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Revista Alma Mater: una mirada a sus ocho primeros números

Por Grisel Terrón Quintero, Mayra García Cardentey y Yoandry Avila Guerra

Portada del primer número de Alma Mater.

Irreverente y utilizando en ocasiones un lenguaje periodístico jocoso y coloquial en el tratamiento de temas de interés del estudiantado de la Universidad de La Habana (UH) y de la sociedad cubana de la época, irrumpió la revista Alma Mater (AM) en el entramado de publicaciones de la casa de altos estudios habanera, en noviembre de 1922.

En el primer periodo republicano (de los tres en que divide la circulación de la publicación entre los años 1922 y 1958 el periodista e historiador Nelio Contreras en su libro Alma Mater, la revista de Mella) se editaron de manera consecutiva ocho números, desde noviembre de 1922 hasta junio de 1923.

Esta etapa de la revista se caracterizó por un enfoque fresco de los temas, por trabajos cortos y, a tono con el formato magazine, por un abundante uso de recursos gráficos como fotografías, viñetas, caricaturas personales e ilustraciones.

AM, como explican los miembros de su equipo editorial en la sección Nosotros del primer número, cubría los gastos de impresión gracias a la publicidad: Jabón Candado, Jabón Citronia, la Librería Cervantes, la sastrería Palm Beach Seda y Gabardina, la Leche Kel, el Licor Balsámico Brea Vegetal del Dr. González, y ofertas de libros de texto para la Universidad, junto a los más disímiles negocios y a un directorio profesional de médicos cirujanos, dentistas, abogados, notarios, ingenieros y laboratorios, se encuentran entre los anuncios de sus páginas.

Mientras, en el editorial Nuestro Credo del número fundacional se dejaba bien claro cuál sería el espíritu de este empeño periodístico estudiantil, en el que ningún colaborador artístico o literario cobraba un centavo. El texto señalaba además que, en el escenario político, quienes formaban parte del equipo editorial de la publicación comulgaban con la posición de los estudiantes que supieron protestar por la intromisión norteamericana en los asuntos de la nación. Igualmente, planteaba que AM se convertiría en un medio para proteger a sus compañeros estudiantes de las injusticias contra ellos cometidas dentro de los muros de la UH.

«(…) Nosotros laboraremos con energía y entusiasmo por todo lo que es beneficioso a la clase estudiantil cubana. (…) Laboraremos por la unión de todos los estudiantes cubanos en una Federación que nos haga fuerte y capaces, para defender derechos, para progresar, para aprender cuando jóvenes las conveniencias de la hermandad, de la unión, y así, aprender a encontrar en el mañana la solución a nuestros problemas nacionales.

« (…) Nuestras relaciones con el Claustro Universitario serán siempre cordiales, pero protegeremos a nuestros compañeros, no permitiremos la ejecución de ninguna injusticia y daremos nuestra protección a todos aquellos ideales de reforma y progreso que están en la conciencia colectiva. Estudiantes del siglo XX no pueden ser regidos por principios hechos para seminaristas de hace dos siglos…», reflejaba el texto, marcando la postura de la publicación.

Conscientes de esa regeneración imperiosa de la casa de altos estudios no solo en su estructura sino, fundamentalmente, en la parte académica (abogándose por planes de estudios actuales y que incorporaran los más recientes conocimientos científicos), entre los temas abordados en el discurso periodístico de estos ocho números estuvo la reforma universitaria. Un movimiento influido por la realizada en Argentina, y que tuvo como catalizador, en el caso nacional, la visita del rector de la Universidad de Buenos Aires, el Dr. José Arce, nombrado primer «Rector Honoris Causa» del centro educativo habanero.

Precisamente, acerca del triunfo del movimiento reformista impulsado por los estudiantes universitarios (no sin encontrar resistencia entre miembros del claustro) da cuentas el editorial del número de enero de 1923:

«Los estudiantes tenemos un sentimiento, mezcla extraña de orgullo y tristeza, orgullo por el triunfo que nos produce el engrandecimiento y regeneración de la Universidad, tristeza por haber tenido que venir esta regeneración y engrandecimiento de la Universidad a causa de la imposición de la Federación de Estudiantes.

