CUBAPERIODISTAS RECOMIENDA

Un andar de medio siglo

Bajo el signo de la posmodernidad, la academia historiográfica ha descalificado el recuento de los grandes metarrelatos. Opta por microlocalizar la mirada en el comportamiento de zonas minoritarias o en territorios geográficos de pequeña dimensión, con el propósito de revelar aspectos soterrados tras los lineamientos centrales que caracterizan el decurso de los tiempos. Sin embargo, esta perspectiva entra en contradicción con un presente modelado por la globalización neoliberal, y el dominio del capital transnacionalizado acrecienta peligrosamente las brechas entre el poder omnímodo de una minoría y el panorama dramático de un mundo que alguna vez se denominó tercero, lacerado por el subdesarrollo y por el legado del colonialismo que adopta hoy nuevas modalidades, con la intervención simultánea de factores económicos, políticos y militares, y de una sofisticada manipulación de las conciencias hasta poner en crisis los fundamentos de una democracia burguesa nunca cristalizada del todo. En un proceso de expansión acelerada a partir de la conquista de América, los territorios del planeta se han vuelto cada vez más interdependientes, a la vez que la depredación impuesta por la demanda de materias primas amenaza la supervivencia de nuestra especie.

Para despejar las claves de tan complejo entramado, el rescate de una visión integradora se convierte en necesidad impostergable. Descifrar la realidad es premisa necesaria para la reformulación de un pensamiento y el diseño de políticas, para construir una plataforma que viabilice la coherencia de un ideario de izquierda, desconcertado y fragmentado a partir del derrumbe del socialismo en la Unión Soviética y en Europa del Este. El ejercicio del pensar no responde a una actitud contemplativa: es el punto de partida necesario para implementar el hacer. Así lo demostró Carlos Marx en el siglo xix cuando, sin renunciar a la acción, concentró sus esfuerzos en la investigación histórica que lo condujo a la elaboración de El capital. Con esas herramientas la clase obrera tomó conciencia de sí y libró numerosos combates, mediante los que logró conquistas parciales, muchas de ellas arrebatadas ahora bajo el manto de la llamada flexibilización laboral, según el lenguaje engañoso difundido por el neoliberalismo.

Con audacia y empeño investigativo merecedores del mayor encomio, Ernesto Limia ha emprendido en solitario la tarea de restitución de un acercamiento integrador a la historia. A primera vista, el marco cronológico seleccionado (1929-1968) puede parecer arbitrario, pero el año 1929 señala el inicio de la Gran Depresión, una crisis de extensión y consecuencias mundiales, y también de acontecimientos en la Unión Soviética con dramáticas repercusiones, mientras el parteaguas de 1968 prefiguraba la apertura de un nuevo ciclo.

El fascismo, expresión aberrada y extrema del gran capital, aparentemente vencido al término de la II Guerra Mundial, reaparece hoy sin reparos ni disimulo. Su retórica comienza a naturalizarse y toma cuerpo en determinadas agrupaciones políticas. Para la Alemania nazi y la Italia fascista, la guerra de España constituyó una primera demostración de fuerza. A pesar del estremecedor “muera la inteligencia y viva la muerte”, proferido por Millán Astray ante el escritor Miguel de Unamuno, las potencias occidentales ocultaron su complicidad bajo el manto de una supuesta neutralidad. Mientras los falangistas recibían toda clase de ayuda de sus aliados y la población civil padecía los efectos de los bombardeos de la aviación procedente de Alemania e Italia, Francia e Inglaterra cercaban las fronteras a toda forma de colaboración. Era el prólogo a la más atroz de las guerras conocidas hasta entonces, con sus campos de exterminio y el empleo del arma atómica en Hiroshima y Nagasaki, señal de advertencia para lo que podría sobrevenir una vez terminado el conflicto. Por otra parte, la paz relativa de la posguerra traería un impulso renovado a la descolonización. Emergía la Revolución Cubana con sus aportes prácticos y teóricos a la lucha por la emancipación, unidos al empeño por fraguar la cohesión estratégica de la plataforma tercermundista, mientras la guerra de Vietnam mostraba las debilidades del poderío militar norteamericano al enfrentar la resistencia popular organizada y, en el interior de la gran potencia, favorecía las reivindicaciones por los derechos civiles de los afrodescendientes, junto a los reclamos de los gays y lesbianas. Los acontecimientos que marcaron al año 68: el Mayo Francés, la represión de Tlatelolco y la entrada de las tropas del Pacto de Varsovia en Praga, apuntan hacia el inicio de otra etapa.

