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El constante renacer de “Por primera vez”

Una veintena de jóvenes de duodécimo grado, de los 34 que integran la segunda hornada del colegio universitario para estudiar más adelante la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana, llegó este viernes a la sede de la UPEC, de manos del profesor Roger Ricardo Luis, para multiplicar, en la cultura, la experiencia del descubrimiento.

Como siempre, el maestro sabía lo que (les) traía entre manos: los diez minutos de un documental clásico -Por primera vez, de Octavio Cortázar-, que la conmoción causada en este público singular convirtió en más de una hora de fluido debate.

Cincuenta y seis años después del estreno de la obra, la de la UPEC fue apenas otra de las múltiples veces en que Por primera vez emociona, sin importar el espectador que se le plante delante.

Entonces, quienes observamos la experiencia desde fuera vimos dos historias paralelas: la de la pieza en sí, filmada en el lomerío baracoense en abril de 1967 ante campesinos que, en su mayoría, no conocían el cine, y la que en la sede central de la UPEC -campechana también, por su plena apertura capitalina a colegas y a aspirantes a colegas- mostraba las caras de jóvenes de hoy que nunca habían visto a cubanos sin cine.

Una veintena de jóvenes de duodécimo grado, de los 34 que integran la segunda hornada del colegio universitario para estudiar más adelante la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana, llegó este viernes a la sede de la UPEC, de manos del profesor Roger Ricardo Luis.

De tal suerte, mientras en la joya de Cortázar una niña nos tocaba a todos con un índice alumbrado desde sus ojos, los estudiantes se miraban, sonreían, cuchicheaban, se impactaban con el impacto que el arte dejara en otros.

Asombro de parte y parte. Era su revelación concreta de una antiquísima, inimaginable para ellos, vida sin cine, muda y ciega, la vida de seres antes preteridos porque, además de tener el silencio -demasiado silencio, en realidad-, les faltaban imágenes.

Cortázar plasmó la llegada al campo, ya en Revolución, de las unidades de cine móvil que en apenas un año -como explicó el profesor Roger- miraron el rostro a un millón de cubanos del campo que pudieron mirarlas… por primera vez.

“Yo no he visto el cine, pero considero que sea una fiesta”, dijo a los realizadores una campesina, en el mejor vaticinio de lo que pasó a la vera de los árboles tan solo horas después, a la vista de un genio llamado Charles Chaplin que resultó inesperado cómplice de los niños serranos en aquellos Tiempos modernos. Con la extensión de la cultura, la Revolución Cubana barría en las lomas nuestros tiempos antiguos.

De modo que, en el diálogo, hábilmente conducido por el mentor, los jóvenes encontraron cosas que seguramente habrían emocionado al propio Cortázar. Alejandro, por ejemplo, entendió que lo que veían por primera vez aquellos campesinos -hasta entonces sin ningún crédito en la película del país- era la Revolución, mientras Carolina sentía en ese acto que quebró por un rato la oscuridad del monte la implantación nacional de la luz mayor, la de la cultura.

Otros dijeron apreciar el cambio de perspectiva que, incluso, subía las montañas, mientras que unos cuantos audaces, de cara a la profesión que aspiran estudiar, se aventuraban por senderos más técnicos, como ubicar la noticia y la crónica periodísticas en el documental de Cortázar, reparar en que los campesinos veían la obra, pero también el soporte, el equipamiento que la contenía -la magia y el mago, a un mismo tiempo- o hasta explicar la multiplicidad de perspectivas: a la vez que se impactaba en el campo, se sacudía a la ciudad con la simple belleza humana que suele abundar también más allá de los grandes edificios.

Mientras el profesor movía su linterna verbal para iluminar puntos esenciales como la necesidad de percibir y anotar la vida como periodistas, los jóvenes respondieron con buen ojo y pulso firme al referir una preocupación básica: la importancia de defender la cultura y la identidad de la nación, a todas luces bajo ataque de la descalificación de derecha.

Por esa defensa pasaron varias de las respuestas ante la misma pregunta de Roger Ricardo Luis: “¿Cómo hacer trabajo periodístico por primera vez?” Ellos abogaban entonces por una enseñanza más humana y más amena de la Historia, por talleres con gente sencilla para hablar de temas grandes, por el rescate de salas de cine semiabandonadas y la actualización de un trabajo como el de los ya extinguidos cines móviles.

En varios casos, el profesor interrumpía: “¡Ahí tienes un tema de trabajo periodístico!”.

Es temprano aún para hablar del camino en la carrera de estos jóvenes del colegio, pero al menos alienta percibir en ellos claridad para el sueño con mirada de idéntico brillo al de los ojos de la niña que una noche de 1967 Octavio Cortázar nos plantó en el corazón desde un pantallazo de diez escasos minutos.

 

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Enrique Milanés León
Forma partede la redacción de Cubaperiodistas. Recibió el Premio Patria en reconocimiento a sus virtudes y prestigio profesional otorgado por la Sociedad Cultural José Martí. También ha obtenido el Premio Juan Gualberto Gómez, de la UPEC, por la obra del año.

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