«Hubiésemos deseado que las reformas viniesen por mutuo acuerdo, que nuestros derechos se otorgasen espontáneamente. No pudo ser, después de todo, la Fuerza es aliada del Derecho, bendigamos el acto rebelde de la toma de la Universidad, que demostró a todos cuán grande es la actual organización de los estudiantes, cuán poderosa es nuestra Federación, cuán altos son nuestros ideales».

El vínculo entre el estudiantado y el claustro docente queda plasmado también en estos ejemplares. Retratos de catedráticos eméritos y que conquistaron el corazón de los jóvenes en formación ocupan páginas completas de la revista. Tal es el caso del Dr. Adolfo de Aragón y del Dr. Carlos de la Torre, acompañados de los títulos «Pontífice Máximo del Sport, Decano de Letras y Ciencias y Catedrático de Latín» y «Santo y Sabio Rector de la Universidad Nacional, Gloria de Cuba e Ídolo de los Estudiantes», respectivamente.

No obstante, las relaciones entre alumnos y profesorado no siempre fueron cordiales, AM sirvió como tribuna para denunciar a profesores que ocupaban algunas de las cátedras y que no estaban aptos ni intelectual ni físicamente para ello.

En «Acusamos…» (enero de 1923), los alumnos del quinto año de Medicina condenan la actitud indiferente, antipedagógica y de superioridad moral e intelectual del Dr. Rafael Menocal, profesor de Clínica Quirúrgica; en «Acusación contra el Dr. Enrique Lavedán» (marzo de 1923) se condena al Profesor Titular de Derecho Penal por, entre otros hechos, desestimar las acusaciones contra las incompetencias de su Profesor Agregado el Dr. Jorge García Montes, y por solicitar con frecuencia licencias por enfermedad para faltar a clases y dedicarse a los asuntos de su bufete.

Mientras, en «Profesionales acusan al Dr. Alacán» (marzo de 1923), farmacéuticos recién graduados se dirigen al decano de la Facultad de Medicina y Farmacia para formular sus quejas por irregularidades en la aplicación y calificación del examen final de la asignatura de Farmacografía.

Explicaban que se sentó a los entonces estudiantes en asientos con números predeterminados, y que el hijo del catedrático, sin pertenecer al claustro de la UH ni haber matriculado en ella, dijo fuera del aula en que se congregaban que participaría, junto a su padre, en el proceso de calificación. Referente a la evaluación de los contenidos, señalaba el trabajo:

«¿Y las preguntas del examen? Con toda la intención, señor Decano, hemos dejado este punto para lo último. Le adjuntamos uno de los originales del cuestionario que se dio a los alumnos que se examinaron el primer día, y trataremos de conseguir, para su presentación con este escrito, un original o copia del cuestionario del examen del segundo día. El análisis de cada pregunta sería muy largo, pero nos permitimos llamar su atención sobre lo artificioso de todas ellas, y si el calificarlas artificiosas es exagerado, no puede negarse que son preguntas de una notable dificultad y extensión, como la cuarta del primer examen que pide el dibujo de cinco cortes histológicos».

Secciones

AM nació con un espíritu convocante, y con la intención de servir de ente dialógico entre los estudiantes, y entre estos y su realidad circundante, tanto dentro como fuera de los predios de la Colina Universitaria.

En ese afán, y con la representatividad como bandera, en los ocho números del periodo 1922–1923 se encuentran más de una decena de secciones fijas en las que se da a conocer el día a día en cada una de las facultades o se trataban temas –generalistas o puntuales- que preocupaban al estudiantado o formaban parte de sus momentos de ocio.

