COLUMNISTAS OBITUARIOS

Marta Rojas en presente

Una llamada desde Granma. Era la infatigable compañera Estela que me estremecía cuerpo y alma con la noticia que nunca esperaba: falleció Marta Rojas, me comunicó.

Y es que con Marta, por más de 50 años, mantuve una relación de compañerismo y amistad. Y yo diría, de enseñanzas para mí y gratitud por la fortuna de conocer la historia narrada por sus propios protagonistas.

Cuando, durante algo más de 11 años fui secretario general del Comité del Partido en Granma, muchas veces acudí a Marta, principalmente para que «me ayudara» a lidiar con los jóvenes que entraban a las redacciones del periódico y que muy bien les venía un baño de periodismo real, acompañado de una historia personal necesaria —yo diría imprescindible— de ser conocida por la nueva ola que ya empezaba a ser mayoría en el diario.

Un día, al terminar un encuentro del Partido con la novel generación de colegas le dije: Martica, tu labor como militante es esa, la de enseñar cuanto puedas y sé que tienes mucho de qué dialogar con ellos.

Recuerdo que cuando yo estaba en la UPEC Nacional, le pedí organizar un curso de post grado sobre los géneros periodísticos. Confieso que tuve dificultad para convencerla porque, aunque se sabía capaz de hacerlo, me propuso a otros colegas en su acompañamiento como profesores: así realizamos el curso donde además de Marta, ofrecieron sus clases Julio García Luis, Santiago Cardosa Arias y Carlos Piñeiro.

En los últimos años, en reiteradas oportunidades me llamó a la casa para anunciarme que «venía a verme». Como vivimos a solo cinco cuadras uno del otro, a los pocos minutos el timbre anunciaba su presencia.

Siempre llegaba con algo para leer en sus manos, o un libro suyo ya publicado como «Las campanas de Juana la loca» para dedicármelo gentilmente. Por supuesto en la conversación me explicaba sobre las pericias de cómo y porqué se propuso hacer esa novela y de la próxima que ya tenía en su inquieta mente.

Una vez nos sentamos en el balcón de mi casa porque quería hablarme y preguntarme sobre los temas relacionados con África y el Oriente Medio, sobre los cuales yo escribo. Era muy aguda en sus preguntas y muy convincente en sus argumentos. Aceptábamos ambos que en una u otra ocasión no coincidiéramos.

La semana pasada la llamé para interesarme por su salud y comentarle que la había visto por la TV —activa como siempre— durante una reunión en la UNEAC. Me dijo que se estaba cuidando, que solo salía una vez a la semana porque «tenía que ir al periódico». Me di cuenta que ese deseo suyo, ni la pandemia se lo podía censurar.

Marta era así y mucho más. Me atrevería a escribir decenas de cuartillas sobre ella, pero prefiero mantenerla viva en mis recuerdos, esperando sus llamadas y sus visitas o cumpliendo una de las tantas tareas que la vida le puso al frente.

Y concluyo con algo para mí imprescindible. Marta Rojas era una fidelista 100 por ciento, como nos confesamos mutuamente a propósito de su gran obra relacionada con el Comandante en Jefe y la gesta del Moncada.

(Imagen destacada: Mata Rojas y Elson Concepción en el 7mo Congreso de la UPEC).

 

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Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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