Sabemos que Nietzsche fue un filósofo, fundamentalmente poeta, como él mismo lo admitiera, que transmitió su pensamiento a través de una escritura aforística y que influyó mucho en buena parte de la filosofía contemporánea. Fue un vitalista, anti-idealista, antimoralista, venerador del cuerpo, de la voluntad y la salud física.
Su perspicacia y su observación de las conductas y comportamientos humanos fueron admirables y demoledoras. Fue detractor de la plebe, del Estado, de la religión, del pueblo, de las masas y desechó de plano los sentimientos de compasión, piedad, consideración, etc. Habló del más allá del bien y del mal y del proyecto de superación del hombre, es decir, del advenimiento futuro del “Superhombre”.
Nietzsche trasmite sus enseñanzas no a través de largos discursos o parlamentos, sino a partir de oraciones y frases cortas, contundentes, impactantes, que no se abren a una dialéctica o a un debate. Habla como un sabio a sus discípulos y seguidores, aunque no se considere un sabio, con enunciados taxativos, tajantes, irreductibles.
Pero fue al mismo tiempo profundamente contradictorio en muchos aspectos, al punto de complicar a los estudiosos que se debatieron, y aún se debaten, en largas interpretaciones sobre su pensamiento y escritura. Se dice que inspiró, en algún sentido, algunas de las brutales concepciones nazis. Pero lo cierto es que cada régimen dictatorial puede haber tomado prestado de Nietzsche aquellas partes que mejor calzaban a sus propios talles, inclusive con fórceps.
Volví a leer últimamente a Nietzsche (lo leo a menudo, o, mejor dicho, lo malinterpreto siempre, como está a la vista) no por su filosofía en sí, sino por su increíble poeticidad y sus inigualables metáforas. Me resonó su estilo aforístico que me hizo recordar el habla de alguien conocido por los argentinos, salvando, por supuesto, las abismales diferencias.
Creo que Milei leyó (bien o mal) a Nietzsche, o, quizá su influencia (no tanto en el contenido sino en la forma) le haya venido envasada en otros autores, influenciados a la vez por el estilo nietzscheano, a los que el anarco-capitalista argentino ha leído. La prevalencia del aforismo en sus discursos políticos, su proclamado “vitalismo”, su alarde de impiedad y falta de compasión, su indiferencia ante el sufrimiento ajeno, su detracción de lo popular, su defenestración del Estado, la promoción del individuo por sobre el rebaño y lo comunitario, el descrédito de la razón moderna, etc., etc., indicarían una cierta adscripción del “libertario” a las ideas nietzscheanas. Es muy posible que lo haya incorporado.
Hay sentencias aforísticas en el discurso del actual presidente argentino que parecieran casi copiadas de la escritura de Nietzsche, especialmente del libro “Así habló Zarathustra” cuando el propio Nietzsche como narrador dice iracundamente, por ejemplo: “¡Bienvenida tarántula! En tu alma se asienta la venganza (…) ¡vosotros predicadores de la igualdad! ¡tarántulas sois para mí, y vengativos ocultos! ¡voy a sacaros de vuestros escondrijos!”.
La retórica del insulto y un discurso apelativo con los que habla a alguien: seguidores, discípulos, adversarios, etc., a través de imprecaciones, denominaciones despectivas (cadáveres, tarántulas, simios, malignos, moscas del mercado, moscones venenosos, bufones solemnes, perros salvajes, serpientes enfurecidas, reptiles, malditos, la chusma, no dejan de encontrar un paralelismo en expresiones mileístas (degenerados fiscales, malditos, simios, mandriles, ratas, zombis, enanos comunistas, ensobrados, etc.).
Hay en Milei alocuciones en contra de la idea de Estado que parecieran haber sido sacadas directamente del capítulo “Del nuevo ídolo”, de “Así habló Zarathustra”, donde versa: “¡Estado es el nombre que se da al más frío de todos los monstruos fríos! (…) Aniquiladores son quienes denominan Estado a tal obra. (…) Para los superfluos fue inventado el Estado (…) Ved cómo convoca a los superfluos, cómo los devora y los tritura y los rumia. Dementes son para mí todos ellos, y atolondrados simios trepadores. ¡Su ídolo, ese monstruo helado, me huele mal, todos me huelen mal, esos simios servidores del ídolo!” También podríamos hablar del uso en Nietzsche de parábolas, alegorías o fábulas como la “De la picadura de la víbora”, etc.
Por supuesto que en Milei lo nietzscheano es la extrapolación de un estilo y en ello radica la eficacia: en el despliegue de un discurso al que las formas aforísticas y apelativas vuelven seductor para importantes franjas de la población, ávidas de figuras predicadoras y mesiánicas. Milei constituiría, de estar yo en lo cierto, al menos en su estilo aforístico, una especie de Nietzsche iletrado, pantomímico, en definitiva, un ejemplar más dentro del muy peligroso corpus de “nietzschitos” de entrecasa que proliferan sobre la superficie de estos tiempos. (Tomado de Página 12).


Como siempre Antonio Gutiérrez nos illumina
Gracias por aiudarnos a comprender estas realidades tan complejas
R.