Recuerdo los manuales de historia que acompañaron mis años de estudiante.  Aspiraban a articular una narración integradora desde la Antigüedad hasta el siglo xx. Comprendí mucho más tarde, a partir de mi propia experiencia vital, que el relato se eslabonaba desde la perspectiva del «primer mundo», al que atribuía una misión civilizatoria inspirada en la noción de progreso. Instalada en los centros de poder, la academia ha irradiado una influencia decisiva en el modo de representar la realidad. Ese empeño iluminista justifica moralmente la depredación causada por las aventuras coloniales, la castración del desarrollo orgánico de las culturas originarias de América, el saqueo de África con los hombres convertidos en mercancías por su esclavización como fuerza de trabajo barata, la expoliación de las culturas milenarias de Asia…

En este libro, Ernesto Limia proyecta su mirada desde el Sur. Con esa visión, modifica el peso específico de los factores que intervienen en el decurso de los acontecimientos. Se compromete con una tarea pendiente por parte de los intelectuales de nuestro mundo. No basta con contar nuestra propia historia. Hay que integrarla a la llamada historia universal mediante la edificación de una narrativa verdaderamente liberadora. El autor registra los sucesos ocurridos en Europa, en los Estados Unidos y en el ancho territorio de Asia, África y América Latina desde el observatorio que le ofrece Cuba. La Isla había sido un punto desconocido del globo, apenas nombrada como productora del mejor tabaco del mundo. El triunfo de la Revolución puso en crisis muchas verdades.

La lucha armada y el sistemático trabajo de concientización podían derribar, sin ayuda externa de ninguna clase, una dictadura militar armada y sostenida por el imperio y potenciar así las ansias populares de profundos cambios sociales.  Contaba en su base con el apoyo de campesinos, obreros y de un sector de la pequeña burguesía procedente de un movimiento estudiantil radicalizado. “Patria es humanidad”, había dicho José Martí, y de esta tradición dimanaba una vocación internacionalista, inseparable de todo proceso de construcción socialista. Con el triunfo, la palabra de los dirigentes cubanos devino voz de los oprimidos por el colonialismo. Su proyección no se limitó a mensajes verbales. Se tradujo en acciones en América Latina y en África, donde resultaron decisivas para la independencia de Angola, de Namibia y para dar término al apartheid.

La relectura de medio siglo de proceso histórico pone en evidencia el imperativo de abordar otras temáticas indispensables para analizar el pasado, entender el presente y esbozar una plataforma de izquierda proyectada hacia el porvenir. Las evidencias de la contemporaneidad muestran que el neoliberalismo responde a una fase del capitalismo de naturaleza depredadora, en extremo peligrosa para la supervivencia del planeta. Se manifiesta en un acelerado quebrantamiento de la democracia burguesa, de la tradición humanista, todo lo cual se traduce en el renacer desembozado de una ideología de carácter fascista con manifestaciones de suprematismo blanco, de racismo y menoscabo de las reivindicaciones de las mujeres, de los homosexuales, que cobraron fuerza en los 60 del pasado siglo, y se consolida en formas renovadas de neocolonialismo. El imperio se arroga el derecho de intervenir en los asuntos internos en otros Estados y de constituirse en tribunal encargado de determinar buenas o malas conductas y castigar con represalias a los descarriados.  Por otra parte, el derrumbe de la Europa socialista llevó al desconcierto y al escepticismo de las izquierdas.

