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Revolución cubana vs. racismo

El activismo contra el racismo y la discriminación racial en Cuba no resulta un movimiento que se haya iniciado en los años ochenta y noventa del pasado siglo XX con el rap y la visualidad del nuevo arte cubano…

El sábado 18 de marzo a las 11:00 am en la Calle de Madera del Centro Histórico de La Habana, en el espacio del Sábado del Libro, se presentó un texto de suma importancia en el contexto actual de nuestro país. Me refiero al título Revolución cubana vs. racismo, de la autoría de un colectivo integrado por Fernando Rojas Gutiérrez (coordinador), Pedro de la Hoz González, Rolando Julio Rensoli Medina, Miguel Barnet Lanza, Beatriz Marcheco Teruel y Nicolás Hernández Guillén, miembros del Grupo Coordinador Ejecutivo de la Comisión Nacional del Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial, la cual es dirigida por el propio presidente de la República de Cuba y Primer Secretario del Comité Central del PCC, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Esta comisión tiene entre otros objetivos: “identificar las causas que propician las prácticas de discriminación racial; diagnosticar las posibles acciones a desarrollar por territorio, localidad, rama de la economía y la sociedad; divulgar el legado histórico-cultural africano, de nuestros pueblos originarios y de otros pueblos no blancos como parte de la diversidad cultural cubana; y fomentar el debate público organizado sobre la problemática racial dentro de las organizaciones políticas, de masas y sociales, así como su presencia en los medios de comunicación”.

El volumen, publicado por el sello editorial Ciencias Sociales, da testimonio del trabajo de dicha Comisión y tuvo su primera presentación durante la 31 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, como parte de las actividades del panel “Enfrentamiento al racismo y la discriminación racial”, llevado a cabo en la Casa del ALBA Cultural a propósito del Coloquio de Ciencias Sociales efectuado dentro del programa académico de la FILH.

En relación con el racismo hay que tener en cuenta que la memoria del ayer, que heredamos por vía cultural, se vincula por una parte al recuerdo y la exaltación de determinados fenómenos históricos y por otra, a la edificación de prejuicios, que se transmiten y que en momentos de crisis emergen con fuerza renovada, como ha sucedido en Cuba a partir de inicios de la década de los noventa de la anterior centuria. No se puede obviar que la tradición racista entre nosotros tuvo su fundamento en la justificación “civilizatoria” del trabajo esclavo y que, como sabemos, continuó durante la República por razones de marginación social y para la construcción de determinados estereotipos, todavía latentes en la memoria.

Esos estereotipos se reafirmaron a través de los medios públicos de comunicación con el uso de modelos que en nuestros días se recuerdan y mantienen vigencia. Piénsese si no en la utilización que en Cuba se ha dado a las figuras del gallego y del negrito, el primero: trabajador, honesto y algo tonto, mientras que el segundo: marginal, vago, habilidoso y bordeando siempre los límites del delito. Semejante imagen estereotipada y repetida una y otra vez durante años, fue parte del legado cultural que ha llegado hasta la actualidad.

Es oportuno acotar que el activismo contra el racismo y la discriminación racial en Cuba no resulta un movimiento que se haya iniciado en los años ochenta y noventa del pasado siglo XX con el rap y la visualidad del nuevo arte cubano. Entre nosotros hay una larga historia en este sentido, signada por avances y retrocesos, con décadas de grandes silencios y otras de tremendo esplendor.

El haber soslayado en la Cuba revolucionaria la llamada “cuestión racial por no exacerbar lo que merecía arrancarse de raíz trajo como consecuencia que, en vez de erradicarse, con el transcurrir del tiempo se acumulasen y crecieran tanto prejuicios como resquemores. De ahí la necesidad de dar los pasos indispensables para solucionar el problema. La vida siempre demuestra que aplazar no es nunca decidir y que lo que no se enfrenta y, en consecuencia, no se resuelve, conduce a extremos indeseables.

El hecho de que las implicaciones políticas del tema de la raza se prestan, por una parte, a interpretaciones viciadas por el interés de criticar el sistema político cubano y sus modos de incluir o excluir a sectores sociales y, por otro lado, a que el propio sistema político cubano evitase el debate en relación con el asunto, dadas sus posibles implicaciones, llevaron a que después de 1959 el problema de negros y mestizos fuera subsumido dentro de la discusión general de clase y sus marginalidades asociadas de pobreza y exclusión, negando que el colonialismo y el neocolonialismo dejaron en esta zona de la población una huella más difícil de superar.

Ocurre que por las peculiaridades que ha vivido Cuba durante más de sesenta años como país bloqueado y sometido a una perenne hostilidad estadounidense, el Estado se ha visto compulsado a desarrollar una mentalidad de cuartel sitiado. A tenor con semejante proceder, ha habido que reafirmar de manera enfática (y diría que hasta exacerbada) lo relacionado con la identidad nacional, pero tal loable intención ha conllevado que se hayan obviado las subidentidades que cada uno de los ciudadanos cubanos posee.

En general, durante un largo período del proceso revolucionario y que abarcó alrededor de 35 años, muy poco se escribió sobre el tema de la problemática racial en Cuba –sobre todo materiales que tratasen el asunto desde la actualidad o que lo ubicasen en el presente–, a pesar de que ha sido algo espinoso desde antes que se iniciaran las luchas independentistas del país. Es a partir de 1996 que se produce un relativo auge de trabajos académicos en esta línea investigativa.

