Hace 130 años, en Dos Ríos, cayó en combate el mayor general del Ejército Libertador, José Martí Pérez (1853-1895), una estrella itinerante que se alojó en el cuerpo y en el espíritu de un hermoso niño. La posteridad lo conocería como un “cubano inmenso que escribió acerca de cuanto tocó su sensibilidad”, de acuerdo con Eusebio Leal Spengler (1942-2020).
Un pensador de la estatura excepcional del Apóstol no pasó desapercibido para el Padre Félix Varela Morales(1788-1853), y su pujante ciencia psicológica, cultivada en la praxis educativa, religiosa y periodística, enriquecida desde la vertiente pedagógico-editorial por don Enrique José Varona Pera (1849-1933).
Cuando José Martí comenzó a incursionar en los campos de la poesía, la literatura y el periodismo, la Psicología ya había roto su vínculo filial con la Filosofía (scio mater), y se convirtió —por derecho propio— en la “ciencia del espíritu”.
El poeta y ensayista Cintio Vitier (1921-2009), advierte que “en toda su obra literaria y periodística [de Martí] existe una referencia continua a que las necesidades del cuerpo y del alma, los valores de la razón y la esperanza, se compensen, articulen y equilibren”.
En el momento en que su avidez cognoscitiva y espiritual se interesa en escudriñar los intersticios de la “ciencia del espíritu”, la psicología había comenzado a edificar un sistema doctrinal. Así, el genio martiano no solo percibe que la elaboración de ese cuerpo teórico-conceptual y metodológico se encuentra en proceso de desarrollo, sino también le hace aportes medulares a la psicología insular.
El concepto filosófico-antropogénico de hombre, la formación integral que debe recibir a lo largo de la vida, así como la unidad indivisible entre lo cognitivo, lo afectivo y lo espiritual, constituyen —sin duda alguna— el legado martiano al desarrollo de la psicología caribeña. Por lo tanto, José Martí — junto a Varela y Varona—, puede ser considerado uno de los padres fundadores de la psicología cubana.
