LOS ESTUDIANTES CUENTAN

¡Qué par de locos más buena gente!

Cuenta Andy en una de sus crónicas la historia de un estudiante de medicina que no teme a los riesgos. “¿Si hay temor, para qué vas a ser médico?”, espeta con osadía el joven galeno. Y pienso, para mis adentros, cuán diferente es entonces el miedo de un periodista. O el de un químico, o el de la que reparte la merienda. Me pregunto por el peligro que corre él, que nunca había visto un hospital más abajo de su epidermis.

Hace algunas semanas, cuando algún medio malintencionado aseguró la destitución de Mylene Vázquez como directora de la Covadonga, Andy salió a desmentir la falacia. Yo, por ejemplo, había sido víctima de una noticia falsa. Tampoco conocía a Mylene. Imaginé en ese entonces que algo malo había hecho la señora para ser relevada de su cargo. Pero Andy ya es un periodista, un periodista que no necesita de papeles que así lo oficialicen. Por sus crónicas ahora sí conozco a Mylene: sé que llora donde los pacientes no la pueden ver cuando algo no va bien, que regala a los estudiantes en los días de sus cumpleaños, que es un “soldado raso” y no la jefa de actitudes pomposas que hay a borbotones en todas partes. Sé que Mylene es sensible.

Junto a sus labores de voluntariado, Andy Jorge publicó en Cubadebate crónicas diarias sobre lo acontecido en el centro de aislamento para sospechosos de la COVID-19 radicado en la Covadonga

Andy también es sensible. Solo basta leerle. Hay frases que dicen más que textos y panfletos. Hay maneras y maneras de decir. Hay cronistas que forran los hechos con el verbo finísimo que da la cultura y el estudio. Hay otros que no renuncian tampoco a la elegancia, pero lejos de vestir, desnudan sucesos, rasgan sus pieles, les arrancan las voces que la gente común no puede escuchar. Y Andy lo logró. No necesitó de loas ni de elogios baratos. Le bastó con retratar.

Rita siempre me ha parecido una persona muy segura. Y tendría que estarlo para entrar a un hospital con la posibilidad latente de contagio de COVID. Pero algunas seguridades sirven también para encarar los problemas, para rechazar a los cobardes, para decir que sí, que lo que vale es dar, ayudar, ofrecer incluso a sabiendas de los perjuicios que esto podría conllevar.

Rita es símbolo del altruismo. También es cronista. Su tesis aborda un tema fascinante: el periodismo narrativo. Hace años, cuando la conocí, no lo hubiera imaginado. Soy sincero: me equivoqué. Ama la profesión y con eso ya tengo suficientes motivos para admirarla. Los últimos quince días, con las mismas manos que restregaban con cloro las losas y cuanto pedazo de materia hiciera falta, tecleaba luego sus historias.

En los momentos libres de las arduas jornadas de voluntariado, Rita Karo escribió pequeños perfiles de los voluntarios de la sala “Mella” de la Covadonga, publicados en la sección “Miradas” de la revista Alma Mater

Y las historias de Rita, como las de Andy, quedarán ahí por siempre. Ojalá un día, dentro de 40 o 50 años, ambos puedan contarlas juntos a sus nietos: no que fueron héroes, no, sino que fueron “soldados rasos del periodismo”, como lo es Mylene de la medicina, como lo son sus compañeros, que ya se han convertido también en familia. Narrarán de aquellos días en que ayudaron a seres humanos como ellos, y de los cantos hacia mucha gente buena, que escondían también, a los ojos del lector, señales fortísimas de almas nobles.

Cuando dije que ambos, mis amigos, irían de voluntarios a un hospital, alguien me respondió que estaban totalmente locos. Y yo, que los conozco, digo que no, que no están locos nada. Y si lo estuvieran, coño, ¡qué par de locos más buena gente! (Tomado de Cubadebate).

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