COVID-19

Los periodistas también usan nasobucos

Por Daniel Santiesteban

Quien vive para el periodismo sabe bien que cuando situaciones importantes, favorables o no, constituyen un interés social, hay oportunidades de sacarle lasca a la noticia y escribir los mejores reportes. Pero hay ocasiones en que los hechos superan sus propias dimensiones y hasta los mismos reporteros quedan dentro de las consecuencias del suceso.

Los tiempos de la COVID-19, o sea, los de ahora, son un vivo ejemplo de ellos. Estoy seguro de que ningún colega del mundo hubiera deseado un momento así para dar el tan anhelado “palo periodístico”.

Mientras todos buscan la solución a sus necesidades la prensa se convierte en los ojos y oídos del pueblo, aún cuando a veces den ganas de apagar el televisor o la radio porque estamos saturados de información sobre un solo tema. Sin embargo, cuando pasa un minuto sin noticia al respecto nos sentimos desorientados. Los periodistas también somos espectadores.

Para los que todavía trabajan cada día es un reto profesional enfrentarse a la realidad. Informar, cuestionar, educar y proponer también forman parte de lo cotidiano. Para ello hay que ser parte de todo: de las colas, de las reuniones importantes, de las acciones sanitarias, en fin de la vida común.

En resumidas cuentas, estamos expuestos. Es posible que los periodistas ignoren su percepción del riesgo por mantenerse en el oficio. No es su salud la que le preocupa, sino la de la familia que espera en casa.

Entre tantas cuestiones y como ciudadano común accede a echar en sus manos la solución clorada al entrar a los establecimiento que visita, que no son pocos, a pesar de que el fuerte olor de la sustancia apriete las gargantas a los más alérgicos.

O aguantar horas un nasobuco que debe cambiar constantemente y soportar el calor, el sudor y la escasa respiración por un aditamento al que no estamos habituados.

O llegar a casa y soltar las pertenencias en el patio y desvestirse y sanearse antes de entrar. Pero lo más significativo es rechazar los besos y abrazos efusivos de los hijos que nos reciben en el hogar, con un convencimiento que ya conocemos bien pero para los más pequeños nunca es suficiente.

¡Todo por la familia!

Por eso usted que me lee y es de los que permanece en la calle sin protección, que no obedece las medidas sanitarias y que cree que la COVID-19 solo le tocará a los más débiles, piense igualmente en la familia que expone al virus, pero también en la nuestra. La cadena de contagio es como una granada explosiva que se esparce a velocidad y en todas direcciones.

Sea consecuente con sus actos y protéjase. Siéntase magnánimo y crea que de su salud depende la humanidad entera para frenar la propagación de la enfermedad.

Cuídese y cuídenos, nosotros los reporteros estaremos informando mientras estemos sanos. Quizás cuando todo pase, todos los seres humanos del planeta seamos periodistas y podamos contar una gran historia y esa será la de nuestra propia experiencia.

(Tomado de TV Yumurí)

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