Todavía en los días que corren, lo relacionado con la llamada racialidad no forma parte de los currículos docentes universitarios en Cuba, ni de los programas de investigación científica. En dicho orden, justo es decir que en el sistema educacional cubano, los profesores no están preparados para abordar la problemática, en la que no se puede obviar que al educar a niños, niñas y jóvenes, entre nosotros no se menciona el color, ni se explica a los estudiantes –desde una perspectiva científica– lo que el mismo significa. Salvo muy contadas y honrosas excepciones, aún en las facultades universitarias del país resulta perfectamente posible el toparse con prejuicios y obstáculos de toda índole cuando algún estudiante manifiesta interés por realizar trabajos de curso o de diploma a propósito de este tema.

Es por ello que al formularse un recuento de lo publicado, en lo fundamental encontramos artículos dispersos en una que otra revista (TemasCaminos y La Gaceta de Cuba llevan la delantera), pero casi nada en materia de libros, con excepciones como Componentes étnicos de la nación cubana, de Jesús Guanche, Desafíos de la problemática racial en Cuba, de Esteban Morales, Identidad Afrocubana: cultura y nacionalidad, de Tomás Fernández Robaina, Presencia negra en la cultura cubana, Coordinación e introducción de Denia García Ronda, y Raza y racismo. Antología de Caminos, 22 artículos acerca del tema compilados por Esther Pérez y Marcel Lueiro. Se comprenderá, por tanto, la importancia de la aparición de un texto como el recién publicado Revolución cubana vs. Racismo, de un colectivo de autores.

Sucede que la bibliografía en torno al asunto racial en Cuba, enfocada desde su contemporaneidad, se ha producido básicamente en el exterior, donde investigadores como Alejandro de la Fuente, Pedro Pérez Sarduy y otras muchas figuras procedentes de las distintas ramas de las ciencias sociales han sabido y podido emplear la información generada en la isla, aprovechando la insuficiente conciencia acerca de que los temas de nuestra realidad no deberían regalarse, problema aún pendiente de solución por parte de quienes tienen en sus manos el poder de decisión sobre la circulación o no de esta clase de investigaciones en el contexto cubano. Por fortuna, como ha señalado Lázaro I. Rodríguez Oliva, la esfera de la cultura (escenario y matriz de las contradicciones y prejuicios raciales) ha sido, desde la esfera pública dominante, la que contra viento y marea ha tematizado de forma más o menos sistemática lo negro, problematizándolo e incluso, teorizándolo.

Una apropiada dinámica social respecto a la cuestión racial, conlleva la necesidad de que se comprenda que conciencia racial en negros y mestizos, incluida cierta institucionalidad de tal conciencia, no implican obligatoriamente división social, en particular en una sociedad como la existente hoy en Cuba. Al respecto hay que darse cuenta de que si un sector dentro de la sociedad tiene intereses que no se ven satisfechos por la institucionalidad oficial o no, de seguro buscará la forma de armar su institución propia, ejemplo de lo cual es el caso de los raperos y raperas u otros como el de la Cofradía de la Negritud y que son partes del surgimiento en Cuba en años recientes de distintos proyectos antirracistas — sociales, religiosos, educativos, culturales, políticos, feministas, etc. — , portadores de las demandas de un grupo social discriminado, consciente o inconscientemente.

No está de más recordar que a través de su historia, la comunidad afrocubana desarrolló modelos de asociación y resistencia, como cabildos, cofradías, sociedades de color, clubes…, que le posibilitaron preservar sus saberes ancestrales y ayudarse unos a otros. En ese camino, vio la luz un corpus de textos de pensadores afrocubanos (Sandalio Junco Camellón, Alberto Arredondo Gutiérrez, María Dámasa Jova Baró, Gustavo Urrutia y Quirós, Salvador García Agüero…), que en su momento reflexionaron acerca de la situación socio-económica de negros y mulatos y su empoderamiento.

Considero fundamental el estudio del legado de los pensadores afrocubanos, hoy desconocido entre nosotros. Semejante conocimiento a lo mejor nos depararía la sorpresa de que algunas de dichas ideas continúan siendo aplicables a nuestra realidad. Empero, lo cierto es que el activismo antirracista en Cuba está distante de poseer una visión histórica sobre esfuerzos antirracistas anteriores, por lo que abundan líderes y lideresas inscritos en el campo de las negritudes que todavía no han tomado plena conciencia de las brechas de equidad y reproducción de la pobreza que afecta a la población negra en nuestro país.

Así pues, el asunto de la subidentidad de negros y negras pertenece al proceso de simbolización de la nación, y, como tal, puede regresar al mundo simbólico nacional con fuerza inusitada, como lo ha demostrado la irrupción del rap en Cuba. Por tanto, la categoría de lo negro, como también cabría expresar acerca de las categorías de lo homosexual, lo generacional, lo femenino o lo proletario, puede ofrecer una posibilidad para una nueva perspectiva que apunte a la resignificación de la nación cubana del presente y del porvenir.

(Tomado de El Caimán Barbudo)

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