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Cine y periodismo en el siglo XXI. No solo la verdad

Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques.

Todo lo demás son relaciones públicas.

George Orwell.

Cuando se descubrió que la información era un negocio,

la verdad dejó de ser importante.

Ryszard Kapuscinski

Un siglo entre la épica y la felonía

La película sobre el Caso Watergate mostró al periodismo en su versión más heroica

Hubo una vez en que el periodismo destronó a un presidente en el país más rico y poderoso del planeta; y por eso no hay suceso más sonado que el Caso Watergate, ni imagen sobre periodistas que acuda más rápido a la cabeza que la del carismático dúo de Dustin Hoffman y Robert Redford en el rol de Bob Woodward y Carl Bernstein, los reporteros del Washington Post que resolvieron un misterioso robo en la sede del Partido Demócrata y, con la ayuda de Garganta Profunda (un informante anónimo), sacaron a la luz las fraudulentas acciones de Richard Nixon para asegurarse la elección.

Todos los hombres del presidente (1976), la película de Alan J. Pakula, bebió de las memorias del caso vertidas en un libro para ganar cuatro Oscares y poner por los cielos la reputación de una profesión que, sin embargo, ni en la realidad ni en el cine ha tenido siempre la misma dimensión de épica y pulcritud ética.

Para una estudiosa del tema, Pepa Llausás, hay un filme señalado a menudo en la cumbre por sus numerosas excelencias en el arte cinematográfico (estructura narrativa, fotografía, montaje) que, además, cambió para siempre la visión gloriosa de aquello que Gabriel García Márquez — acaso en un arrebato romántico — llamó “el mejor oficio del mundo”. Dejando atrás los apuestos galanes de conducta idílica de Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) o Historias de Philadelphia (George Cukor, 1940), llegó Ciudadano Kane en 1941 para romper el velo de la inocencia y hacer más complejas las relaciones entre el llamado cuarto poder y el séptimo arte, en un vaivén de amor-odio que dura hasta la actualidad.

Ciudadano Kane destapa los nexos oscuros entre prensa, política y dinero.

A la cinta de Orson Welles este dilema le incumbe por partida doble, puesto que, vista de un lado, aborda la investigación concienzuda del periodista Jerry Thompson para desentrañar el significado de “Rosebud”, las últimas palabras del magnate muerto. Y desde otro ángulo, con el retrato que este reportero hace emerger a través de las entrevistas a amigos y familiares del ficticio personaje Charles Foster Kane, se desnuda disimuladamente la biografía de William Randolph Hearst, el hombre real que descubrió como to run a newspaper puede convertirte en rico, poderoso y temido por la posibilidad de manipular la opinión pública y trastornar la vida económica y política. Las dos caras del periodismo, la que hurga y revela las tramas oscuras de la realidad, y la de intereses espurios que construye verdades convenientes, aparecen en una misma película.

Por esa época, otra cinta, Foreign Correspondant (1940), va a estampar el aprovechamiento de la aureola intrépida de la profesión periodística para nutrir el imaginario del cine, y dará pie a todo un subgénero en donde la figura del periodista es el centro de películas de acción y suspenso. Alfred Hitchcock arrima a su brasa conocida el rol del “corresponsal extranjero” y lo envuelve en un drama de conspiración y espionaje, ambientado en la II Guerra Mundial.

Con el tiempo, también este personaje del enviado especial de las agencias de prensa y grandes medios devendrá arquetipo muy beneficioso para que el cine se asome a los escenarios de conflicto más disímiles y, de paso, el periodismo se redima mostrando su utilidad para sensibilizar a los públicos.

Llega 1951 y El gran carnaval de Billy Wilder enseña otra faz ominosa, la del sensacionalismo y el manejo inescrupuloso de las noticias para ampliar las audiencias. Ganadora en el Festival de Venecia y con un Kirk Douglas en su mejor forma para interpretar a un periodista en mal momento, narra las argucias de este para levantar su carrera a costa de un obrero atrapado en una mina y de convertir en big show su rescate.