Algunos de esos espacios fueron En el Feudo de Bustamante (de la Facultad de Derecho), Por Medicina (de la Facultad de Medicina), Letras y Ciencias (de la facultad homónima), Con Cocaína (de la Escuela Dental) y de Farmacia (de la Escuela de Farmacia).

Desde la sección de Derecho, Julio Antonio Mella, como Lord Mac Partland, cronicó los sucesos acontecidos en las aulas de los futuros letrados como las inusitadas campañas electorales para delegados de clase en la que uno de los candidatos, con el fin de obtener votos, se subía encima de la mesa en las lecciones de Romano y comenzaba un baile mixto, de su invención, con pasos de rumba, zapateo y tango.

En el número de diciembre de 1922, Lord Mac Partland esclarece las insinuaciones acerca de que no existía una sección para los estudiantes de leyes: «Esta es la página para Derecho, señores preguntones, yo creí que el título explicaba con claridad la idea. Bustamante no es ningún señor que posee extensos territorios sobre cuales domine como un antiguo caballero; el doctor Antonio Sánchez de Bustamante es en la carrera de Derecho la más alta cumbre, por eso la Facultad es su feudo, porque él es su señor, y por eso yo puse este título».

En un tono jocoso, algunas entregas de las secciones también sirvieron para enriquecer las representaciones de estudiantes y carreras dentro del entramado simbólico de la casa de altos estudios habanera. En ese propio número de diciembre de 1922, Boticaria, quien se encargaba de la sección De Farmacia, realiza un recuento de los educandos presentes en el «dispensario» del tercer y último curso de la carrera.

« (…) Tenemos gran cantidad de “cuerpos activos”; pero no por eso dejo de comprender que hay también mucho “jarabe simple”. En el elemento activo tenemos una “toxina” (presidente); su mayor desarrollo lo ha alcanzado después de grandes esfuerzos en estos últimos días. Tiene gran fama, pero después de todo no es “más que fama”. Hay un “elíxir” (secretario) muy conocido pues además de ocupar el cargo que tiene ayuda a todos los demás directivos. Lo que sí encuentro es que se dedica a estudiar muchas carreras ¿cómo será que le alcanza el tiempo?».

Boticaria va consignando, igualmente, la existencia un alcaloide activo, de una emulsión, de un Sulfato de Estricnina, de una Quinina, de un aceite esencial, de un alcohol, de un alcanfor, de una antipirina, de extractos fluidos; así como de un ácido fuerte con debilidad por la Química y delirio por la Farmacia práctica.

Hubo otras secciones como Nosotros en la que se compartían pequeñas notas de la publicación y de su equipo editorial; Chiquitas universitarias, en la que se realizaban estampas de las alumnas de cada carrera; Tipos populares, con semblanzas de personajes pertenecientes a la administración del centro educativo y a los estratos populares de la sociedad nacional; Caribelandia, que servía para dar respuestas a interrogantes llegadas a la redacción; y Desde mi conuco, escrita por el Caribe Fifi, a modo de píldoras informativas de color respecto a la Universidad y su alumnado.

Mención aparte merece el deporte. Una docena de secciones visibilizan la salud del movimiento deportivo de la UH y la actuación de sus teams en certámenes competitivos interinstitutos y en ligas amateurs: Balón-Pie (dedicada al fútbol soccer), Base-Ball, Basket-Ball, Foot-Ball (dedicada al fútbol rugby), Remos, Track (dedicada al atletismo), Desde la escalera de los almirantes (dedicada a la equitación), Ecos de la tribu (sección de historieta dibujada por Julito Díaz, uno de los directores creativos de la publicación) y Caribes (donde se destacaba a atletas universitarios de gran relevancia).

Recursos gráficos

En concordancia con la visión de magazine, cada sección fija venía acompañada de una viñeta humorística identificativa, la mayoría a cargo de Julito Díaz. Las ilustraciones, tanto en artículos como en portadas, y sumando a los trazos de Julito los de Gustavo Botet, estaban pensadas de una manera conceptual que le otorgan valores artísticos, trascendiendo la mera complementariedad al discurso impreso.

