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COLUMNISTAS

Prohibir los medios de comunicación del enemigo

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado que van a prohibir en Europa los medios rusos Russia Today y Sputnik. También fue difundido en el twitter oficial de la Comisión Europea. Con anterioridad, el 27 de febrero, YouTube bloqueó el canal Sputnik en ruso en el territorio de Ucrania.

Dos días antes, el colectivo anónimo de “hackers” Anonymous se atribuía la autoría de ciberataques lanzados contra diversas páginas web rusas, entre ellas el canal Russia Today.

La agencia Sputnik informó que su web en alemán el 27 de febrero había sufrido ataques cibernéticos. También el 26 de febrero, las páginas web de Sputnik en idiomas ingléspolaco checo sufrieron ataques masivos,

Todo ello es recogido con naturalidad en Occidente. Nadie lo calificó de censura. Se le llamaba “activismo”. Es curioso, todos los días oímos hablar de hackers rusos que interfieren nuestras comunicaciones y la primera vez que aparece uno de carne y hueso en un vídeo es de este bando para anunciar que bloquean a la televisión estatal rusa.

Esto abre un interesante debate sobre hasta qué punto es lícito prohibir los medios de comunicación del “enemigo” en caso de conflicto. Incluso teniendo en cuenta que Rusia, por mucho que se discrepe de su intervención armada, no está en guerra contra la Unión Europea.

De hecho, cuando Occidente interviene militarmente no cierra medios informativos, directamente los bombardea. En abril de 1999, la OTAN bombardeó la sede de la televisión oficial serbia, la RTS, que quedó reducida a escombros. El portavoz del Pentágono, Ken Bacon, justificó el ataque porque “la televisión serbia es una parte de la maquinaria asesina de Milosevic“. Murieron 16 trabajadores.

En 2001, en noviembre, aviones estadounidenses bombardearon y dejaron totalmente destruida la emisora que la cadena de televisión árabe Al Jazeera tenía en Afganistán. Dos años después, un avión de combate estadounidense bombardeó la sede de Al Jazeera en Bagdad y mató al periodista Tareq Ayoub.

En julio de 2011, un ataque aéreo de la OTAN arrasa con la televisión estatal libia Al-Jamahiriya, dejando tres empleados de la cadena muertos y quince heridos. La Alianza Atlántica dijo que el objetivo era “silenciar la emisión de terror de (el líder libio, Muamar) Gadafi“.

Obsérvese que no son daños colaterales, son bombardeos siempre premeditados.

No se trata de discutir si el medio del otro bando miente o manipula. Es evidente que en una guerra todos lo hacen y, me temo, también en la paz. Sin embargo, el doble rasero en el discurso es absoluto. Hasta los periodistas de Televisión Española, la televisión pública de España, en sus informativos, llaman a su hómologa Russia Today “televisión controlada por el gobierno ruso“. Obsérvese la diferencia del término utilizado para referirse a la televisión de tu Estado o la del otro. Para cualquier persona intelectualmente inquieta, el acceso al medio de comunicación del país con el que se está en conflicto es una fuente de conocimiento de gran valor. Incluso acercándose a ellos con desconfianza, será interesante escucharlos.

No puede una de las partes de un conflicto arrogarse la legitimidad de silenciar a la otra en nombre de la veracidad informativa. Sobre todo, porque no disponemos de ningún sistema de intervención independiente para decidir qué es veraz y qué no. Además de que la veracidad o no tiene que ver con las informaciones, no con el medio en su conjunto.

De hecho, parece que siempre el más débil suele ser el menos agresivo contra los medios, sabedor de que ya empieza en desventaja informativa y con peor imagen de respeto a la libertad de expresión. La corresponsal de Russia Today en Washington, Helena Villar, recordaba hace unos días que “la CNN no sólo puede acudir a las ruedas de prensa de Lavrov [el ministro de Exteriores ruso], sino que además le dan turno para preguntar. Eso es impensable para RT en Estados Unidos”.

Tras enterarse del anuncio de la Comisión Europea, Villar, que es española y antes había trabajado en RTVE, afirmaba: “Jamás un medio de comunicación me ha dado más libertad para trabajar ni me ha tratado mejor profesional y personalmente que RT en español”.

Yo mismo colaboro en la agencia Sputnik. No solamente no me han censurado ningún texto de los que he escrito, sino que es el medio donde más exigencia he sufrido para que cite y muestre la fuente de cada dato que doy.

La prohibición de estos medios abre también una incertidumbre jurídica. ¿Desde qué legislación se prohíbe un medio de comunicación y pasa a ser ilegal? Si un medio se ilegaliza se supone que sus directivos y periodistas habrán cometido un delito. ¿Cuál es? Deberá la fiscalía iniciar un proceso y llevarlos ante la justicia. Si no han cometido ningún delito, ¿por qué no pueden seguir haciendo ese mismo trabajo? ¿Y si ahora un medio español se dedicase a replicar a modo de espejo todos los contenidos del medio ruso? ¿Se le prohíbe también?

Lo probablemente más grave es la indiferencia complicidad que desde el periodismo oficial y desde los dirigentes políticos encontraremos en esta decisión de prohibición.

Afortunadamente no son todos. Pablo Iglesias tuiteaba: “¿Russia Today y Sputnik informan a favor del gobierno ruso? Sin duda, igual que Mediaset y Atresmedia informan a favor de sus propietarios. ¿En un contexto de guerra manipularán? Obvio. ¿Qué significa censurarlos? Que la libertad de prensa es un discurso liberal hipócrita”.

Hace unos días denunciaban algunos periodistas y medios occidentales que el gobierno ruso había prohibido a los periodistas de sus medios estatales decir la palabra “guerra“. Mira por dónde, ahora son los gobiernos europeos los que prohíben a los periodistas de los medios rusos decir cualquier palabra.

No será la primera vez que los españoles, para poder informarse de algunas cosas, deban conectarse con medios que emiten desde Moscú porque en España estaban prohibidos.

Tomado de Infolibre

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Pascual Serrano
Pascual Serrano es licenciado en Periodismo. Crítico con la prensa tradicional, en 1996 fundó la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org), proyecto que abandonó hace 13 años. Durante 2006 y 2007 fue director editorial de Telesur. Su denuncia a los métodos de información de los grandes medios tradicionales se ha reflejado en libros como Desinformación (2009), con prólogo de Ignacio Ramonet, o La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (2014). En Foca ha publicado Traficantes de información (2012), Medios democráticos (2016) y Paren las rotativas (2019). En 2019 recibió el Premio de Periodismo de Derechos Humanos que anualmente concede la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). En la actualidad dirige en Akal la colección A Fondo y colabora con varios medios.

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