Al llevar a la gran pantalla la obra magna de Truman Capote se abre un espacio para las historias criminales de la vida real.

Cuando Truman Capote presumiblemente inventa la “Non-fiction Novel” en 1965, con A sangre fría y, dos años después, Richard Brooks la adapta para la gran pantalla con notable fidelidad y eficiencia artística. Nace ahí otro hito significativo, al propiciarse que la llamada “crónica roja” y su estela de asesinatos verdaderos y mentes criminales pasen a engrosar la lista de temas selectos para la industria del cine.

Con estas cinco películas sirviendo de guía, se pueden enmarcar los principales derroteros con los que el cine fue engordando su catálogo a partir del periodismo en las últimas décadas del siglo XX. La ola de concientización social tras la guerra de Viet Nam propició biografías de periodistas ejemplares como el legendario John Reed (Rojos, Warren Beatty, 1981) y las historias de corresponsales comprometidos y en ejercicio por los cuatro confines del mundo (El año en que vivimos peligrosamente, Peter Weir, 1981; Los gritos del silencio, Roland Joffé, 1984; Salvador, Oliver Stone, 1986).

El temor a los accidentes nucleares arrimó el periodismo al cine de catastrofismo en El síndrome de China (James Bridges, 1979) y el filón comercial del thriller con reporteros en plan de detectives generó El informe Pelícano (Alan J. Pakula, 1993). La capacidad de involucrar a periodistas en el cine de género alcanzó hasta el terror en Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994).

Y aunque la industria cinematográfica estadounidense parezca la más obsesionada con el periodismo, lo cierto es que otras filmografías nacionales también han incursionado en la temática con calidad, como lo demuestra la versión cinematográfica de una célebre novela de Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira, dirigida por el italiano Roberto Faenza (1995) y Territorio comanche (1997), del español Gerardo Herrero, inspirada en un libro de Arturo Pérez Reverte.

Un periodista de culturales toma conciencia de la situación política en esta novela de Antonio Tabucchi adaptada al cine.

Con la ruta crítica anterior podemos adentrarnos en el nuevo milenio y apuntar la siguiente lista de títulos, que atiende particularmente a la intención de reflejar esta diversidad más que a una jerarquía de calidades, y por ello se listarán según su orden de aparición.

Siglo XXI: Heroínas, asesinos y un soplo de grandeza

1) HARRISON’S FLOWERS (FRANCIA, 2000)

La tragedia del desmembramiento de la antigua Yugoslavia socialista y un conflicto civil que atrajo oleadas de periodistas a esa región en la década del 90, inspiró numerosos libros testimoniales. Entre ellos, el de Isabel Ellsen que el director Elie Chouraqui convirtió en una película respaldada en el Festival Internacional de San Sebastián con el premio a la Mejor Fotografía.

Además del escalofriante realismo de las escenas bélicas, la historia de la mujer periodista (Andie MacDowell) que corre a los Balcanes para averiguar el destino de su esposo (David Strathairn), un fotógrafo enviado a cubrir el campo de batalla y del que no se tienen noticias, posee el atractivo que rodea desde siempre a los relatos de amor en tiempos de guerra. El ambiente de solidaridad entre colegas y las muestras de coraje, en contraste con el horrendo espectáculo de la guerra, ofrece un mensaje humanista y una visión edificante del oficio.

Harrison’s Flowers exhibe la peligrosa labor del fotorreportero de guerra.

2) TINTA ROJA (PERÚ-ESPAÑA, 2000)

Como una suerte de Training day (la película estadounidense de 2001), con una pareja de periodistas en vez de policías, podría describirse esta historia, donde al joven idealista Alfonso (Giovanni Ciccia), le toca hacer las prácticas de recién llegado a un periódico y curtirse en la sección de sucesos policiales al lado de Faúndez, el veterano que va de vuelta, cínico y dispuesto a todo con tal de conseguir la historia truculenta que alimente su columna y atraiga a los lectores.

