Cuando vi el titular “María Corina Machado gana el Premio de la Paz”, casi me reí de lo absurdo. Pero no lo hice, porque no tiene nada de gracioso premiar a alguien cuyas políticas han causado tanto sufrimiento. Cualquiera que conozca sus ideas sabe que no hay nada remotamente pacífico en sus políticas.
Si esto es lo que cuenta como “paz” en 2025, entonces el premio en sí mismo ha perdido toda su credibilidad. Soy venezolano-estadounidense y sé exactamente lo que representa Machado.
Ella es la cara sonriente de la maquinaria de cambio de régimen de Washington, la pulida portavoz de las sanciones, la privatización y la intervención extranjera disfrazada de democracia.
La política de Machado está impregnada de violencia. Ha pedido intervención extranjera, incluso apelando directamente a Benjamin Netanyahu, artífice de la aniquilación de Gaza, para que ayude a “liberar” a Venezuela con bombas bajo el lema de la “libertad”. Ha exigido sanciones, esa forma silenciosa de guerra cuyos efectos —como han demostrado estudios en The Lancet y otras revistas— han matado a más personas que la guerra, cortando el acceso a medicinas, alimentos y energía a poblaciones enteras.
Machado ha pasado toda su vida política promoviendo la división, erosionando la soberanía de Venezuela y negando a su pueblo el derecho a vivir con dignidad.
Esta es realmente María Corina Machado:
Ella ayudó a liderar el golpe de estado de 2002 que derrocó brevemente a un presidente elegido democráticamente y firmó el Decreto Carmona que borró la Constitución y disolvió todas las instituciones públicas de la noche a la mañana.
Trabajó mano a mano con Washington para justificar un cambio de régimen, utilizando su plataforma para exigir una intervención militar extranjera para “liberar” a Venezuela mediante la fuerza.
Aplaudió las amenazas de invasión de Donald Trump y sus despliegues navales en el Caribe, una demostración de fuerza que podría desatar una guerra regional con el pretexto de “combatir el narcotráfico”. Mientras Trump enviaba buques de guerra y congelaba activos, Machado se mantuvo lista para servirle como representante local, prometiendo entregar la soberanía de Venezuela en bandeja de plata.
Ella impulsó las sanciones estadounidenses que estrangularon la economía, sabiendo exactamente quién pagaría el precio: los pobres, los enfermos, la clase trabajadora.
Ella ayudó a construir el llamado “gobierno interino”, un teatro de marionetas respaldado por Washington y dirigido por un “presidente” autoproclamado que saqueó los recursos de Venezuela en el exterior mientras los niños en el país pasaban hambre.
Promete reabrir la embajada de Venezuela en Jerusalén, alineándose abiertamente con el mismo estado de apartheid que bombardea hospitales y lo llama autodefensa.
Ahora quiere entregar el petróleo, el agua y la infraestructura del país a corporaciones privadas. Esta es la misma receta que convirtió a América Latina en el laboratorio de la miseria neoliberal en la década de 1990.
Machado también fue uno de los arquitectos políticos de La Salida, la campaña opositora de 2014 que convocó a protestas intensificadas, incluyendo guarimbas. No fueron “protestas pacíficas”, como afirmó la prensa extranjera; fueron barricadas organizadas para paralizar el país y forzar la caída del gobierno. Se bloquearon calles con basura quemada y alambre de púas, se incendiaron autobuses que transportaban trabajadores y se golpeó o asesinó a personas sospechosas de ser chavistas. Incluso se atacaron ambulancias y médicos. Algunas brigadas médicas cubanas casi fueron quemadas vivas. Edificios públicos, camiones de comida y escuelas fueron destruidos. Barrios enteros fueron tomados como rehenes por el miedo mientras líderes de la oposición como Machado vitoreaban desde la barrera y lo llamaban “resistencia”.
Ella elogia la “acción decisiva” de Trump contra lo que ella llama una “empresa criminal”, alineándose con el mismo hombre que enjaula a niños migrantes y separa a familias bajo la vigilancia de ICE, mientras madres venezolanas buscan a sus hijos desaparecidos por las políticas migratorias estadounidenses.
Machado no es un símbolo de paz ni progreso. Forma parte de una alianza global entre el fascismo, el sionismo y el neoliberalismo, un eje que justifica la dominación con el lenguaje de la democracia y la paz. En Venezuela, esa alianza ha significado golpes de Estado, sanciones y privatizaciones. En Gaza, significa genocidio y la eliminación de un pueblo. La ideología es la misma: la creencia de que algunas vidas son desechables, que la soberanía es negociable y que la violencia puede venderse como orden.
Si Henry Kissinger pudo ganar un Premio de la Paz, ¿por qué no María Corina Machado? Quizás el año que viene le den uno a la Fundación Humanitaria de Gaza por su “compasión bajo la ocupación”.
Cada vez que se entrega este premio a un arquitecto de la violencia disfrazada de diplomacia, se escupe en la cara de quienes realmente luchan por la paz: los médicos palestinos que extraen cadáveres de los escombros, los periodistas que arriesgan sus vidas en Gaza para documentar la verdad y los trabajadores humanitarios de la flotilla que navega para romper el asedio y entregar ayuda a los niños hambrientos en Gaza, con nada más que coraje y convicción.
Pero la paz verdadera no se negocia en salas de juntas ni se otorga en escenarios. La paz verdadera la construyen las mujeres que organizan redes alimentarias durante los bloqueos, las comunidades indígenas que defienden los ríos de la extracción, los trabajadores que se niegan a ser sometidos por hambre, las madres venezolanas que se movilizan para exigir el regreso de los niños secuestrados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) y las políticas migratorias, y las naciones que priorizan la soberanía sobre la servidumbre. Esa es la paz que Venezuela, Cuba, Palestina y todas las naciones del Sur Global merecen (Tomado de Telesurtv).
Imagen de portada: Tomada de Con El Mazo Dando.


Espero que el gobierno bolivariano de Venezuela mantenga fuera del país a esa señora que fue premiada con el Nobel OTAN. Ninguna persona decente de nuestro planeta se jugará el pellejo por ella. Basta de consesiones a las potencias imperiales. Es hora de la acción liberadora.