Kuchilán. Ilustración: Isis de Lázaro.
CON DOS DEDOS

Kuchilán

Nombre  imprescindible de la prensa cubana. Comenzó en el periodismo como caricaturista y dibujante, y en 1941 debutó como redactor y comentarista en el periódico Prensa Libre. Colaboró en La Semana, Alma Máter, El Mundo, Labor, El País, Karikato y Zig-Z ag, entre otras publicaciones. Antes después del triunfo de la Revolución, tuvo un espacio en el Canal 2: “Kuchilán en TV”.

Muy leídas fueron las columnas a las que dio vida en sus más de cinco décadas de quehacer periodístico. Para Prensa Libre escribió “Babel”, y en Bohemia publicó “Babelgrama”.En los últimos años, también en Bohemia, apareció “En zafarrancho”.

En Juventud Rebelde dio a conocer “Fabulario”, en la que  abordó la etapa que para la isla abrió la caída de la dictadura de Gerardo Machado, el 12 de agosto de 1933, así como el golpe de Estado que el 4 de septiembre, del mismo año, protagonizó un sargento llamado Batista.

Mucho de lo que Mario Kuchilán Sol refirió en sus “fábulas” para el mencionado diario, lo vivió personalmente. Como tal, decía el historiador Pedro Pablo Rodríguez, fue fiel al apotegma de que la vida se vive y luego se piensa. De ahí la frase de Terencio, el dramaturgo romano, con la que encabezaba cada entrega de “Babel”: “Nada humano me es ajeno”.

Opuesto a  a Machado y a Batista, militó en el Directorio Estudiantil Universitario y en el ABC, y ya en los años 1950  —luego de su simpatía por los gobiernos auténticos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás—- en la Triple A, de Aureliano Sánchez Arango, y en el Movimiento 26 de Julio, lo cual  le valió persecuciones y golpizas y, finalmente,   a marchar al exilio.

Entre otros crímenes de Batista acaecidos antes del asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro recuerda en La historia me absolverá: “El secuestro del periodista Marico Kuchilán, arrancado en plena noche de su hogar y torturado salvajemente hasta dejarlo casi desconocido”.

Desde el mismo día del golpe de Estado, al que se opuso con fuerza, Kuchilán fustigaba en la prensa a su protagonista. Incluso, en “Babelgrama” había denunciado los preparativos golpistas  cuando alertó de la conspiración que animaba Batista “con un grupo de militares vestidos de paisano”.

Batista,  por su parte, lo tenia en la mira desde que lo dibujara vestido de rumbera cuyo  texto al pie de la imagen decía: “Amalia Batista, Amalia Mayombe, qué tiene esa negra que mata a los hombres”.

Noticia de un secuestro

Una noche del mes de agosto de 1952, sobre las 10 de la noche, tocaron a la puerta de Mario Kuchilán. Un hombre vestido de civil, pero que mostró la placa y el carnet que lo identificaban como agente policial, le pidió que lo acompañara. Afirmó que el capitán de la 14ª Estación de la Policía Nacional —en la Calzada del 10 de Octubre, entre Paco y María Auxiliadora—, quería hacerle unas preguntas.

Los modales y la sonrisa del visitante abrían un margen de confianza. El periodista no creía en las garantías ciudadanas que decía ofrecer el gobierno, sin embargo, pensó que al menos un mínimo de ellas debía imperar, y lo animó la esperanza de que lo trataran como el periodista que era. Lo hicieron subir a un auto Oldsmobile 88 de color gris, y dos hombres, también vestidos de paisano, lo flanquearon en el asiento trasero, mientras que delante, junto al chofer, tomaba asiento el aludido sujeto. Demasiada compañía para un interrogatorio simple y extraoficial.