Sin embargo, a diferencia del corrupto definitivo que encarna Denzel Washington en el filme de Fuqua, todavía quedan restos de humanidad en el fondo afectivo del más experimentado (interpretado por un Gianfranco Brero que levantó los premios de Mejor Actor en los Festivales de La Habana y San Sebastián) y saldrán a flote en la relación pedagógica con el novato.

Con esta adaptación de una novela del chileno Alberto Fuguet e inspirada en el universo de Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa, el director peruano Francisco Lombardi logró continuar en su momento el prolongado ciclo de éxitos que le habían garantizado en las décadas anteriores películas como La ciudad y los perros, La boca del lobo, Sin compasión, Bajo la piel, Pantaleón y las visitadoras.

Del universo de la noticia sobre crímenes cual territorio en el cual sumergirse puede llevar hacia la total desintegración moral, insistirá años después, en 2014, la película de Dan Gilroy, Nightcrawler, brillantemente protagonizada por Jake Gyllenhaal.

3) NO MAN’S LAND (BOSNIA Y HERZEGOVINA, 2001)

En ese año arrasó (Óscar y Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, Mejor Guion en Cannes, César a la Mejor Ópera Prima, Premio del Público en San Sebastián…), a pesar de la escasa suerte que suelen tener las comedias. Pero la carta de triunfo de Danis Tanovic fue precisamente esa, apartarse del tono de gravedad presumible para una cinta que abordara el peliagudo asunto de los Balcanes y devolver una historia en clave de aguda sátira.

Dos rivales, el bosnio Ciki y el serbio Nino, quedan atrapados en una trinchera en tierra de nadie, con los bandos enemigos cruzando las balas sobre ellos. En la búsqueda de una solución al problema van a intervenir los cascos azules de las Naciones Unidas y, faltaba más, los periodistas, que harán de este suceso humano, aunque trivial, un “gran carnaval” para el festín mediático del público internacional.

Con un reparto de renombre (Colin Farrell, Paz Vega, Christopher Lee) y amplio presupuesto europeo, el propio Danis Tanovic regresó al tema periodístico en Triage (2009), un filme ambientado entre el Kurdistán y Dublín, que supuso, sin embargo, un notorio traspiés en la carrera del bosnio,

4) EL AMERICANO IMPASIBLE (ESTADOS UNIDOS, 2002)

Esta cinta no solo demostró que Brendan Fraser puede ofrecer algo más serio que La Momia, que Michael Caine es baza segura (recibió por esta actuación nominaciones al Oscar, el Globo de Oro y el BAFTA), que el guionista Christopher Hampton (el de Las amistades peligrosas y Expiación) acierta siempre cuando adapta novelas y que el australiano Phillip Noyce es el rey del altibajo (director de un buen thriller como El coleccionista de huesos y otro tan pésimo como Acosada), sino que, además, finalmente hizo justicia a la obra del inglés Graham Greene, traicionada en la versión anterior de 1958.

A esta historia ambientada en el territorio vietnamita durante la ocupación francesa, le había birlado Joseph L. Mankiewicz al supuesto agente comercial Alden Pyle su verdadero rol de espía, enviado para frenar “la amenaza roja” que suponía el triunfo de los independentistas locales, centrando su drama en el triángulo amoroso que este conforma con el periodista Thomas Fowler y la bailarina Phuong.

Pero la pretensión injerencista de Pyle (camuflado de médico en misión humanitaria en la cinta de Noyce) es restituida en la trama de 2002, donde se deja bien parado al corresponsal británico que frena los macabros planes del estadounidense. Aunque quepa preguntarse siempre si fue un efectivo arranque de conciencia social o todo fue sólo por amor.

El fabulador, la oveja negra del oficio periodístico, es el tema de El precio de la verdad.

