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Editorial de Fidel sobre el asesinato de Carlos Bastidas

Carlos Bastidas hablando en un mitin en Ecuador.

El original de este documento está escrito a máquina y tiene algunas correcciones con la letra inconfundible del Comandante en Jefe.  En cuanto a cómo dimos con el documento, fue muy sencillo: cuando yo estaba leyendo “Diario de un combatiente, de la Sierra Maestra a Santa Clara 1956-1959” escrito por el Che, el 22 de mayo de 1958, entre otras cosas este anota, al final del párrafo correspondiente a ese día, lo siguiente: “Fidel lee personalmente un trabajo sobre el asesinato del periodista ecuatoriano Carlos Bastidas”. 

Le pedí a Eugenio Suárez que me buscara en el Archivo de Asuntos Históricos lo relacionado con los materiales de Radio Rebelde de esos días, y me envió la fotocopia. Aunque lo calificamos como editorial, el Che lo describe como un “trabajo”. El original no tiene título. No sé si la programación de ese día tuvo un guión para los locutores y si se conserva pudiera responder esas interrogantes. De todas maneras es una joya periodística donde Fidel demuestra su excelencia periodística a la hora de abordar el asunto de los dos periodistas.

Túbal Páez

 

Editorial

En días pasados llegó una noticia que nos sumió a todos en profunda pena: El asesinato del periodista ecuatoriano Carlos Bastida por las fuerzas represivas de la dictadura de Batista en la capital de la República. La versión oficial fue que el periodista Bastida cayó abatido por un agente de la policía cuando borracho corría tras una mujer.

Lo de siempre: encima del asesinato, la vil calumnia. Tanto como el asesinato indigna la infamante imputación. La familia de Carlos Bastida, compañeros de profesión, sus amigos, sus compatriotas del Ecuador, los que lo conocieron en la escuela como alumno brillante e inteligente tienen que haber sufrido, además del impacto terrible de su trágica muerte, el dolor impotente de escuchar en los propios labios de sus victimarios la canallezca versión de que se asesinaba a un delincuente, a un vicioso, a un sádico.

Era difícil concebir a un periodista culto y educado corriendo como un energúmeno por las calles de la capital tras una infeliz mujer que demandaba auxilio. La versión resultaba demasiado sospechosa, sobre todo, si se tiene en cuenta que Carlos Bastida acababa de salir de la Sierra Maestra donde vino a hacer un reportaje. Lo que ocurrió a Carlos Bastida no tenía nada de extraño si se coincide que algunas semanas atrás otro reportero que salió de la sierra, el periodista español Enrique Meneses, corresponsal de la revista francesa Paris-Macht, fue detenido en La Habana, torturado y obligado a retractarse vergonzosamente de las informaciones que sobre los rebeldes de la Sierra Maestra y el movimiento 26 de julio había escrito para la revista Bohemia, Paris-Macht, Unites Pres y otros órganos y agencias de noticias.

Enrique Meneses, salvó la vida porque claudicó, porque se sometió a suscribir las declaraciones que le presentó la policía porque, en dos palabras, para salvar la vida llegó hasta la delación de todos los contactos clandestinos del movimiento 26 de julio que lo habían estado auxiliando durante varios meses en su misión periodística. Muchos valiosos compañeros fueron perseguidos por la delación que arrancó la policía a Enrique Meneses. Es doloroso que Enrique Meneses no hubiera tenido como hombre el valor de resistir, pero es todavía más terrible e indignante que un periodista en el cumplimiento de su misión pueda ser sometido a tan bárbaros procedimientos, obligado a retractarse y a convertirse en delator, para salvar la vida aún a trueque de destruir para siempre su carrera.

Carlos Bastida era más rebelde, nadie hubiera conseguido hacerlo retractar o denunciar los contactos que lo habían auxiliado para venir a la Sierra Maestra. Su aversión a las dictaduras era tal que en los días de su vista a nuestro campamento que coincidieron con la huelga solicitó y se le concedió hablar desde nuestra emisora rebelde al pueblo de Cuba, poniendo, en función de nuestra causa sus magníficos dotes de orador y prosista, saliendo al aire desde la planta no.2 con el nombre simbólico de Atahualpa Recio.

Atahualpa Recio que desde aquí habló muchas veces a nuestros oyentes, que desde aquí vertió su inquietud de periodista combativo que no podía cruzarse de brazos en medio de la contienda, que desde aquí patentizó la solidaridad de la raza y de la sangre de la América irredenta con la causa justa de nuestro pueblo, ha caído. Los que conocen la proverbial gratitud de los cubanos hacia los hombres que en todas nuestras epopeyas libertadoras han venido de lejanas tierras a dar su sangre y su vida por nuestra patria comprenderán nuestro dolor.

Carlos Bastida fue asesinado por los esbirros de la tiranía de Batista. Se asesinó al periodista indoblegable, se asesinó al revolucionario, se asesinó al hermano de América Latina que no mereció para el tirano el respeto que le inspiran los hombres del norte. Batista sabe a quién golpea  y a quien mata. No hubiera ocurrido así si se tratara de un periodista norteamericano: eso lo comprende todo el mundo. Pero no solo unos son dignos de respeto, también merecen respeto los periodistas de América Latina; también merece respeto el periodista español, el periodista francés, el periodista y el ciudadano de cualquier parte del mundo. Si el crimen es repugnante en todas sus formas es mucho más cuando se seba cobarde contra los más débiles e indefensos.

La América entera, los periódicos y periodistas de todo el continente deben condenar con toda energía el asesinato alevoso del joven ecuatoriano, Carlos Bastida, arrancado de la profesión y de la vida a los 22 años de edad. No deben conformarse con una protesta más, hay que actuar, hay que denunciar ante los organismos internacionales los hechos que están ocurriendo en Cuba, hay que romper relaciones con el régimen oprobioso que de esa forma ultraja los derechos humanos, hay que demandar el cese de los envíos de armas que ya no solo se utilizan para asesinar a los hijos de esta tierra sino a los ciudadanos de cualquier país de América.

Ya no solo se establece contra la prensa la más rígida censura, ya no solo se impide la divulgación de toda noticia para el país y para el extranjero sino que se asesina a los periodistas que tratan de llevar al mundo la verdad de lo que ocurre en Cuba.

Desde aquí, hoy, nada podemos hacer por castigar a los criminales, pero prometemos solemnemente a los periodistas de todo el continente y al pueblo del Ecuador que los culpables pagarán el crimen y trasmitimos a ese pueblo noble, tantas veces golpeado y que tanto ha tenido que luchar por su libertad, nuestras condolencias y nuestra indignación de hermanos por el bofetón dado a esa nación, que es un bofetón a toda América.

El ataúd de Carlos Bastidas es llevado al Panteón de la Asociación de Reporters de La Habana.

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