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Matanzas: noche al pie del fuego

Cerca de la una de la madrugada recorremos las cercanías del fuego en la zona industrial matancera. La noche parece dominada por un silencio tan denso como la humareda que se desperdiga sobre el horizonte.

Una leve esperanza de que la fuerza de las llamas desciende se esfuma muy pronto con las lengüetas que reaparecen sobre las estructuras de un grupo electrógeno que parece percibir la cercana amenaza.

A estas horas un equipo del periódico Trabajadores intenta obtener noticias y testimonios, mientras los oficiales se les esfuman entre las decenas de bomberos tirados sobre colchones de espuma o sus propias indumentarias en los alrededores de una base especializada que hace de punto de avanzada en la contienda contra el siniestro.

Los pocos que no fueron dominados por el cansancio meriendan a esas horas. La rotación de estos combatientes es tan obstinada como la del fuego. La obsesión de la noche es llevar agua suficiente hasta el lugar para bajar la temperatura.

De lo anterior depende que pueda aplicarse la espuma que acabe por dar el tiro de gracia al siniestro. La gran sombra de la madrugada es que explote un tercero de los grandes depósitos en la línea del fuego.

Los ojos de los bomberos no pueden soportar y se cierran por el cansancio, pero sus puntos de vigilia se quedan allá en el horizonte, al tanto del menor cambio en la textura de la oscuridad o los ruidos que llegan del más allá.

Mientras las llamas devoran insaciables el combustible desparramado de las explosiones y los grandes tanques quebrados, a estos hombres, que lloran o se les consume el alma por los compañeros perdidos o desaparecidos, les devora la incertidumbre de si podrán cumplirle el ansia a la ciudad que espera expectante: que todo este drama definitivamente acabe…

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Ricardo Ronquillo
Periodista cubano. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.

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