5) EL PRECIO DE LA VERDAD (ESTADOS UNIDOS, 2003)

Stephen Glass, el hombre que se inventó 27 de los 41 artículos que escribió para The New Republic, confesó sentirse avergonzado cuando se vio con el rostro de Hayden Christensen en la gran pantalla. El fraude tan mayúsculo que lucía increíble, había saltado a la luz en 1998 por una investigación de H. G. Bissinger, publicada en Vanity Fair, de donde abrevó el guión de la película de Billy Ray.

La carita inocente del actor vino de maravillas para interpretar a un personaje que logra ocultar unas ansias desmedidas de reconocimiento y ascenso profesional que le hacen olvidar cualquier recato y las reglas éticas del periodismo. Mientras el filme sigue sus pasos en la construcción de una falsa noticia y las sospechas del jefe que termina “destrozando el vidrio” de su mentira (el título original de la película es Shattered Glass), dura el engaño al equipo de su revista el tiempo suficiente como para poner en entredicho la limpieza de su oficio y la metodología del fact checker de la que tanto se ufanan los medios estadounidenses.

6) EL DIABLO VISTE DE PRADA (ESTADOS UNIDOS, 2006)

En el periodismo no todo es alta política y compromiso social y se guarda un resquicio para la frivolidad y las emociones mundanas. Se encargó de mostrarlo Woody Allen en Celebrity (1998), una aproximación a la llamada “prensa del corazón”; y también Almost famous (Cameron Crowe, 2000), que sigue a un novel reportero en el trance de acompañar la gira de una banda de rock; antes que el mundo de las revistas de moda fuera retratado en clave de comedia por el director David Frankel, basándose en las vivencias de Laura Weisberger durante su trabajo para Vogue.

Con la siempre descomunal Meryl Streep siendo capaz de hacernos simpática a la despótica jefa Miranda Priestly; otro monstruo, Stanley Tucci, bordando con gracia al gay arquetípico y mano derecha de la anterior; y una Anne Hathaway mejor que nunca, en el papel de la periodista primeriza y de intereses elevados, que al principio subestima las lentejuelas y termina cogiéndole el gusto, esta película alcanza a moverse ingeniosamente, entre la amabilidad y la sátira, para hacernos compadecer del pomposo que todos llevamos dentro.

7) [REC] (ESPAÑA, 2007)

El cine de terror se apropia de la figura del reportero televisivo en esta escalofriante película española.

De moda en el nuevo milenio, el mockumentary o falso documental llegó para trastornar completamente las fronteras entre cine de ficción y celuloide tomado de la vida real y, con ello, la visión del ser contemporáneo sobre la realidad y la ficción y la fragilidad de sus fronteras. Y si es en la vertiente narrativa del “metraje encontrado” (found footage), encima se nos hace creer — con sus trazas de filmación en bruto (sin editar), un estilo de actuación espontáneo y la inestable fotografía de una cámara en mano — que se trata de imágenes verídicas recién descubiertas, aunque en muchas ocasiones la historia contada sea del más macabro e insólito terror.

Tal es el caso del filme de los directores Jaume Balagueró y Paco Plaza donde, para colmo, se nos involucra como espectadores de una pareja de reporteros de televisión en trabajo nocturno, que acompañan a una cuadrilla de bomberos y se ven atrapados en un edificio de Barcelona donde un extraño virus convierte a los inquilinos en sangrientas bestias.

Convertida ya en todo un clásico del subgénero, esta cinta española de bajo presupuesto consiguió, con su realismo, que le otorgaran tres premios en el Festival de Sitges, dos Goyas y dar pie a secuelas, una serie de cómics y hasta el consabido remake hollywoodense (Quarantine, 2008).

8) STATE OF PLAY (ESTADOS UNIDOS, 2009)

A pesar del rostro de palo de Ben Affleck, en el rol de un político con ambiciones que pueden irse al traste con la muerte sorpresiva de su ayudante y amante y la telaraña conspirativa tejida a su alrededor, la cinta de Kevin Macdonald es, como la describió el crítico español Carlos Boyero, un thriller “intenso, con muchos recovecos, ágil y bien trazado. Una obra compacta, casi redonda”.

