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Las armas de Martí

Quizás el título resulte algo desacostumbrado tratándose de nuestro Héroe Nacional, quien nunca empuñó arma alguna con propósito innoble. Sin embargo, al conmemorarse este 24 de febrero un aniversario más del inicio de lo que él dio en llamar la “guerra necesaria”, se impone recordar, aunque de manera breve, las particularidades de aquellas armas de su propiedad que le acompañaron durante la etapa última de su ejemplar existencia.

Las tres armas hasta el presente conocidas como propiedad de Martí, fueron de fabricación norteamericana. La primera en el tiempo fue un revólver Colt, calibre 45, que poseyó Martí en Nueva York, sin que se pueda precisar si fue resultado de una compra u obsequio de algún patriota, ya que tiene en el guardamonte de la masa o tambor su nombre cifrado. Sobre el cañón, entre otras inscripciones de fábrica, aparece la localidad de Hartford, donde estaba ubicada la industria de Colt. En la actualidad este revólver es parte de los objetos personales de Martí que atesora la Fragua Martiana de La Habana. En el mismo, y como dato de interés en relación con su diseño, se aprecia a ambos lados de la empuñadura la imagen de identidad de las armas de Samuel Colt: un potro encabritado por el dolor que le provoca una lanza india clavada en su costado, mientras retiene entre sus fauces una segunda lanza; bajo sus dos patas delanteras levantadas se ve una tuna, símbolo de la flora de las desérticas extensiones del oeste norteamericano. No sin ingenio publicitario, establece así el fabricante una relación entre su apellido y el sustantivo colt, que significa potro. De hecho, el potro también simboliza el ímpetu de la joven y pujante sociedad yanqui, en su etapa última de expansión territorial en lo que iba de siglo.

Al embarcar hacia Santo Domingo, en su último viaje de acción revolucionaria, cuyo destino final sería Cuba, junto con el revólver Colt, también formó parte del armamento de Martí un fusil Winchester. Esta arma había sido concebida por la entonces naciente industria armamentista norteamericana con el propósito de darle un mayor poder de fuego al ejército de la Unión durante la Guerra Civil o de Secesión. Sin embargo, su mayor uso y destaque se produjo con posterioridad a este crucial hecho histórico, cuando tuvo lugar el desigual enfrentamiento del ejército estadounidense con los pueblos indígenas durante su guerra de despojo y expansión territorial hacia el oeste del continente. El género fílmico conocido como oeste (western), que tan buenos dividendos y personalidad comunicativa le aportó al cine hollywoodense en el pasado siglo, tiene en el Winchester y el ferrocarril dos de sus más representativos protagonistas.

Ya en Santo Domingo, entre Martí y el hijo de Máximo Gómez, Panchito Gómez Toro, se produjo un cambio de armas: Panchito le regaló a Martí un revólver Smith and Wesson, calibre 44, con conchas de nácar en la empuñadura, y, en reciprocidad, éste le obsequió su Colt. Según testimonios de primera mano, cabe conjeturar que a la par de las razones de amistad que prevalecieron entre los dos patriotas para el citado intercambio, existían otras de orden técnico. El Smith and Wesson —posiblemente el llamado modelo Ruso, de 1878—, según los expertos, era por entonces el mejor revólver. A la alta calidad de su diseño y de la munición que usaba, sumaba un número de cualidades, a saber: menor tamaño, menos peso y una mejor adecuación formal de los componentes empuñadura y gatillo en relación con la mano del que lo portaba. En conocimiento, sin duda, de lo que recibía y por qué lo recibía, Martí aceptó el Smith and Wesson más por el protector cariño que en su velada intención amparaba el regalo de Panchito, que por las particularidades técnicas del arma. Y como de padre a hijo le correspondió, dándole su revólver de siempre. A fin de cuentas, para morir «de cara al sol» por la libertad de su patria, no hacía gran diferencia empuñar un revólver o una lanza caribe. Sus verdaderas armas —las de siempre—, que alcanzaban a todos sin importar distancia ni nacionalidad, fueron su palabra y ejemplo… Las mejores y más seguras en todos los tiempos.

Al desembarcar en Cuba, por Playitas de Cajobabo, su armamento era el revólver Smith and Wesson, el Winchester antes citado y un machete de hoja curva cuya empuñadura la remataba la cabeza en relieve de un gallo de pelea, símbolo de hidalguía y coraje. Estas dos últimas armas, el Winchester y el machete, se encuentran en el Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba y en el Museo de la Ciudad de La Habana, respectivamente. Al caer en combate desigual en Dos Ríos, Martí solo empuñaba el Smith and Wesson, regalo de Panchito. El Winchester quedó en el campamento. El revólver, que nunca llegó a disparar, fue ocupado por el jefe de la columna española coronel José Ximenes de Sandoval, quien en actitud lacayuna, se lo obsequió al entonces Capitán General de la Isla de Cuba, Arsenio Martínez Campos.

Para las presentes y futuras generaciones quedan como testimonios de las armas de Martí, el revólver Colt, el Winchester y el machete de hoja curva. En España o en otra parte de este hemisferio, tal vez, contra el fondo blanco de una pared, como un adorno más, cuelgue el Smith and Wesson que con propósito más noble empuñara cubano alguno en la antes pasada centuria.  Por el uso que se le da a las armas, también se conocen las personas y los pueblos. [1]

[1] Este artículo  forma parte de los contenidos del libro De viaje con Martí, aún inédito.

(Imagen destacada: Obra de Ernesto Rancaño)

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Jorge R. Bermudez
Ensayista, poeta y crítico de arte.

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