tuvo miedo al humor, al cómic, a la biografía de un sonero como Polo Montañez, porque entendió que la cultura popular es también trinchera de ideas.

Y en ese camino, hizo algo más: logró unir el manual técnico con la reflexión ética, el “cómo se hace” con el “por qué y para quién se hace”. Formó profesionales, pero, sobre todo, formó ciudadanos con pluma y micrófono.

Hoy, al cumplir 40 años, podemos mirar atrás con un legítimo orgullo. Un catálogo no es solo una lista; es un mapa del intelecto de la nación. Y el mapa que ha trazado la Pablo de la Torriente es vasto, diverso y profundamente cubano.

Mil trescientos sesenta y un títulos resuenan en este aniversario. Ochocientos cuatro dedicados a la formación, la historia y la cultura general. Quinientos cincuenta y siete que son pura alegría, aventura e ingenio: historietas, humor gráfico, publicaciones para niños y jóvenes. Y de este bosque literario, el 90por ciento tiene raíces nacionales, con autores de todas las provincias, demostrando que la voz de Cuba es coral y llega desde cada rincón de la Isla.

Este catálogo es un panteón de nuestro periodismo. Por sus páginas han transitado 25 Premios Nacionales de Periodismo José Martí. Nombres como Marta Rojas, Juan Marrero, Julio García Luis, Luis Sexto, Rosa Miriam Elizalde y muchos otros, han confiado en esta casa para darle permanencia a su obra. Hemos publicado a gigantes como el propio Martí, Fidel y, por supuesto, a Pablo. Y hemos tendido puentes con voces imprescindibles del continente, desde el magistral trazo del historietista Alberto Breccia hasta el análisis certero de Pascual Serrano.

¿Y cómo no recordar éxitos que traspasaron fronteras? “100 preguntas y respuestas sobre Cuba”, de Carmen Alfonso, se convirtió en un fenómeno con más de 20 ediciones, llevando nuestra realidad a idiomas tan distantes como el japonés. O la historieta “Sandokan en Borneo”, de Ángel Velazco, que mereció un premio del gobierno italiano, probando que el arte cubano dialoga con el mundo.

Todo esto ha sido posible por la entrega de sus directoras: la fundadora, Irma Armas Fonseca, y quien con mano firme y cariño lleva la batuta desde 2009, Esther Pozo Campos. A ellas, y a cada trabajador de esta casa, nuestro reconocimiento.

El mundo, sin embargo, no es el mismo de 1985. Las redacciones bullen con pantallas digitales, las noticias vuelan en segundos por redes globales, y el concepto mismo de “libro” se expande hacia lo electrónico. Ante este torrente, algunos podrían preguntarse por el lugar de una editorial como esta.

La respuesta la dio nuevamente nuestro presidente de la UPEC, cuando afirmó que es “necesario que la Pablo se convierta en una institución moderna a tono con los nuevos medios”. Y tiene razón. El desafío del siglo XXI no es abandonar nuestros principios, sino pensar en el tipo de editorial que queremos para este nuevo tiempo.

Y ya ese camino se transita. La venta de e-books a través de plataformas como Citmatel es una realidad. Las publicaciones continúan, con nuevos títulos registrados incluso este 2025. La modernización técnica no es una traición a la esencia, sino su garantía de supervivencia. Porque el soporte puede cambiar —del papel al pixel—, pero la misión permanece intacta: proveer de “buena parte de la bibliografía técnica” y asumir esa “tarea muy especial” de llenar las lagunas culturales, de ser faro crítico en la construcción de nuestro modelo de prensa socialista.

Cuarenta años después, la pregunta inicial resurge con fuerza: ¿Qué significa llevar el nombre de Pablo de la Torriente hoy?

Significa recordar que, con Pablo, la Revolución —y con ella la prensa— siempre debería llegar a tiempo, nunca tardar, nunca callar contra todo riesgo. Ese es el mandato ineludible. Llegar a tiempo a los debates cruciales de la nación. Llegar a tiempo a la formación de las nuevas generaciones, que no solo necesitan dominar un “tuit”, sino entender la historia que lo precede. Llegar a tiempo a la batalla de ideas, con libros que no solo informen, sino que conmuevan, cuestionen y transformen.

Esta editorial nació de la UPEC y para la UPEC, pero su alcance es todo el pueblo. Es un taller donde se forja el arsenal ideológico de la Patria. Un lugar donde la memoria y el futuro se dan la mano.

Al concluir este homenaje, miremos hacia adelante. Que los próximos cuarenta años encuentren a esta editorial tan firme en sus principios como audaz en sus formas. Que siga publicando la Cuba multifacética que somos. Que continúe siendo guía y sostén para los periodistas que sueñan con este oficio tan noble, difícil y necesario.

¡Que viva la Editorial Pablo de la Torriente!

¡Que viva el periodismo cubano!

¡Muchas gracias!

Imagen de portada: Juan Carlos Ramírez Heras, vicepresidente de la Upec. Foto: Iván Gutiérrez.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Share via
Copy link
Powered by Social Snap