PRENSA Y DEPORTE

Aquella conversación con el padre del boxeador asaltante del Moncada

Como periodista yo cubría uno de los torneos boxísticos Giraldo Córdova Cardín. La Ciudad Deportiva repleta. Se le daba los últimos toques a lo competitivo, después de la apertura de presentación con su parte artística. A mí me tocó subir al ring para leer el poema que había dedicado al púgil que cayó en el asalto al cuartel Moncada. Lázaro, el padre, vino a conocerme. Le obsequié  la cuartilla donde estaban escritos mis versos. Con los ojos aguados, me agradeció la acción y me abrazó. Poco después, mientras esperábamos el inicio del programa, surgió la conversación.

Primero llegó desde él una confesión. “Mira, en realidad nuestro apellido es con b alta, de burro como se dice, y no con v chiquita. Pero le han brindado tantos honores, hay tantas cosas impresas con el apellido así, que me lo he callado. Lo importante es que ahí está mi muchacho”. Luego, vinieron los recuerdos con una voz suave y algo de nervios reflejados en las manos y las miradas.

“Era un chamaquito y me acompañaba al gimnasio porque entonces yo boxeaba aunque mi trabajo era de guagüero. Cuando vine a ver, empezó a imitar lo que yo hacía. Imagínate, era la gracia de todos los que estábamos allí. El boxeo se le metió bien adentro y fue mejor que yo. Tenía hasta seguidores, ganaba, ganaba, no se cansaba de ganar. Le gustaban los estudios, pero tuvo que dejarlos. La cosa estaba bien dura; mi salario era bajo. Ahora, no dejó de leer, de superarse. Muchas veces lo vi leyendo libros de Martí…”

Faltaba poco para el comienzo del intercambio de trompadas. Por suerte continuó contándome. “Ya tú ves, sin ser estudiante ni nada, cuando el golpe de estado,  se presentó en la Universidad. Decían que iban a dar armas ahí para enfrentarse a los batistianos. Todo quedó en los rumores. Desde el inicio fue enemigo de la tiranía. Creo que esos libros de Martí le abrieron las entendederas. Veía más que la mayoría, la verdad… Andaba buscando qué hacer contra los golpistas…”.

Una sonrisa leve antes de narrarme cómo el joven se enfrentó a par de esbirros. “Me contaron que allá por un bar en Marianao le dijo mil cosas a un teniente borracho que orinaba en la acera delante de todo el mundo, sin perdonar a las mujeres. . El tipo le sacó la pistola y Giraldo se abrió la camisa y le incitó a tirarle si tenía lo que tenía que tener. Por suerte intercedió otro guardia, y la sangre no llegó al río. Pero podían habérmelo matado allí mismo. A otro  que abusaba de un viejito chofer, compañero mío en la ruta 20, lo buscó, lo encontró y lo noqueó. Tanto miedo cogió ese policía que ni siquiera se atrevió a desquitarse. Mi muchacho era así…”.

Hasta que encontró su camino con Fidel, sé que entró en la célula de Fernando Chenard, le digo….“ Yo no sabía en qué andaba ni nada de eso. Me di cuenta que algo raro sucedía cuando no se presentó en el Trejo en su séptima pelea aquel 25 de julio. Dejó esperando a sus amigos que le habían comprado una bata para que la estrenara, creo que hasta unas zapatillas… Oiga, hubo protestas, disgustos por eso. Y mi hijo peleando por todos nosotros en el cuartel Moncada…” Le echó una ojeada al papel que le di y me estremeció al decirme “Gracias, mijo…”.

Este es el poema. El primero que me publicaron en un libro. Forma parte de Punto de partida que reunía a varios “pichones” de escritores en 1970.

LA PELEA QUE NO SE EFECTUÓ. /Giraldo Córdova,/ candidato al título/  por sus rápidas manos, /por su punch que podía/ dejar una leyenda de huesos rotos,/por el ansioso baile/de sus piernas,//por el destacado juego /de sus hombros,/solo tuvo una derrota/ en el récord/-por no presentación-/por lo demás,/su brazo siempre  le tiró/ un jab final al techo./En su última pelea,/la afición se quedó esperando/y chifló y pateó con ganas /por aquella falta de respeto. Mientras, Giraldo lanzaba upper cuts/  a la muerte/en un cuerpo a cuerpo/en el cuartel Moncada. (1968)

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