A ello contribuye la robustez dramática de Robin Wright Adams, en el papel secundario de la esposa del congresista; y muy especialmente, el diseño de la pareja protagonista, típicos detectives disparejos, compuesta por un profesional forjado en la vieja escuela del periodismo de investigación (Russell Crowe) y la joven representante de los nuevos tiempos, la bloguera interpretada por Rachel McAdams, quienes, más allá de la trama policiaca, establecen con su contrapunto un símil de las encrucijadas del periodismo contemporáneo.

En esta línea del noir con periodistas en el cine del siglo XXI, cabe mencionar otras como la colombiana Perder es cuestión de método (Sergio Cabrera, 2005), inspirada en una novela de Santiago Gamboa; y la traslación cinematográfica de la saga Millenium del escritor Stieg Larsson, iniciada con la sueca Los hombres que no amaban a las mujeres (Niels Arden Oplev, 2009) y replicada en 2011 por David Fincher y el remake estadounidense The Girl with the Dragon Tattoo.

9) PHILOMENA (GRAN BRETAÑA, 2013)

Además de la cobertura de los grandes temas, los medios de comunicación se salpican con las nombradas human interest stories, reflejo de acontecimientos a escala humana y con seres humanos ordinarios en el eje central. De este corte resulta el libro de Martin Sixsmith que el experimentado director Stephen Frears llevó al cine con una descomunal repercusión crítica (4 nominaciones a los Oscar y 3 al Globo de Oro, premios BAFTA y en Venecia de Mejor Guion y el Premio David di Donatello a la Mejor Película Europea).

En mucho contribuyó al éxito Judi Dench, dando vida a la anciana irlandesa que arrastra, desde su adolescencia en un internado religioso, la espina clavada de un hijo que fue vendido por las monjas a una pareja norteamericana. En este drama ocurrido en la vida real se involucró el periodista que Steve Coogan interpreta en la película, para ayudar a Philomena Lee a hallar a su retoño cincuenta años después.

10) KILL THE MESSENGER (ESTADOS UNIDOS, 2014)

Kill the Messenger presenta la historia real de un reportero que pone su vida en juego al enfrentar a los grandes poderes.

La búsqueda de la verdad a toda costa y cualquier precio tiene sus mártires modernos, cual lo demuestra esta cinta de Michael Cuesta. Con Jeremy Renner haciendo de Gary Webb, el periodista del San Jose Mercury News y Premio Pulitzer, cuya mayor contribución fue la serie Dark Alliance que destapaba evidencias del contubernio entre la CIA y la contra nicaragüense para abastecerse de armas a costa del dinero sucio de la droga y la carne de cañón de los pobres enviciados de Los Ángeles; esta trama pretende revivir las dudas que surgieron cuando la muerte temprana del investigador en 2004.

¿Fue un suicidio, como alegó la policía a partir de los testimonios que dibujaban a un Webb deprimido por el descrédito dado a sus argumentos y el acoso que sufría? ¿O alguna mano tenebrosa apuró ese final para que el mensaje del periodista no se siguiera propagando?

Lo cierto es que el filme alzó los brazos en nombre de un periodismo heroico y convenció a un público más allá de los conspiranoicos habituales, aunque algunos solo quisieron verle ciertos defectos en la hechura cinematográfica y rebajarla a “una película comprometida más”.

11) LA DICTADURA PERFECTA (MÉXICO, 2014)

En la esquina opuesta a la película de Pakula sobre el Watergate están aquellas que presentan a los medios de comunicación como perritos falderos de los gobernantes, siempre dispuestos a guardar sus vicios y errores bajo la alfombra, aunque para ello tengan que fabricar fake news o tender “cortinas de humo”.

