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Con la misma piedra

Obviamente, no aprendimos. Y lo peor es que parecía una “buena” lección con todos sus dolores, ahogos y miedos. Gente que no se pudo abrazar, gente que pensó que se moría, y en más de un caso sucedió, gente que no entendía cómo ni por qué. Todo eso contabilizado en partes diarios que hablan de números que crecen y crecen… y de predicciones que nos anuncian que lo peor ni siquiera ha pasado.

Pareciera que nos adaptamos —tan, pero tan bien— a ¿convivir? con la pandemia, que nos creemos inmunes e ignoramos fatalidades y secuelas. La hemos asumido en el tema del día y hablamos de síntomas, del precio del nasobuco, de que esto no me deja respirar, de lo complicada que está la cosa…Y mientras, hacemos la cola por la acelga, los niños juegan en el barrio ahora que no hay clases presenciales, y entramos a casa con el apuro de volver a salir, y los zapatos entran y salen, y no usamos el nasobuco o lo usamos mal; y las pesquisas no siempre se hacen bien, y las muestras y los resultados de los PCR demoran, y los ingresos, a veces, son lentos, y vamos a trabajar con esa tos “que no es nada, muchacha”.

Salimos de la compleja situación, y ahora, con 22 centros de aislamiento en Ciego de Ávila y casi 1 600 avileños confirmados, está claro que la violación, la permisividad… y la impunidad volvieron, incluso, después de un largo período de aprendizaje.

O, de lo contrario, estaríamos hablando, al mismo tiempo, de sancionados. Ya no de multas y de protocolos violados. Porque lo más triste de este rebrote, después de los muertos y de las secuelas que los vivos seguirán padeciendo, es la certeza de que el escarmiento no ha sido suficiente y de que el discurso luce desgastado, de tanto usarse.

Quizás, ahora que un nuevo decreto ha entrado en vigor y la imprudencia podría costar 3 000.00 pesos, algunos se contengan, aunque ya se ha demostrado que, del mismo modo que para unos la vida no tiene precio, para otros vale muy poco.

O, tal vez, el ingreso institucional de todos los viajeros internacionales (impuesto hace pocos días) evite que vayan corriendo a festejar (y a infestar) a los familiares y, con ello, desciendan los casos importados; pero también se ha demostrado que la irresponsabilidad no es solo “importada”.

Y es que la pandemia ha venido a recordarnos que el ser humano seguirá tropezando con la misma piedra, una, dos, tres… y la cantidad de veces que tropezar suponga, apenas eso, un tropezón. Lamentablemente, muchos lo han naturalizado así y siguen caminando.

Por eso, imponerle 10 000.00 pesos de multa a quien adultera un precio o a quien lo fija con “información alterada”, no es más perentorio que sancionar a quien propaga la pandemia y provoca daños mayores e irreversibles (e incluso lo paga en menor cuantía).

Desde cualquier ángulo que se mire, sin obviar el costo económico para el país, la conclusión es evidente: tenemos que frenar la escalada de la COVID-19; aun con la noticia de los candidatos cubanos, que todavía no son vacuna y que, a mediano plazo, tampoco nos protegerán del todo.

(Tomado de Invasor)

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