COLUMNISTAS

La irresponsabilidad

Para hablar o escribir sobre la irresponsabilidad, empiezo por reconocer las consecuencias que me trajo esta, cuando tenía 19 años y estudiaba en Santiago de Cuba. Una caverna en la zona de Siboney tenía su entrada cerrada por algún derrumbe pero yo opté por desafiar aquel impedimento y una caída cueva abajo me tuvo casi un año hospitalizado.

Desde entonces, comprendí la necesidad de ser responsable.

Se me ha hecho más difícil en estos largos años de existencia, realizar alguna acción no correcta, ya sea peligrosa para mi vida, para la de otros o que pueda provocar algún perjuicio humano, material o social.

Las cosas hay que pensarlas una y otra vez. Hay que adentrarse en cada determinación que adoptemos y… muy importante, hay que creer y respetar normas de conducta, leyes, consejos.

Cada vez que leo o escucho una noticia sobre un lamentable accidente de tránsito, me pregunto y medito sobre quién habrá cometido la irresponsabilidad que lo causó.

Llego así a estos momentos de pandemia. ¡Qué pandemia! Y por mi propia profesión, indago sobre la situación en Cuba y el mundo en tiempos de la COVID-19.

Conozco que la actitud irresponsable de mandatarios de países como Estados Unidos y Brasil, ha sido la culpable de que el número de contagiados y fallecidos en sus territorios, sean récord y encabecen la lista letal en las estadísticas negativas.

A la vez, me adentro en mi país. En lo que se hace cada día. En cómo enfrenta tan terrible situación, un gobierno, un presidente y demás ministros que de manera conjunta, acompañados de científicos y por esa avanzada que es el personal de la salud, han hecho que sea nuestra isla bloqueada pero digna, una referencia mundial por los resultados en el enfrentamiento a la pandemia y por la capacidad y entereza de enviar brigadas médicas a decenas de naciones de varios continentes.

En esta batalla no hay cabida para la irresponsabilidad. Y lo primero que se defiende es cuidar la vida de nuestro personal de salud, fundamentalmente aquellos que se enfrentan en la  línea roja con los contagiados por el virus.

Tampoco ellos pueden cometer la más mínima indisciplina que ponga en riesgo sus vidas.

Pero para lograr que se siga avanzando en la disminución de los casos y poder volver a eso que ha dado en llamarse la «nueva normalidad», hay que coartar la irresponsabilidad del ciudadano que se aferra en seguir «viviendo» como «colero» porque, o vende turnos o acapara artículos, que luego revende a precios exorbitantes.

Hacer una cola, tal vez muy necesaria, no nos puede conducir a no tener percepción del peligro que corremos, por cuanto es nuestra vida y la de otras personas lo que está en juego. Es allí donde puede empezar —como ha sucedido— el contagio con el virus, la posterior hospitalización, la posible terapia intensiva y hasta la muerte.

Tan irresponsable —y condenable— es que haya personas que se abroguen el derecho a realizar actividades prohibidas en una y otra etapa de acuerdo con los protocolos establecidos por el Ministerio de Salud Pública y la máxima dirección del país.

Esos son los que «inventan» fiestas o ceremonias que no urgen y  pueden esperar un mejor momento, pues están poniendo en riesgo sus vidas, las de sus familiares, y la de todo el pueblo. Y eso es condenable moralmente y debe serlo también por la justicia.

La pandemia no se ha acabado. El peligro continúa aquí y en todo el planeta tierra. La vacuna aún está por aparecer y cuando así sea puede pasar tiempo para que esté accesible a todos.

Entonces, ahora es cuando urge ser responsables. No exponernos ni desafiar a un enemigo tan esquivo y peligroso. Si cada cual hace lo que debe y tiene que hacer, el riesgo será menor, el contagio más difícil y la vida más segura.

Actuemos responsablemente. Solo así podré hasta escribir una nueva crónica, feliz y alegre por estar entre los vencedores.

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Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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