El pequeño Kuchi, como le llamaban sus amigos, miraba de reojo a sus acompañantes, pero cualquier preocupación seria pronto superada. La 14ª estaba cerca y el grupo no tardaría en llegar a su destino. El auto, no obstante , pasó frente al edificio de la unidad policial sin detenerse y continuó rumbo a la localidad de La Palma para torcer a la izquierda por la Calzada de Managua. Kuchilán protestó, sabiéndose ya víctima de un secuestro. Lo esposaron, le vendaron los ojos y le taparon la boca con un pañuelo y una badana para limpiar pistolas. Con violencia  lo hicieron bajar del automóvil en un paraje desolado y, a empujones, lo sacaron de la carretera.

–Te vamos a hacer una pregunta y di la verdad porque te conviene. ¿Dónde está Aureliano?

Aunque sabía que el ex ministro de Prío y jefe de la clandestina Triple A, había entrado a Cuba por Oriente y conocía dónde se escondía, se negó  a decirlo, y volvió a negarse cada vez que se lo preguntaron. El puño de uno de sus verdugos  se incrustó en el ojo izquierdo del periodista  y a partir de ahí llovieron los golpes.

-Vamos a esposarle las manos detrás para que todo sea más fácil, propuso uno de los esbirros.

Dicho y hecho. Lo golpearon una y otra vez en el vientre y también en la cara, luego de levantarle la cabeza para ponerlo en posición. Sin descanso, lo patearon por detrás.

-¿Dónde está Aureliano?

De pronto cesaron los puñetazos y la víctima sintió como latigazos de fuego que le mordían la espalda y los riñones. Se desvaneció. Cuando volvió en sí estaba tirado en la tierra. Se le había caído la venda de los ojos. No vio a nadie ni escuchó voces. Aun así, recelando una nueva golpiza, permaneció tendido. No pudo incorporarse cuando decidió hacerlo; le habían amarrado las piernas con su propio cinturón y las manos con los cordones de sus zapatos. Trabajosamente, y sufriendo dolores sin cuento, logró zafarse y llegar hasta la carretera.  Lo recogió un ómnibus que iba en dirección a Mantilla, y un chofer de alquiler lo llevó hasta su casa. Su medico de cabecera dispuso la hospitalización del paciente. El estado físico del periodista Mario Kuchilán Sol era lastimoso.

Presentaba  contusiones con hematomas en la región supra orbitaria izquierda, equimosis (lesiones o moretón) traumáticas lineales diseminadas por toda la cara posterior del tórax, región torso lumbar y ambas regiones glúteas, sin que se pudieran precisar lesiones óseas o internas, así como equimosis traumáticas en ambas muñecas, codos y regiones rotulianas (relativo a la rótula)…

¿Dónde está la Constitución?

El tratamiento propinado a Kuchilán motivó una reacción en cadena. Protestaron Suárez Lomba, decano del Colegio Nacional de Periodistas, y Jorge Quintana, del Colegio Provincial. Similar actitud asumió Sergio Carbó, director de Prensa Libre. Publicaciones como El Mundo y Diario de la Marina no demoraron en exteriorizar su indignación, al igual que los comentaristas radiales Guido García Inclán y Emilio Núñez Blanco. Este último, en vibrante comentario para Radio Reporte, manifestó :

“¿Dónde está la Constitución? ¿Dónde están las leyes? ¿Dónde están las garantías? ¿Dónde está ese Ejército que se dice guardián de los derechos ciudadanos? ¿Dónde está esa Policía depurada, según ellos, el 10 de marzo? ¿Dónde están los ministros que se llenan la boca para decir que Cuba se halla en plena recuperación  revolucionaria? ¿Dónde está la democracia? ¿No decían los personeros del régimen que ya los gánsteres se habían acabado? ¿No decían que el 10 de marzo había barrido con la intranquilidad del ciudadano y que en lo adelante su integridad física estaría protegida por los cuerpos de seguridad?”

Protestó  también Ramón Vasconcelos, la llamada “Pluma de oro” del periodismo cubano, a la sazón miembro del Consejo Consultivo batistiano y ministro de Comunicaciones de Batista.

