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Ojito ve demasiado

En un encuentro social o una fiesta, Enrique Ojito puede pasar inadvertido. Pequeño de estatura, con una fisonomía bastante común, y ese recogimiento de respetuoso señor que nunca llega a comprar por culpa de los colados en la cola. Pocos repararían en su talante, ajeno a la altisonancia y los arrestos de los estrepitosos. Casi siempre arrimado a Arelis, su amor y su luz. Ensimismado en ella.

Para colmo, lleva de apellido un diminutivo de esas ventanas por donde nos entra el mundo en todos sus matices. Como si fuera a percibirlo todo a micro escala. Pero ojo… las apariencias suelen ser veleidosas. Quien lo viera al final de la cola no imaginaría que detrás de aquella humilde estampa reverbera uno de los más grandes periodistas cubanos. Ese que acaba de recibir con sorpresa, como si no lo creyera, la noticia de que es el Premio Nacional de Periodismo José Martí 2020 por la obra de su vida.

Sin abandonar durante más de tres décadas el periódico Escambray y la radioemisora Radio Sancti Spíritus, en la tierra del Yayabo, Ojito ha llegado a convertirse en una montaña de nuestro periodismo. Mansito así como aparenta, ha sido uno de los más corajudos del gremio en el tratamiento hondo y responsable de vitales temas y encrucijadas de la sociedad cubana. Un perseverante contra la corrupción, el delito económico y otros males, con la misma agudeza y gracia con que defiende ante el enemigo los valores de nuestra Revolución.

Versátil en cualquier género periodístico, a este todoterreno habrá que reconocerle siempre su paciente y demoledora expedición en los reportajes de investigación, hasta tocar la médula del asunto. O los artículos enjundiosos y los comentarios punzantes sobre asuntos de nuestra sociedad; todos facturados con garbo y altura.

Multipremiado hasta alcanzar el Premio Anual de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año en tres ocasiones (2008, 2011 y 2016) y mención en otras tres de esa categoría. Arrasa en los concursos periodísticos. Un día le dije: Ojito, con esa obra, ya no tienes que competir. Pero, humilde y voluntarioso, no se ve en el cénit, y sigue midiéndose como un ambicioso principiante. Maestro de tantos jóvenes y hasta de veteranos, nunca se ha subido al estrado para mirar desde arriba a un solo colega.

Como todos los auténticos, ha ascendido a las cumbres del periodismo cubano no por las autopistas cómodas y expeditas, ni los padrinazgos y catapultas; sino por los abruptos y empedrados caminos del tesón y la voluntad. No pocas zancadillas se le han interpuesto, como las de la salud. Ha ido perdiendo gradualmente la visión, pero ve demasiado lo esencial que otros con 20:20 no distinguen.

La tarde del pasado viernes, en la consulta médica en La Habana, una fuerte evidencia le estremeció: Tiene un Parkinson en su fase inicial. Y el Jurado del Premio José Martí, a punto de revelar su dictamen, lo buscó para que apareciera en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba y darle la noticia: Premio 2020. Solo atinó a abrazarse a su luz, y a dar gracias y gracias a sus compañeros del gremio. Como si no hubiera que agradecerle tanto a esa vista larga que sigue abriéndonos el camino hacia un nuevo modelo de prensa, sin que tiemble ni decaiga una sola célula de su entereza y valor. (Foto: Abdel Romero/Cubaperiodistas).

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José Alejandro Rodriguez
Periodista cubano. Labora en el periódico Juventud Rebelde. Recibió el Premio Nacional de Periodismo “José Martí” en el 2013.

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