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Manchas que no podrán tapar el sol cubano

Por estos días de pandemia, en nuestro país ha prevalecido la aparición en la prensa de los reiterados ejemplos de valor, dignidad y solidaridad de médicos, enfermeros y enfermeras, personal auxiliar en los hospitales y centros de aislamiento, y muchos otros en una larga y hermosa lista.

Se trata de una realidad que nos llena de orgullo, donde sobresale el patriotismo y el valor humano, la consagración y la constancia.

Pero también han aparecido algunas manchas como el acaparamiento, robo, incumplimiento de las normas sanitarias e ilegalidades  que han recibido, como debe ser, la denuncia pública y el peso de la ley sobre sus infractores.

Son manchas que no pueden tapar el radiante sol cubano.

Cada jornada, los medios de prensa, con transparencia y profesionalidad, se han hecho eco de ejemplos de virtudes, a la vez que han dedicado espacio a la condena de las lacras que algunos quieren mantener.

En medio de este panorama, un enemigo peor que la COVID-19, se ha empeñado en «apretar» tuercas como las que sostienen el bloqueo, la mentira, la difamación y cualquier otra infame acción para demeritar nuestro proyecto.

Desde el gobierno de Estados Unidos se vigila, día por día, por dónde andan los barcos que traen petróleo, alimentos o medicamentos a la Isla bloqueada. Qué transacción bancaria se ha hecho entre entidades cubanas y de cualquier otro estado del planeta. De qué insumo médico pueden cortar el suministro a la Cuba que salva vidas y, por supuesto, cómo presionar a los gobiernos de los países que solicitan y aceptan la colaboración médica cubana para que renuncien a ella, aunque sea a costa de la vida de quienes reconocen salvarse por la pronta atención de un galeno cubano, ya sea en el más intrincado paraje de la geografía mundial o en la desarrollada Europa.

Pero, la otra pata de esta mesa imperial, es la de los grupúsculos contrarrevolucionarios —mercenarios de aquí y de allá— que se empeñan en llenar sus bolsillos con dinero de los contribuyentes estadounidenses, que la USAID, el Departamento de Estado y hasta la misma misión diplomática de Washington en La Habana, les hacen llegar para pagar sus «favores».

Para eso utilizan elementos indignos, ya reciclados una y otra vez, fracasados que pueden usar como bandera, lo mismo un vestido blanco que una «creación» pictórica de baja monta.

Hay casos tan serviles como el de Rosa María Paya, quien vive a expensas de supuestos «méritos» de su padre, Oswaldo Payá Sardiñas, fallecido en un accidente automovilístico en 2012. Inflada mediáticamente como «activista por los derechos humanos».

Al apoderarse de los atributos de su progenitor, asumió los vínculos de este con el gobierno de Estados Unidos, por su liderazgo en la organización contrarrevolucionaria Movimiento Cristiano de Liberación (MCL) y principal impulsor del llamado Proyecto Varela, financiado desde el exterior, con la participación activa de lo fuera la SINA (Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana), adonde asistía con frecuencia a reuniones para recibir orientaciones y financiamiento para sus actividades.

Con tales antecedentes la contrarrevolucionaria Rosa María Payá, se dice ser una «refugiada política» que «teme por su seguridad». Raros atributos si se tiene en cuenta que durante estos años como asalariada del imperio, ha entrado y salido de Cuba en reiteradas oportunidades. La rara «refugiada» tiene en su aval, además de una cuantiosa cantidad de dinero recibido por sus «favores» al servicio de Washington, una activa participación en eventos en Miami y  otras ciudades, siempre y cuando sean para difamar a Cuba y, por supuesto, de los que pueda obtener viáticos abundantes.

En todo este universo contrarrevolucionario de unos «cuatro gatos y gatas» sedientos de dinero — mucho dinero—, también ha tenido protagonismo en época de pandemia, un farsante capaz de darse con su propia cabeza en una mesa y después decir que fue un montaje de la seguridad cubana.

Se trata de José Daniel Ferrer García, fabricado por Estados Unidos como «un activista por los derechos humanos», al que algunos medios internacionales tratan de exhibirlo como «la cabeza visible del movimiento disidente en el interior de la Isla desde la muerte de Oswaldo Payá», según aparece en el sitio Wikipedia.

Estos ejemplos y algunos otros que forman parte de la fauna que vive y actúa bajo la sombrilla del gobierno de Estados Unidos, son los mismos que llenan sus bolsillos con el presupuesto que cada año ese gobierno otorga para «contribuir a la liberación de Cuba», y que, más que ridículo y risible, debía dar vergüenza —de tenerla— a quienes se aferran a lo imposible: destruir el proceso revolucionario cubano.

En estos primeros días de julio, cuando ya Cuba transita por la primera y segunda fases de recuperación por la COVID-19, apareció  otro de estos personajes fabricados y reciclados por el Departamento de Estado y los grupúsculos contrarrevolucionarios.

Se trata de Ariel Ruiz Urquiola, un pinareño que, formado por la Revolución como biólogo, ha sido requerido legalmente por sus desafiantes actuaciones contra las autoridades que cuidan los recursos forestales en su natal región.

Ahora de gira por Europa, luego de una visita que le hiciera a su casa la encargada de negocios de la embajada de Estados Unidos en La Habana, se apareció en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, y allí, quiso montar un show con guión Made In USA, con burdas mentiras para difamar la salud pública cubana.

Nada más parecido —tal si fuera una copia— a los discursos, pronunciamientos y tuiter, que aparecen con mucha frecuencia en voz de Mike Pompeo, y otros altos representantes del gobierno de Donald Trump.

De este señor no hay mucho que agregar, pero recuerdo que entre los años 2018 y julio del 2020, su nombre, con el calificativo de «biólogo cubano», ha contado como defensores de su «causa» contrarrevolucionaria, a personajes como Mike Pompeo, Ileana Ros-Lehtinen (la loba feroz), y Luis Almagro, el abominable  secretario general de la OEA.

Con ese aval y me imagino que con lo que recibe por las misiones que cumple, era idóneo para presentarse en Ginebra a hablar mal del sistema médico del país que le atiende su salud, con la calidad que se hace con todos los habitantes de la Isla, y de manera totalmente gratuita.

Son manchas, sin lugar a dudas, que nunca podrán tapar el brillante sol cubano. El de la dignidad, la solidaridad y el humanismo.       

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Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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