No se hicieron esperar las declaraciones de jefes policiales y funcionarios del régimen. Negaban la participación de efectivos de la Policía en el suceso y aseguraban una rápida  dilucidación. Desde su yate Martha II, el general Batista envió un radiograma lamentando la agresión, y el brigadier general, Rafael Salas Cañizares, jefe de la Policía Nacional, aseguraba: “Somos los primeros en lamentar la brutal agresión… y trabajamos a toda capacidad para capturar a los autores y presentarlos a los tribunales… Las instrucciones que hemos recibido del Presidente de la República son concluyentes, ya que no hay que olvidar que él es el colegiado número1 del Colegio Nacional de Periodistas, para cuya clase reserva sus mejores afectos”.

Batista era en verdad el colegiado 362. Pero nada se averiguó. Nadie fue llevado a los tribunales. La agresión quedó impune.

Kuchilán o el estilo

Mario Kuchilán Sol nació en la capital cubana en 1910. Estudio bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, y luego matriculó las carreras de ingeniería civil, arquitectura y ciencias físicomatemáticas, sin llegar a graduarse en ninguna. De manera muy irregular, tomó clases de pintura y dibujo en la Academia San Alejandro. Comenzó en el periodismo en 1926. En 1930 se desempeñó como director artístico de la revista Alma Mater.

Su columna “En zafarrancho” estaba encabezada siempre por esta frase: “Cada meta es otro punto de partida”. Cuando, tras la salida del país de Sergio Carbó, en mayo de 1960, asumió la dirección de Prensa Libre, cambió el que hasta  entonces fuera lema del periódico, aquel: “Ni con uno ni con otro, con la República”, por un “Con la Revolución Cubana”, que acompañó al diario hasta su final, en 1961.

Tenía un alter ego: un personaje imaginario o simbólico al que hacía llamar Sofenio e identificaba como un “guajiro de Vueltas” que complementaba sus argumentaciones. Publicó dos libros: Fabulario, retrato de una época (1972), conformado por las crónicas que dio a conocer en Juventud Rebelde, y En zafarrancho (1981), donde compiló notas publicadas en Bohemia bajo ese rubro.

Al  final de cada página de “Babelgrama” hacía una precisión: “Esta columna es copiada”. Y añadía una advertencia, pues si segundas partes nunca fueron buenas, decía,  las terceras serán peores.

Y es que Kuchilán manejaba con mano maestra la sátira y la ironía. Hombre de amplias lecturas, tenía estilo propio, un barroquismo particular donde se mezclaban lo popular y lo culto.

Veamos un breve fragmento de su crónica titulada “La CIA quiso frustrar la victoria”, publicada en Bohemia. Esta alude al encuentro casual, —en el Country Club de La Habana, a finales de 1958— del abogado cubano Mario Lazo y Earl Smith, embajador norteamericano en Cuba. El abogado dice a Smith algo que el diplomático desconoce; el Departamento de Estado enviaría un emisario a Cuba para sugerir a Batista su salida del país y proponer la formación de un junta militar que lo sustituya. Dice Kuchilán:

“Para poner en onda a los jóvenes comunistas que no tienen por qué saber quién era Mario Lazo y refrescarle la memoria a algún cincuentitantero olvidadizo, hemos de recordar que Mario Lazo era, junto con Jorge Cubas y Mármol, la mitad del bufete Lazo y Cubas, firma de abogados de la United Fruit y otros monopolios.

“El embajador Smith, batistiano y defensor del tirano ante el State, anticastrista por añadidura, se sintió ciscado en su ignorancia, pero no dejó traslucir que estaba Boloña. Mario Lazo estaba en la viva. Filtraba un mazo…”

Mario Kuchilán Sol murió en La Habana el 2 de noviembre de 1983. (Publicado en Juventud Rebelde).

Ilustración de portada: Isis de Lázaro.

 

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Ciro Bianchi Ross
Es un intelectual, periodista y ensayista cubano. Su ejecutoria profesional durante más de 55 años le ha permitido aparecer entre principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual. Premio Nacional de Periodismo "José Martí" en 2017.

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