FOTOCRÓNICAS

Yarini

Retrato de Alberto Yarini realizado en un estudio habanero y que fuera  publicado en el diario La Lucha el 24 de noviembre de 1910.

En los primeros años del siglo veinte, en la recién estrenada seudorrepública cubana, Alberto Yarini era un joven admirado por su buen vestir, sus modales refinados y sus paseos por las calles habaneras montado en un brioso caballo blanco. Provenía de una familia de profesionales prestigiosos y acomodados, estudió en los mejores colegios estadounidenses pero a su regreso a la Isla no hizo su vida dentro del ambiente en que se había criado. Escogió la profesión de chulo y era el más famoso del barrio de San Isidro donde además era presidente del partido Conservador. Político prometedor y comerciante en placeres y lujurias eran, pues, sus prósperas actividades.

Sin embargo, Yarini y los demás chulos cubanos del barrio tenían unos competidores poderosos: los franceses y su “mercancía” extranjera, que era joven, bella y bien entrenada en la profesión más antigua del mundo. San Isidro era una de las zonas de tolerancia creadas por el gobierno interventor norteamericano en el año de 1906 y ambos grupos, avecinados allí, eran pródigos en riñas, navajazos y tiroteos por el dominio del territorio.

El periódico semanal La Caricatura era el único que se dedicaba a publicar las fotografías dibujadas de los hechos de sangre más relevantes de la semana. En su edición del domingo 27 de noviembre de 1910 publicó en la primera plana siete fotografías la mayoría de los sucesos de San Isidro captadas por el reportero gráfico del semanario Pedro Molini González-Pineda. Arriba, a la Izquierda, retrato de Yarini con sombrero Jipijapa y traje de dril blanco hecho durante una fiesta en Güines, debajo el cadáver del francés Louis Lotot. Al centro arriba, dibujo imaginario del asesinato de Yarini en la calle San Isidro. Debajo una fiesta en Güines en la que participó Yarini. Las fotografías de la derecha son de un herido y un muerto del bando francés. Más abajo una vista del grandioso cortejo fúnebre de Yarini al pasar por la avenida de Galiano y la calle Zanja.

Los proxenetas galos tenían por líder a Luis Letot, quien presumía de tener la mujer más bonita de La Habana, la joven francesa de 18 años llamada Berta Fontaine.  Durante un viaje que realizó Letot a Francia para renovar su harén, Yarini convenció a Berta para que trabajara para él y compartiera sus caricias.  No sólo eso, cuando regresó el chulo francés, Yarini fue a su casa y le pidió la ropa y las pertenencias de Berta y Letot se las entregó tranquilamente. La prepotencia de Letot estaba en crisis, los chulos franceses exigían venganza. Entre todos decidieron darle muerte a Yarini y le prepararon una encerrona.

El 21 de noviembre de 1910, minutos después de las 7 de la noche Alberto Yarini y su amigo Pepito Basterrechea salían del burdel situado en San Isidro número 60 (hoy 174), y fueron sorprendidos por los disparos de los revólveres de Luis Letot y su amigo Jean Petitjean, y de  otros franceses parapetados en la azotea. Yarini cayó gravemente herido y no pudo responder a la agresión, pero Pepito disparó su arma y una de las balas dio en la frente de Letot,  matándolo en el acto. Los dos jefes habían caído, el tiroteo continuó unos minutos, hasta que se acercaron los policías y los atacantes se dieron a la fuga. Las meretrices de ambos caídos corrieron en su ayuda. Pepito fue detenido. A Yarini lo llevaron en coche hasta la estación de policía de Paula, y de allí, en una ambulancia, hasta el hospital de Emergencias, situado en esos tiempos en la calle Salud y Cerrada del Paseo.

Yarini comprendió que la vida se le iba y pidió un papel y un lápiz. El medico de ofreció su recetario y su estilográfica. Escribió una nota donde se hizo responsable de la muerte de Letot, exonerando de toda culpa a su amigo Pepito. El Rey de San Isidro murió al día siguiente, el 22 de noviembre de 1910. Una interminable fila de hombres y mujeres pasaron ante el féretro llorando. Diez mil personas, según los diarios, acompañaron sus restos hasta el cementerio de Colon.

¿Pero por qué Yarini, siendo un chulo, tuvo el entierro más grande de los primeros tiempos republicanos?

El historiador de La Habana, Dr. Eusebio Leal Spengler, nos da la respuesta en estos párrafos tomados de la presentación de la novela Flores para una leyenda, escrita por Miguel Sabater Reyes.

“Al caer abatido en el corazón de San Isidro, nuestro protagonista se torna víctima de corruptos foráneos que pretendían pescar en las aguas revueltas. Para entonces, los sectores populares veían a Yarini como a un político diferente, defensor de los pobres y negado a la práctica de la discriminación racial.

Titulares de los diarios habaneros publicados entre el 22 al 24 de noviembre. Unos como El Mundo pusieron la noticia en portada, otros como el Diario de la Marina la colocaron discretamente en páginas interiores. Salvo el semanario La Caricatura, ningún diario publicó fotos o dibujos del sangriento drama del barrio habanero de San Isidro.

“Por sus modales, apariencia aristocrática y elegante manera de vestir era el paradigma de la belleza viril, del valor temerario, que pervivirá hasta nuestros días. Así durante el sepelio, aunque muchos pudieron marchar en autos, otros prefirieron caminar para llevar su féretro en hombros.

“Todavía estaba fresca en la memoria aquella escena del café en que el joven – ahora extinto – propinara un puñetazo al diplomático norteamericano en defensa del general del Ejército Libertador Jesús Rabí, acto que revelaba en Alberto, el rasgo de un carácter impulsivo, de su orgullo habanero y de rechazo a la presencia estadounidense en la vida nacional.

“De esta manera, entre lágrimas y ofrendas, llega el ataúd a la necrópolis donde, en extraña mezcolanza, se confunden las clases sociales y las representaciones políticas. Juntos aparecen a la luz del día amigos de Yarini, integrantes de la más temida y respetable fraternidad de hombres del barrio y de los muelles; altos dignatarios del gobierno; el rector de la Universidad e ilustres miembros de su claustro; familiares encabezados por su padre, el respetado catedrático don Cirilo Yarini y la atribulada madre; y entre la multitud, las hijas de María Magdalena que lloraron por toda la eternidad al señorito Alberto… “

 

FUENTES:

  • Dulcila Cañizares: San Isidro, 1910. Alberto Yarini.  Editorial Letras Cubanas, 2000,
  • Miguel Sabatier Reyes: Flores para una Leyenda. Ediciones Boloña, Ediciones Unión,    La Habana, 2005.
  • Diarios de la época
  • Semanario La Caricatura del domingo 27 de noviembre de 1910

Agradecimientos por su valiosa ayuda:

  • Idania Rodríguez, historiadora del Cementerio de Colon
  • Mabiel Hidalgo, investigadora de la Biblioteca Nacional
  • Biblioteca Nacional de Cuba José Martí
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Jorge Oller Oller
Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y del Periódico Granma. Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la Vida. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

One thought on “Yarini

  1. Las palabras de Eusebio siempre tan precisas. Tiene un lenguaje tan acertado en analogía a uno de las frases de su discurso como el mismo infiriera, “Por encima del bien y el mal” es un collar de virtudes al que pocos podemos aspirar.

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