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Las verdades de Pincho Gutiérrez

Kid Chocolate, Luis Felipe (Pincho) Gutiérrez y un amigo de ambos, foto de 1931.

Cuando Elio Menéndez y yo emprendimos la confección del libro sobre Kid Chocolate, al entrevistar e investigar hallamos centenares de ‘plumiferadas’, muchas con el dinero por medio; abundaban textos embusteros en relación con varias peleas del Chócolo cuesta abajo, la divulgación asociada a la falsedad con tal de lograr buenas bolsas y recaudaciones, inventando incluso cualidades en mediocres rivales o ensalzando al que le quedaba solo la fama, sean Bensa, Fillo, Feldman o Jerome. Acerca de dichas falacias, existentes ya desde la gira por Europa, escribimos:

“No es el mismo Chocolate, aunque la propaganda en España sobre el campeón será bomba de humo. Los adjetivos, la exageración, tratan de ocultar el verdadero estado del  as… Del Kid no quedaban ni sus facultades maravillosas, ni la confianza que le hizo creerse invencible entre las cuerdas…”  En cuanto a su último combate: “Se trataba de presentar a Jerome como el hombre que permitiría al Kid volver a los planos estelares. ¡Y comenzó a echársele aire al globo!”

Empezaba a ser peldaño. Todavía se le podía sacar plata. Hubo una voz que se opuso a esa injusticia, la del periodista, manager y promotor Luis Felipe (Pincho) Gutiérrez. Después de las tablas piadosas con el gris Nick Jerome (18-12-1938, Palacio de los Deportes, La Habana) quien fuera guía por muchos años (ya no lo era) del primer púgil cubano en alcanzar un cetro mundial, le habló muy firme:

– “Lo que has hecho anoche en el ring es deprimente para tu historia…Tú sabes también que de continuar peleando de ese modo, recibiendo semejante castigo, sin poder defenderte, irremediablemente te ha de significar que algún día andes como las ruinas que en tan grande proporción produce el cuadrilátero… Loco, paralítico, en la miseria, hecho una burla y una lástima. Retírate del boxeo para siempre”.

Según un reportero, testigo de la conversación: “Kid Chocolate no pudo responder una sola palabra…Como antes, como siempre, prestó obediencia a Pincho Gutiérrez y se ha retirado del boxeo” (Bohemia, 30-12-1938). Esa posición no nacía de un arranque emocional: era lógica en un hombre con la altura de Luis Felipe. A él le dedicamos un capítulo en la biografía de su más brillante discípulo.

De origen nada humilde -los padres eran dueños de una flota pesquera en Surgidero- a Luis Felipe lo enviaron a estudiar a Estados Unidos. Allí se familiarizó con el boxeo: le golpeó como hobby, se le hizo negocio y, sobre todo, le entró en la sangre para siempre… En 1925 llevó su primera cuadra a Nueva York: Black Bill, Relámpago Sagüero, entre otros. Después, sería Chocolate su gran salto… Participó, a su vez, de las ganancias del célebre panameño Al  Brown, titular mundial batam…

Atleta en su juventud, Pincho practicó baloncesto, lanzó con acierto la jabalina (de ahí su apodo) y formó parte de la canoa ganadora del torneo nacional, la del Dependientes, la misma donde remara Mella. Nunca olvidará a éste, y algo de la rebeldía del  líder revolucionario le llegó adentro; con el tiempo le fue creciendo. Con valor y habilidad se lanzó a conquistar el Norte con sus deportistas, y lo logró, especialmente con el Kid. Hábil en la dirección de su pupilo, lo supo elevar a la cima. Lo apoyó también con su  potente periodismo. Era negocio, cierto; sacaba ganancias, cierto; pero es difícil que un gladiador de nuestra época diga lo que ha dicho Chocolate de su manager:

– Pincho, ¿mi amigo? No, más que eso, mucho más que eso; mi hermano, mi padre. Si le hubiera hecho caso en muchas cuestiones… A pesar del éxito, Pincho había escrito desde Nueva York a un amigo: “Aquí estoy en mi torre de marfil. Todo aquí es falso y me dan ganas de dejarlo todo y volver a La Habana donde se respira el aire de sinceridad. Todo aquí se arregla con dinero. Los sentimientos se fabrican con dinero y para no contagiarme con esta falsificación humana, me encierro por las mañanas en mi oficina de Broadway donde sueño con librarme algún día de esta gente que no puedo resistir”.

En La Habana se daría cuenta de que tampoco en su tierra era fácil respirar la sinceridad, y los que luchaban por ese aire, por la felicidad plena, eran perseguidos y hasta asesinados. Intuyó, algo más tarde, que tras las bambalinas de la acogida había pedazos podridos…. Y en una de las despedidas a las temporadas de reposo, dijo hasta luego con una carta pública violenta en la que desnudaba el país y mostraba mucho de lo malo existente. Tomó partido contra lo turbio.

Por eso, a mediados de los años cincuenta, un periodista señaló: “Sus afanes rebeldes no son de fecha reciente. Por el año 1930 ya estaba Pincho -que nada necesitaba entonces-en andanzas revolucionarias”. Fueron más que andanzas. Tenía imperfecciones, debilidades. No era plenamente puro. Recordemos el poema de Guillén sobre la pureza… ¿Era fácil ser puro en aquella sociedad prostíbulo?.  Mánager de boxeadores rentados, no podía escapar del negocio. Pasó por pantanos terribles, y las huellas apenas se distinguían. En la balanza, sus virtudes superan por mucho a los defectos.

El 14 de enero de 1957 dejaba de existir Luis Felipe Pincho Gutiérrez, a los 57 años de edad, víctima de un colapso, en su casa del reparto Almendares. Recién había salido de la cárcel a la que lo llevó sus críticas al régimen. Estaba creando un comentario para el escuchado espacio Verdades deportivas. En la cuartilla, escrita a medias, dentro  de la máquina, atacaba la caótica situación del deporte en Cuba, su trompada iba más allá: contra el batistato.

Por Víctor Joaquín Ortega

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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