Si en la estadounidense Wag the Dog (Barry Levinson, 1997), la magia del audiovisual se inventaba una guerra en Albania para que un escándalo sexual no hiciera mella en la reelección del presidente; en la cinta azteca se presenta a una Corporación Mexicana de Televisión que busca desviar la atención de las barrabasadas dichas en público por el mandatario, colocando bajo el foco a un gobernador corrupto. Luego, la televisora cambiará casaca y, acuerdo oneroso mediante, barrerá las faltas de este último y reacomodará su imagen a la de un candidato estelar para la presidencia.

Rodada como una continuación a la crítica del poder en su país que ya había refrendado en La ley de Herodes (1999) y como un escarnio sobreentendido al presidente Enrique Peña Nieto y la multinacional Televisa, Estrada echó mano a las armas burlescas de la comedia y consiguió que su película pronto entrara en la historia de las más taquilleras de la pantalla en México. Tras conseguir la friolera de 10 nominaciones a los autóctonos Premios Ariel, sospechosamente, no consiguió ningún lauro.

12) TRUE STORY (ESTADOS UNIDOS, 2015)

Revivió A sangre fría en el XXI; aunque ahora puesto el enfoque en el how to made del libro y la figura de su autor, a través de dos películas: una muy recordada, por la inigualable actuación de Philip Seymour Hoffman, Capote (2005) de Bennett Miller; y otra menos venturosa, Historia de un crimen (Infamous, 2006) de Douglas McGrath. Y para ver a más periodistas envueltos en la caza de un asesino legendario, salió en 2007 la cinta neo noir de David Fincher, Zodiac.

Pero si de episodios frescos se trata, el mejor ejemplo lo dio esa True Story de Rupert Goold, que necesitaba un título así para que su trama verídica, contada en un libro por el reportero Michael Finkel que sufrió los hechos, no fuera a confundirse con una ficción. Ahí, lo casi insólito es que Christian Longo, el hombre acusado de haber matado alevosamente a su esposa y tres hijos pequeños, se apropió ilegítimamente de la identidad de Finkel para atraer hacia sí la mirada del periodista. El ex del New York Times, caído en desgracia por faltar a la verdad en un reportaje, no resistirá el imán y comenzará a encontrarse con el criminal en prisión.

Esta confrontación no solo hace aflorar las distintas caras del asesino (James Franco) y ambiguas versiones sobre los eventos del día fatídico, sino que, también, deja establecido un vínculo morboso en donde el propio periodista (un inesperado Jonah Hill) tendrá que mirar de frente a sus flaquezas personales.

13) SPOTLIGHT (ESTADOS UNIDOS, 2015)

Spotlight derriba la imagen del periodista intrépido y muestra cuánto de trabajo paciente y rutinario hay detrás de la revelación de una potente verdad.

Con el elogio de “la mejor película sobre el inspirador periodismo de investigación desde Todos los hombres del Presidente” fue acogida una cinta cuyo título alude, precisamente, a la sección del periódico The Boston Globe encargada de las investigaciones a profundidad, la cual obtuvo el Premio Pulitzer 2003 por la noticia de que la iglesia católica de Massachusetts había ocultado numerosos actos de pederastia perpetrados por sus sacerdotes.

El director Thomas McCarthy corría el riesgo de aburrir con su relato minucioso de las pesquisas de ese equipo de trabajo y sus mañas periodísticas para sortear los obstáculos impuestos por el secretismo de la entidad religiosa. Pero el carisma histriónico del elenco escogido (Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Brian d’Arcy James, Liev Schreiber y Stanley Tucci) le dio vigor a la trama y el resultado fue una buena recepción en taquilla y la ganancia de dos Premios Oscars (mejores película y guion) entre un total de seis nominaciones.

