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“Nada fue tan importante como haber conocido a Fidel”

Uno de los más notables intelectuales cubanos e iberoamericanos, Roberto Fernández Retamar (La Habana, 9 de junio de 1930-20 de julio de 2019), destacado poeta, ensayista y promotor cultural,  vio al joven Fidel Castro Ruz por vez primera en la Universidad de La Habana, cuando ambos estudiaban en ese centro de altos estudios.

Entre Retamar y Fidel existía una pequeña diferencia de edad. El primero estudiaba Arquitectura, y posteriormente Filosofía y Letras,  y el segundo, Derecho, como alumno “por la libre”,  es decir que no tenía que asistir diariamente a clases sino que solo iba a los exámenes, motivo por el cual se veían poco, aunque los dos militaban en varias organizaciones progresistas como el Comité 30 de Septiembre, coordinado por el Presidente de la Asociación de Derecho, Baudilio Castellanos, quien luego fue el abogado defensor de los asaltantes al Moncada.

En reiteradas entrevistas con la prensa, Retamar expresaba que jamás hablaron, lo cual siempre lamentó, pero sí guardaba en su mente nítidos recuerdos del entusiasta líder revolucionario: “Nada fue, ni de lejos, tan importante como haber conocido a Fidel, una criatura absolutamente excepcional que, para mí, solo es comparable con Simón Bolívar y con José Martí, esa es la tríada gigantesca de nuestro continente”, dijo el autor de Calibán, célebre ensayo mayor, publicado por vez primera en la revista Casa de las Américas en el año 1971.

A principio de la década de los años 50 del pasado siglo,  el connotado escritor ya había publicado, a los 20 años de edad, su primer poemario titulado Elegía como un himno y al año siguiente apareció el segundo, Patrias, con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía; en tanto la figura de Fidel asumía protagonismo entre los jóvenes al ser de los primeros en denunciar el carácter reaccionario e ilegítimo del régimen establecido tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.

El primer gran encuentro entre Retamar y Fidel se produjo en junio de 1961 cuando el líder histórico de la Revolución Cubana sostuvo varios encuentros con un nutrido grupo de intelectuales cubanos en la Biblioteca Nacional, reuniones que concluyeron el día 30 de ese mes con el célebre discurso conocido como Palabras a los intelectuales, las cuales definieron posiciones ideológicas entre escritores y artistas y se desbrozaron los senderos que propiciaran la inclusión del arte y la literatura en el programa de transformaciones sociales recién iniciado por la Revolución Cubana.

En esa época el también autor del conocido libro Nosotros, los sobrevivientes (2010) había sido designado por el gobierno revolucionario, amén de su posición patriótica y antimperialista, como consejero cultural de Cuba en Francia a la vez que escribía para la  Nueva Revista Cubana (1959-1962), editada por la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación y para la que colaboraban importantes escritores cubanos y extranjeros.

Luego vinieron otras oportunidades en las que los dos grandes hombres volvieron a encontrarse. Una de estas fue en un viaje gubernamental a Brasil, ocasión en que Fidel calificó a Retamar de el Quijote Cubano, apelativo por el que a partir de entonces lo llamó hasta que Raúl le sugirió que mejor lo llamara Cervantes.  “Yo no pensaba que Raúl tuviera ese grato ingenio y en lo adelante él me dijo Cervantes, nunca me dijo Quijote”, recordaba el Premio Nacional de Literatura 1989 y Presidente de Casa de las Américas desde 1986 hasta su fallecimiento.

Posteriormente viajaron juntos a Venezuela, oportunidad en que dialogaron sobre muchos asuntos. Fidel y Retamar coincidieron después en los congresos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, pues este último asimismo fue secretario de la organización que agrupa a la intelectualidad insular en la que hasta 1964 codirigió, junto a Nicolás Guillén y Alejo Carpentier, la revista Unión; además de miembro del Consejo de Estado de la República de Cuba

“Lo extraño todos los días de mi vida.  Yo creo que en la historia de la humanidad no hay muchos hombres como Fidel, no ya en Cuba, no ya en América, en el mundo. Hay que remontarse a figuras excepcionales como lo era él realmente. Yo pienso en Fidel, como pienso en el Che y como pienso en Martí, constantemente. Personas así no solo no deben morir, sino que en cierta forma no mueren nunca”, expresó en una de sus últimas entrevistas con la prensa, realizada por los colegas Elier Ramírez Cañedo y Wilmer Rodríguez y publicada en el periódico Granma el 12 de agosto de 2019.

Retamar amó y defendió el proyecto socialista emprendido por Fidel hasta su último aliento. Confiaba y creía en el programa de aquel revolucionario asaltante al Cuartel Moncada al que en reiteradas ocasiones le dijo: “Usted no es solo un guerrillero, usted es un intelectual. Por supuesto que lo era, era un súper intelectual, pero no le gustaba que se lo dijeran. Le pasaba como a Martí, que prefería que lo tomaran como guerrero que como un intelectual”.

El calibre marxista, leninista y fidelista de Retamar se puso de manifiesto a través de sus escritos y su acción revolucionaria. En una entrevista que le realizó el reconocido investigador, historiador, editor y ensayista cubano, Julio César Guanche, la cual forma parte del libro En el borde de todo. El hoy y el mañana de la revolución en Cuba (Ocean Sur, 2007), enfatizó que “continuaría hacia adelante con el arrojo de las auténticas revoluciones socialistas, con su desafiante esfuerzo por oponerse a una historia milenaria (mejor es llamarla, como propuso Marx, prehistoria) y abrirse a un porvenir en que sea posible la plena hominización del ser humano. Esto, según sabemos, no ha resultado nada fácil”.

Asimismo expresó algunas ideas que se ajustan a estos tiempos en que la Revolución Cubana vuelve a ser amenazada bajo el persistente odio de la mafia miamense: “El destino de Cuba —dijo Retamar— y los cubanos es amenazado pero grandioso. No obstante los errores que hayamos cometido en la forja de una nueva República, los aciertos son inmensamente mayores, e incluyen colaboraciones esenciales con otros países, en especial de nuestra América y África. Más que nunca antes tenemos el derecho y el deber de alimentar la esperanza”.

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