La portada del ángel rebelde correspondiente al número de febrero de 1922 (y que se repetiría en al menos dos ocasiones más en la historia de la publicación) regala un ser alado musculoso y con el puño en alto. Esta representación del ángel caído Luzbel se convertiría en uno de los símbolos de Julio Antonio Mella. Sería la reivindicación de la herejía de enfrentarse a lo establecido: al Gobierno y a los males morales de la República.

La fotografía tuvo un peso importante en las páginas de esta etapa de AM, encontrándose tanto fotos informativas como retratos de profesores y de alumnos. Las imágenes posibilitan revisitar la época y entenderla, pues ofrecen detalles de la cotidianidad dentro de los predios de la UH.

Entre las instantáneas de valor histórico aparecen las de jóvenes estudiantes del centro de altos estudios y de los Institutos de Segunda Enseñanza que luego se convertirían en importantes figuras de la política, la intelectualidad y el movimiento revolucionario nacional; entre ellas se encuentra un retrato de Loló de la Torriente, quien sería periodista y política prominente, y era entonces alumna del Instituto de La Habana. La imagen está acompañada de un pie de foto donde se destaca que, con gran civismo, puso de manifiesto las inmoralidades de ese centro docente en un mitin acontecido el 8 de marzo de 1923.

Se encuentran, igualmente, fotografías testimoniales de eventos deportivos en los que participaron estudiantes de la UH como las que integran el fotorreportaje «¡Miami the Magic City!», que ilustra las competencias realizadas en esa ciudad (marzo de 1923); y las instantáneas de la escuadra de futbol del centro educativo vencedor en el torneo del año 1909, y la del team de béisbol que triunfó en la serie de la Liga Amateurs del año 1922.

También, aparecen instantáneas de corte histórico como la de los alumnos del cuarto año de Derecho del año 1923; y la de la inauguración del Primer Congreso Femenino, celebrado en el Teatro Nacional, donde estuvieron representadas todas las asociaciones universitarias (abril de 1923).

Alma Mater, un bien patrimonial documental

Los bienes culturales son la huella que ha sobrevivido a los hombres y mujeres en el decursar del tiempo. Se reafirman en el presente, y se perpetúan hacia el futuro, mediante su reconocimiento como parte de la cultura y de la espiritualidad de los individuos.

En este entramado se insertan como posibles exponentes del patrimonio documental las revistas y publicaciones de prensa seriadas. Patrimonio integrado por los documentos y que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reconoce como aquellos que consignan algo con un propósito intelectual deliberado, y constan de dos componentes: el contenido informativo y el soporte en el que se consigna.

Entender entonces a las revistas — y a las publicaciones de prensa escrita, en general — como elementos que integran el patrimonio documental, es una manera enriquecida de entender la historia a través de las subjetividades de quienes vivieron determinados procesos históricos, y los plasmaron a través de los lenguajes periodísticos.

Para el periodista Roger Ricardo «el hecho de que el periodismo refleje el acontecer implica que tenga un valor histórico». El docente de la Facultad de Comunicación de la UH apunta que es el registro de lo ocurrido en un momento determinado, por lo que es un elemento que tienen los historiadores y otros investigadores para analizar el pasado, a partir de su reflejo en los medios de comunicación. Todo producto comunicativo es también un producto mediado, por lo que usar la prensa como fuente documental requiere una contextualización de los procesos históricos, políticos y sociales en que se desarrolla cada discurso periodístico.

Acercarse a la producción periodística de AM contenida en sus primeros ocho números, y también a la de los otros dos periodos en los que Nelio Contreras divide la vida republicana de la publicación (periodo II de 1928 a 1934 y periodo III de 1952 a 1958) es revisitar una parte de la historia nacional desde la mirada de la juventud universitaria. Asimismo, significa apropiarse de los valores testimoniales, los datos históricos y las representaciones simbólicas que cohabitan en sus páginas.

(Tomado de Alma Mater)

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