No es esta película, sin embargo, la única que en el nuevo siglo trata de levantar la visión gloriosa de un periodismo enfrentado a grandes poderes con la verdad como espada. Otras notables son Good Night and Good Luck (George Clooney, 2005), Frost vs Nixon (Ron Howard, 2008), Truth (James Vanderbilt, 2015). La última en sumarse fue The Post (2017), donde Steven Spielberg saca partido a la odisea del Washington Post para revelar los famosos “Papeles del Pentágono” sobre la guerra de Vietnam, en el momento que una mujer, Katharine Graham (Meryl Streep), tiene por primera vez la oportunidad de tomar las riendas de un gran periódico. Por partida doble, en la defensa de la libertad de expresión y del feminismo, este filme se anota sus puntos.

14) LA CORRESPONSAL (ESTADOS UNIDOS, 2018)

En la historia verdadera del periodismo existen mujeres legendarias, como la figura que interpreta Rosamund Pike en esta película.

Si de mujeres se habla, hay que reconocer el terreno ganado por las heroínas en las historias de periodismo llevadas al cine. En 2003 apareció Veronica Guerin (2003), de Joel Schumacher, donde Kate Blanchet ponía su rostro dúctil al servicio de realzar la imagen de una abnegada reportera, que cobró notoriedad en el Dublín de los 90 por su intransigente denuncia contra el crimen organizado y los múltiples atentados a su vida por esta causa.

En 2018 le tocó a Rosamund Pike sacar lo mejor de sí para encarnar a una leyenda de los últimos tiempos, la británica Marie Colvin del The Sunday Times, quien labró su fama haciendo coberturas informativas en zonas de cruento conflicto. El filme de Matthew Heineman como bien lo resalta su título en inglés: A Private War, no solo capta con un absorbente verismo fotográfico la participación de la corresponsal en los acontecimientos de Kosovo, Sierra Leona y Siria. También dedica un tramo importante del metraje a penetrar en su compleja intimidad psicológica, con el auxilio del envolvente tema musical compuesto por la cantante Annie Lennox.

Aunque terminen consagrando a la película dos nominaciones a los Globos de Oro (Mejor Actriz y Canción), tienen su razón los críticos que le señalan a Heineman su obsesión por subrayar los traumas de la vida personal y las marcas mentales y físicas sacadas de la primera línea de batalla, que acaba por mostrar “algo heroico en lugar de algo trágico”. Y que solo logra “santificar a la mujer en lugar de entenderla”.

15) ANOTHER DAY OF LIFE (ESPAÑA, 2018)

Hace rato que los dibujos animados vienen escapando de los clichés para un público infantil; y ahora prescinden de las fairy tales a lo Disney para contar historias adultas de todo tipo, incluidas las de no ficción. Ejemplo de ello es un sobresaliente docudrama de Raúl de la Fuente y Damian Nenow, inspirado en las crónicas del polaco Ryszard Kapuscinski (1932–2007), hombre del que se dice que reportó acerca de 27 guerras entre 1956 y 1981 y, sin dudas, el más unánime paradigma en el siglo XX del ideal humanista y el compromiso social del periodismo.

La película se centra, particularmente, en el casi suicida viaje al corazón de las tinieblas que significó para el reportero colarse donde operaba el último teatro de operaciones militares de la Guerra Fría, en 1975. Cundía el caos y la muerte en Angola, y era ardiente la disputa entre un ejército que liberó a la antigua colonia del vasallaje portugués y tropas instigadas desde Sudáfrica por el interés imperial estadounidense en apropiarse de las cuantiosas riquezas albergadas en las entrañas del país africano.

En los 85 minutos que dura esta cinta, predomina el uso de la técnica de motion-capture animation, aunque se combine en ciertos momentos con imágenes de archivo y entrevistas realizadas en la actualidad a personas que conocieron a Kapuscinski. Una voz en off deja saber las reflexiones del protagonista sobre los dilemas morales que enfrentan los profesionales de la información, al tiempo que una animación exquisita y rica en encuadres fotográficos, recrea escenas de acción, instantes contemplativos y pasajes oníricos.

Tomado de El Caimán Barbudo

Foto de portada: Fotograma del filme El ciudadano Kane. Imagen tomada de La vanguardia.

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