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La cámara lúcida

Cierta crítica de corta y pega

Pocas veces se aborda, en cierta crítica de corta y pega, el concepto de registro, asociado a los empeños y las funciones de actores o actrices en una escena. El término, esencial pero no único, pone en valor los acentos de una pieza televisiva, teatral o cinematográfica. Registro es lo que muestra un intérprete dúctil, maleable, plural, si en una puesta cabe este último vocablo. El mapa vital para el desarrollo de sus labores profesionales —y esa es una clave inequívoca a la hora de entender el rol de todos los que son parte de esa fiesta fílmica— está en todo un equipo de artistas y técnicos “apegados” a las exigencias de un guion. En La bella del Alhambra (Cuba, 1989), de Enrique Pineda Barnet, indiscutible clásico del cine cubano, se aprecia este signo en la interpretación de la actriz Beatriz Valdés: poderosa en los flujos de sus diálogos, de cambiantes estados de ánimo en correspondencia con las exigencias de la escena, dotada de un movimiento escénico que no busca ese “punto y aparte” entre tantos buenos actores y actrices que secundan su labor. Coherente con las líneas que Barnet le traza, se atempera a sus roles y cometidos, pues una película es la concatenación de un puzle en torno a la historia, al relato que se apuesta a contar. La capacidad de bailar y cantar en retablos teatrales y el juego de las manos que sirve de metáfora hacia lo simbólico de la historia son parte de una suma de conquistas donde la actriz desgrana potencialidades. Pero subrayo un elemento más, su desempeño escénico no peca de desmesurada sobreactuación; la contención es clave en el ejercicio del intérprete. Se trata de lograr credibilidad, equilibrio, empatía con el público que espera esos roles más allá de la belleza y el movimiento, frente a una cámara indagadora, testigo de los signos que deja en la evolución de subtramas, resortes que construye un director del calibre de Enrique Pineda Barnet. Cierta crítica legitima la gestualidad exuberante con el buen ejercicio de un actor o actriz. Esa idea resulta ser una distorsión del término registro, un facilismo discursivo cuando se trata de escribir sobre las claves de cada escena/secuencia y el conjunto de toda una puesta. El actor o actriz está sujeto a un curso dramático, y esa es una clave que no podemos ignorar.

Imagen de portada: Fotograma del filme La bella del Alhambra (Cuba, 1989), de Enrique Pineda Barnet.

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Octavio Fraga Guerra
Periodista y articulista de cine, Especialista de la Cinemateca de Cuba. Colaborador de las publicaciones Cubarte y La Jiribilla. Editor del blog https://cinereverso.org/ Licenciado en Comunicación Audiovisual por el Instituto Superior de Arte de La Habana.

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