En estas circunstancias, es indispensable retomar el estudio de la teoría y la práctica del socialismo desde sus orígenes más remotos, los de la Conspiración de los Iguales de Babeuf y Buonarroti en los días de la Revolución Francesa, volver al examen de los clásicos prescindiendo de las versiones dogmáticas y simplificadoras, examinar lo ocurrido en la Unión Soviética teniendo en cuenta el asedio externo, el esfuerzo por construir un país, su papel en la II Guerra Mundial, así como los errores cometidos con las deformaciones del estalinismo, incluidos aquellos que comprometieron la política cultural y el desarrollo de las ciencias sociales. Como parte inseparable del proceso, el análisis debe atender las contribuciones de raigambre marxista aparecidas en la América Latina, sustentadas en el conocimiento de las realidades concretas heredadas del colonialismo.

De la Revolución Cubana y de la obra de sus protagonistas dimanó una contribución teórica y práctica a la historia del socialismo. Tomando en cuenta un análisis profundo de los textos de los fundadores a través del estudio de las realidades latinoamericanas en su devenir histórico y en las condiciones de la expansión imperialista, colocó en primer plano esa contradicción fundamental.  Imbricó los movimientos de liberación nacional con la perspectiva de la edificación del socialismo, tuvo presente la necesidad de mantener en plena vigencia la vocación internacionalista, de considerar la importancia de la subjetividad humana, de sustituir la imposición autoritaria de las ideas por la acción educativa y suasoria.  En el terreno de los hechos, promovió activamente la unidad de la lucha por la emancipación en todos los continentes, en lo conceptual y mediante la participación en más de un combate. Situó el debate a la luz de las dinámicas de la contemporaneidad.

El proceso no ha estado exento de contradicciones. Se manifestaron en lo interno con el sectarismo, denunciado en 1962 y más tarde con la Microfracción, tema que Ernesto Limia analiza en este libro. Hubo también confrontaciones con la dirección soviética, algunas de las cuales se expresaron en el debate público. Entre las más conocidas puede señalarse la que se produjo con motivo de la Crisis de Octubre, cuando la precipitación y el predominio de razones geopolíticas se distanciaron de la indispensable defensa de garantías para la subsistencia de una nación socialista y soberana; en lo que respecta a la América Latina, la falta de respaldo a la lucha insurreccional, en favor de la llamada coexistencia pacífica, tuvo trágicas consecuencias con el aislamiento del Che en Bolivia y su posterior asesinato.

El pensamiento creador de Fidel reclama numerosas investigaciones en profundidad, desde diversos ángulos. Se eslabona a través de entrevistas y de los numerosos discursos pronunciados a lo largo de su vida. Se enlaza con las ideas del Che, expuestas en trabajos teóricos, en sus apuntes y hasta su epistolario. En todos ellos, la observación de la realidad, el rescate de sus vivencias personales para transformarlas en vías de conocimiento y el acercamiento al legado teórico universal cristalizan en una reflexión que mantiene plena vigencia. En fecha muy temprana, el Che advirtió errores que socavaban, desde el interior, la supervivencia de la sociedad socialista europea.

Los tanques pensantes del imperio comprendieron rápidamente la magnitud del desafío planteado por la Revolución Cubana. Con el empleo de todos los medios a su alcance, emprendieron una guerra sin cuartel que, lejos de cesar, se agiganta.  Han acudido al uso de la subversión interna en lo ideológico y mediante la organización de grupos armados, sin descartar el brutal asedio económico.

Para los lectores de edad avanzada, el libro de Limia reaviva la memoria y, sobre todo, establece la interdependencia de los fenómenos, ya existente antes de la llegada de la llamada era de la globalización neoliberal. Para los más jóvenes, revela la complejidad de un pasado inmediato, indispensable para entender el tiempo que vivimos. Para todos, es una incitación a la lectura crítica del acontecer, que suscita la reflexión y sugiere los caminos abiertos a las investigaciones que nos apremian, a un pensar para actuar en consecuencia.

Descarga libre en la siguiente dirección: http://www.elperroylarana.gob.ve/sombras-de-la-guerra-fria-1929-1968/

Tomado de: Cubadebate

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