OTRAS NOTICIAS

Fidel Castro y el haitiano José María

Agosto 13, 2009. Fidel Castro estuvo en manos de José María. Poco después que la primera bocanada del oxígeno de Birán le abriera las puertas de este mundo al recién nacido, las negras manos del haitiano José María cargaron al bebé y le dieron un baño con hierbas aromáticas y medicinales, como había hecho con los anteriores dos hijos de  Doña Lina Ruz y Ángel Castro.

José María fue de los primeros inmigrantes haitianos llegados a aquel punto de la antigua provincia de Oriente, a unos 800 kilómetros de la capital —algunos arribaron incluso antes que Ángel Castro— y no trabajó la tierra de la finca, sino fungió como empleado doméstico y acompañó a doña Lina en sus siete partos; así escuché asegurar a Lázaro Castro —sin ningún vínculo filial con la familia, a pesar de la coincidencia de apellidos—,  historiador y especialista principal del Conjunto Histórico Birán, declarado este año Monumento Nacional.

Un especial recorrido me llevó por la finca, que hoy ocupa 26 hectáreas donde se levantan 11 de las 27 construcciones que conformaban el conjunto original, consumido por un incendio y reconstruido parcialmente 20 años después, en 1974.

Tantas habían sido las curiosidades y emociones vividas por tener al alcance de la mano aquellos objetos entre los que nació y creció Fidel Castro, líder histórico de la Revolución cubana, que para el final del recorrido parecía no quedar ya sorpresa.

Sin embargo, al borde de los humildes bohíos que lindaban con el camino, el historiador Lázaro Castro hizo un alto y allí contó sobre aquel negro haitiano, testigo del primer llanto de los Castro-Ruz y probablemente de sus primeras sonrisas.

Este 13 de agosto, cuando se cumplen 83 años del nacimiento de Fidel, no creo que sean muchos quienes, al felicitarse con sobradas razones por el acontecimiento, dediquen algún pensamiento al negro José María, ya desaparecido. De su existencia parecen ser pocos los enterados. El haitiano quizás nunca oyó decir que toda la gloria del mundo podía caber en un grano de maíz, pero con un saber venido de la tierra misma, puso su anónima gota en el riego del grano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *