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Mayakovski en La Habana

El célebre poeta y dramaturgo soviético (georgiano) Vladímir Vladímirovich Mayakovski tuvo una breve existencia, de 36 o 37 años: se suicidó de un disparo el 14 de abril de 1930 en Moscú. Como él mismo escribió en su autobiografía, había nacido el siete de julio de 1894, según la opinión de su madre, pero de 1893, según el registro administrativo de su padre.

El poeta emprendió un viaje alrededor del mundo en 1925 con el propósito de escribir una novela, periplo que interrumpió luego de seis meses, junto con la idea de la novela. Publicó en su lugar un gran reportaje que tituló Mi descubrimiento de América.

En ese reportaje aparece el subtítulo La Habana, a donde llegó en el barco “España”, procedente de la Bahía de la Coruña, camino a Veracruz, México. Asegura que los viajeros permanecieron un día en la capital cubana, aunque no aclara cuál, de 1925.

Dice que el objetivo de la escala era cargar carbón, necesario para proseguir el viaje, y narra que a los tripulantes de primera clase —él lo era— le daban permiso inmediato para bajar; a los de segunda, solo a aquellos que le gustaban al capitán, mientras que a los de la tercera no los dejaron.

Le tocó un día lluvioso a Mayakovski en La Habana. Que lo explique su prosa: “En el instante en que debíamos descender, se puso a llover. Jamás he visto una lluvia tropical más torrencial. Me salvé de la lluvia en un enorme almacén de dos pisos, repleto de whisky. Firmas misteriosas: King George, Black and White, White Horse se destacaban en los cajones de bebidas, contrabando que afluía desde aquí hacia los no lejanos y sobrios Estados Unidos”.

Luego de describir el entorno del puerto, señala: “En el centro, el club norteamericano de diez pisos de Ford, Kley and Boock, primeros síntomas del poderío de Estados Unidos sobre las tres Américas: la del Norte, la del Centro y la del Sur. A ellos les pertenece todo el centro de La Habana.

Es obvio que se fue a conocer el cementerio de Colón, porque apunta: “Todo lo que se refiere al antiguo exotismo, a la belleza poética, no tiene salida. Por ejemplo, un hermosísimo cementerio con numerosos López y Gómez repetidos, con alamedas oscuras aun de día, con árboles tropicales enredados en sus bardas verdes”.

En otras notas de su día en La Habana de 1925 Mayakovski y detalla que los comerciantes que habían bajado volvían de noche, ebrios, vanagloriándose con sus tabacos de dos dólares cada uno.

Peligroso turista este Vladimir, por su aguda mirada periodística y su encendido verbo. Pero hablar de Mayakovski y no hacerlo de su poesía, es como no hablar de Mayakovski. Por eso concluyo con una muestra de su pluma, nada carente de humor. Es solo un fragmento, escrito en 1922:

Fuera de las reuniones

Al llegar la aurora

veo cada día

como va la gente

a sus oficinas.

Y los empleados,

tomando unos cien,

van a reuniones no importa con quien.

“Vino Iván Ilich?”, yo digo

“A una reunión se fue

no sé de qué comité”.

En la reunión

irrumpo.

Veo mitades de cuerpos.

¡Demonios!

¿Dónde está el resto?

“¡Los han matado!”

¡Están muertos!,

grito todo horrorizado,

y oigo que dice tranquilo,

con voz fina, el secretario:

“Asisten a dos reuniones

porque no damos abasto”.

Son veintitantas al día.

Hay que dividirse, claro.

“Hasta la cintura, aquí,

y lo demás, ahí al lado”.

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Jesús G. Bayolo
Es periodista e historiador del ajedrez, toda una autoridad del tema en Cuba.

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