COVID-19

El artemiseño y la necesidad de reinventarse cada día

-Yuda, ¿qué tal? ¿todo bien?, preguntó Saylis

-Pues no. A Otoniel se lo llevaron a un centro de aislamiento como sospechoso porque tuvo fiebre. Ahora nos harán el test rápido a todos. Te paso a buscar en media hora.

Cuando Saylis Uria, una de las periodistas más jóvenes del semanario el artemiseño, escribe la crónica de aquel día en el que Yudaisis Moreno, la directora, le avisó del imprevisto, aún se percibe sobresaltada.

Primero de abril y a la descripción no le faltan los habituales implementos al hablar de COVID-19: guantes, nasobucos, desinfectantes para manos.

Justo así, vestía el equipo de reporteros que asistió a dos centros de aislamiento habilitados en la provincia Artemisa.

Once días más tarde de haber entrevistado a una docena de personas en aquellos lugares, la inesperada noticia prendió un giro a los próximos días.

“En menos de seis horas estábamos, buena parte del colectivo, en la Universidad de Artemisa en su versión de centro de aislamiento. Unos debimos quedarnos hasta el día siguiente a esperar la conclusión de la historia epidemiológica y otros debieron quedarse dos noches más a esperar el resultado de la prueba de PCR realizada el lunes”, cuenta Saylis.

El subdirector de información de el artemiseño, Joel Mayor, en el centro de aislamiento/Foto tomada de su perfil en Facebook

La anécdota es solo una de las tantas vividas por el pequeño colectivo de periodistas que integran la redacción, en más de un mes que trabajan desde casa.

Llegar hasta la finca San León, sede del semanario, ubicada a ocho kilómetros de la cabecera provincial, resulta más complejo ante el actual contexto.

“Cada quien está trabajando en su municipio, redactando desde el hogar, incluso aportan sus propias fotos”, dice Yudaisis Moreno, directora de el artemiseño por casi seis años, y agrega que al menos, una o dos veces por semana, una parte del equipo se dirige a los municipios que no tienen reporteros.

La directora de el artemiseño, Yudaisis Moreno/Foto: cortesía de la entrevistada

Junto a los periodistas, la publicación semanal es posible por el trabajo de dos diseñadores, dos correctoras y dos fotógrafos.

Si los tiempos fueran normales, los dos fotógrafos editaran las imágenes, las correctoras arreglaran los textos, los diseñadores ajustaran colores, infografías, tipografías y el equipo de dirección y de periodistas se continuaran reuniendo lunes y viernes para diseñar y corregir las ocho páginas, previa salida los martes.

Sin embargo, en estos momentos, la rutina anterior se transformó en otra en la que solo un fotógrafo posee Internet y trabaja desde casa; una de las correctoras accede a la conexión wifi para descargar los textos, editarlos y volverlos a enviar, pues su compañera tiene más de 60 años; la diseñadora de mayor experiencia envía los pdf con el diseño desde La Habana y el otro diseñador corrige y trabaja las páginas restantes.

Entre todos-afirma Yudaisis- también hemos actualizado constantemente las redes sociales y en un mes y medio hemos logrado alrededor de dos mil seguidores más en nuestra página en Facebook.

El subdirector de información, Joel Mayor y la subdirectora de edición, Adianez Fernández, coinciden en que las rutinas de trabajo habían comenzado su transformación desde que la reducción de combustible impedía llegar a la sede del semanario.

La agenda de informaciones se construye más que por sectores, por municipios, aclara Adianez, por lo cual “los periodistas que tenemos en cada localidad han escrito de cualquier tema en sus territorios, independientemente del sector tratado, aunque en esos casos el apoyo de los colegas que atienden un área específica de manera sistemática, es fundamental”.

A pesar que las nuevas condiciones restringen el espacio de trabajo, para el periodista Joel Mayor no significa que no se cuenten historias sobre la producción: “Eso no quiere decir que no vayamos hasta donde los campesinos intentan sustituir importaciones de maíz, o donde cosechan casi toda la zanahoria de Cuba”, sin embargo, los relatos de vida alcanzan mayor prominencia, y requieren de investigación para contar la historia de “la trabajadora del IPK, la persona que confecciona y distribuye nasobucos gratuitamente, los trabajadores sociales que llevan el alimento a los adultos mayores, los estudiantes que realizan diariamente las pesquisas”.

La convergencia digital ha hecho posible que las preocupaciones se extiendan más allá del contenido hacia el “cómo se ven las informaciones”. De ahí que el artemiseño se auxilie de ilustraciones, caricaturas e infografías capaces de desmenuzar la esencia de los mensajes.

Dice Saylis que “ser periodista es reinventarse sin temerle al cambio, sin sustos. Eso sí, una amplia dosis de responsabilidad invita a estar siempre donde la gente lo necesita; mucho más si confían en ti, si encuentran en uno a la fuente oficial más que a la persona”.

A pesar del distanciamiento físico, Yudaisis no deja de mencionar que cada cual ha hecho lo que le corresponde.

Y es cierto, cada trabajo es resultado del esfuerzo de quien lo realiza. el artemiseño ha demostrado en sus nueve años de publicación que no existen historias que no puedan ser contadas y ahora, aunque el obstáculo mayor sea una pandemia global, ellos-como recuerda Joel- no dejarán de estar en la primera línea “para mostrar a quienes se arriesgan, porque nosotros hemos estado siempre en ese grupo”.

 

3 thoughts on “El artemiseño y la necesidad de reinventarse cada día

  1. Miles de agradecimientos por llegarte hasta @elartemiseño, por descubrirnos aislados pero juntos en la escencia de seguir haciendo el periodismo que queremos y necesitan nuestro lectores. Para la Upec también van estas palabras.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *