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PERIODISMO CULTURAL

Libro Periodista de provincia o el desafío de narrar desde el humor

Hace poco llegó a mis manos el libro Periodista de provincia, del villaclareño José Antonio Fulgueiras, quien ha tenido experiencia como reportero en diversos medios, incluidos los periódicos Granma y Vanguardia y, en la actualidad, como corresponsal de la agencia Prensa Latina.

Varias veces había escuchado acerca de esa obra, publicada en el 2012 por la editorial Capiro e integrada por 55 crónicas breves, por lo cual me sumergí rápidamente en sus páginas. Desde la primera, “Lam en Sagua”, hasta la última, con igual título que todo el volumen, su autor nos propone un viaje por parajes y situaciones, en las que siempre está presente el humor.

Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y autor de otros títulos como El hombre por dentro (1994), Con el santo claro (1995), Gambia: el perfume de las raíces (2000), Víctor Mesa: el béisbol en vida (2002), Cerca del Che (2004) y Tal vez pura coincidencia (2007), Fulgueiras —nacido en Sagua la Grande en 1952— narra hechos desde el realismo y con un humor que suele provocar sonrisas y hasta carcajadas; sin embargo en el centro están siempre sus experiencias reporteriles, sus visiones a través de la lupa periodística y sus cualidades de cubano sato.

Algunos textos reflejan anécdotas de cuando se desempeñaba como operario C del Centro Telefónico de Sagua, pero ya sentía esa vocación inevitable de periodista y entrevistó, por ejemplo, al pintor Wilfredo Lam.

Entre las crónicas se incluye “El Migue”, referida a la etapa en que el actual Presidente de la República se desempeñaba como Primer Secretario del Partido en Villa Clara y jugaba softbol los sábados junto a periodistas y otras personas.

Ahí está el humor y también el cariño hacia quien solía ser pitcher titular y segundo, tercero o cuarto en la alineación ofensiva, hacia quien conectó un jonrón decisivo en un torneo nacional de la prensa, propinaba ponches, pero también se molestaba un poco cuando alguien le conectaba un jit, hacia quien después fue Primer Secretario del Partido en Holguín, Ministro de Educación Superior, Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y hoy lidera la nación.

A través de sus letras uno descubre al hombre bromista y amante de los deportes, que se ha ganado la admiración de muchos. En “Cien minutos con Fidel” nos acerca también al Líder Histórico de la Revolución, cuando en un recorrido estuvo en una situación incómoda al hacerle una pregunta que no tenía ninguna relación con el contexto o los temas del momento.

Otras crónicas son “Un santo del periodismo”, “Asesinato”, “Pequeña agenda”, “El vicio de fumar”, “Blandito y Pedrito”, “La prueba de conocimientos”, “Confieso que pequé”, “El show de travestis”, “Muñecón”, “El masajista”, “Diles que no me maten”, “La ruta de las serpientes” y “La tesis y Tartufo”, estas dos últimas referidas a escenas de la etapa de estudiante. Resultan muy favorables la riqueza narrativa y el costumbrismo presentes a lo largo de las 200 páginas.

En una ocasión el Premio Nacional de Periodismo por la Obra de la Vida José Alejandro Rodríguez definió este libro como una “cebolla picante”, por esa capacidad de motivar carcajadas hasta el punto de hacer salir lágrimas a veces.

Durante su lectura uno piensa también en lo bueno que sería cultivar más en la actualidad el periodismo humorístico, una especie de imán para lectores de todas las generaciones. Aquí se presentan de forma graciosa situaciones incómodas como amenazas de algunos por críticas recibidas o rutinas productivas y maneras “cuadradas” de pensar de directivos, incluso dentro de los medios de prensa.

Uno de los riesgos de este volumen es la inclusión de anécdotas demasiado personales o “provincianas”, pero las situaciones y la manera de contarlas rebasan lo circunstancial y las peculiaridades de contextos específicos.

Entre bromas, esta obra es testimonio de las realidades y dinámicas de un periodista, fuente de conocimientos para quienes hoy ejercen la profesión con particularidades diferentes y similares.

(Tomado de La Jiribilla)

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