Mi abanico chino

Mosqueteros

En China, muy lejos en tiempo y espacio del París original, nos vi a todos en el espejo como los tres mosqueteros que eran realmente cuatro: Leandro Torres, con su cuerpo de montaña, recordaba a Porthos; Ricardo Ronquillo, noble y melancólico, bien pudiera ser un Athos; el más joven e inquieto Fernando Castro tenía “pinta” de D’Artagnan; y este servidor, pensativo como un cura, pero adicto a su filo de escribir, quedaría como Aramís. ¡Nada mal para un cuarteto a lo Alejandro Dumas!

Estábamos en el Foro de Periodistas de la Franja y la Ruta, entre un centenar de colegas de 51 países, y los dos argentinos de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires —Leandro y Fernando— conformaron con el par de cubanos de la UPEC una especie de fraternidad y hasta compañía de combate, porque nadie piense que viajar a un evento al exterior es solo deslumbramiento y placeres.

Tres mosqueteros. D’Artagnan hizo la foto.

A pesar del declarado espíritu de fraternidad que anima siempre a los anfitriones chinos, también allí llegaron desde lejos algunos “espadachines” del cardenal Richelieu.

Así que hubo momentos tensos en los que cada delegado expuso su posición sobre los “duelos” que los periodistas de hoy debemos sostener en el mundo. Y las peleas en mente a veces ni se parecen.

En cierta mesa, donde tristemente afloraron las centenarias divisiones de América Latina que benefician al “Demonio” del Norte, los discursos de los cuatro mosqueteros —también el de Lidia Fagale, que sería en esta historia la Constance Bonacieux— fueron “todos para uno”.

Hablamos de lucha de ideas, de resistencia, de justicia global, de soberanía física y digital y de construcción de poder desde los trabajadores; de bloqueo vil y necesidad de más pueblo en las agendas y eso, realmente, no cayó bien a algunos demasiado ocupados en entrevistar su ombligo. Puedo confesarlo ahora: en algún punto tuve mi puño de mosquetero en el pomo de la espada.

Argentinos y cubanos fortalecieron lazos en el Foro.

Otros brillaron: hermanos de Brasil, Uruguay, México, China… dijeron cosas valientes, pero acaso los más “radicales”, los que no juraron armas ante un Luis XIII de hoy porque ya lo han hecho ante sus pueblos y el mundo, fuimos los “enviados” del capitán De Tréville.

Por fortuna, no hubo un conflicto insalvable, nada que no arreglara un sosegado brindis con cierto embajador cubano, el conocido Compañero Havana Club: aun por sobre el trago, quedó en el cuarteto el dulce sabor de haber hecho los deberes con nuestras conciencias.

Resueltos lances mayores, los cuatro hermanos tuvimos tiempo para celebrar a China y hablar de nuestras tierras —cada una envuelta en dilemas existenciales—, familias y nuestra humilde existencia de comunicadores.

Ya al comienzo, desamparados de red como estábamos los cubanos, Leandro había hecho, desde el suyo a los tres móviles restantes, un puente que parecía una tendedera de la Habana Vieja para que todos estuviésemos bien comunicados.

Se acercaba la despedida. “Aramís” valoró especialmente que su hijo Daniel, un pichón de mosquetero que vive en Argentina, tenga desde ese momento dos tíos inesperados que pueden acompañarle más cerca; en tanto estos dos -Porthos y D’Artagnan- reiteraron un amor de larga data por Cuba que habrá de saldarse con nueva visita.

Athos sigue cavilando, en bien del periodismo en Cuba, que él lidera con honor. Antes de irnos, volví a mirar al espejo: los cuatro, sembrando patrias, aunque otros olvidaran sus semillas. ¡Hay mucha espada que sacar todavía!

Imagen de portada: Cubanos y argentinos defendieron las causas de los periodistas y pueblos del Sur Global.

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Enrique Milanés León
Forma parte de la redacción de Cubaperiodistas. Recibió el Premio Patria en reconocimiento a sus virtudes y prestigio profesional otorgado por la Sociedad Cultural José Martí. También ha obtenido el Premio Juan Gualberto Gómez, de la UPEC, por la obra del año.

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