COLUMNISTAS

José Martí en la estela de un periódico

Si ya es historia la conmemoración del aniversario 131 de Patria —que, fundado por José Martí, empezó a circular el 14 de marzo de 1892—, estimula apreciar el valor histórico y actual de la conmemoración, en la que sobresalió el Coloquio Internacional Patria. Auspiciado centralmente por la Unión de Periodistas de Cuba, se desarrolló en la Casa de las Américas los días 13 y 14 del mes en curso, y dio continuidad al que, con igual patrocinio y en el mismo escenario, tuvo lugar en 2022, al cumplirse ciento treinta años de la publicación martiana.

La decisiva participación de la UPEC en los honores tributados a Patria, expresa la responsabilidad consciente asumida por el gremio informativo de la nación con respecto a la obra de José Martí, y esa conciencia se rubricó en 1992 al institucionalizarse el 14 de marzo como Día de la Prensa Cubana. La clara voluntad de homenaje merece reconocimiento, y se inscribe en la certidumbre de que el legado martiano —y Patria en él— continúa aportando lecciones y bríos para enfrentar los retos del presente y seguir avanzando hacia el futuro.

Tal poder de permanencia remite directamente, para el quehacer informativo, a las tácticas y estrategias comunicacionales concentradas por Martí en Patria, y también se vincula con el modo como el líder apreció los avances de la ciencia y la tecnología, asumidos desde la raigalidad histórica y sin sucumbir a la neomanía. Patria perdura por la indestructible relación sustentada en sus páginas entre sabiduría, ética y belleza.

Si hubiera que escoger un ejemplo de su inagotable actualidad, bastaría detenerse en el artículo de Martí “La verdad sobre los Estados Unidos”, publicado en el rotativo el 23 de marzo de 1894. Por sobradas razones, para iniciar el coloquio de 2022 la UPEC organizó un panel que, centrado en la vigencia de Patria, no fue simple obertura ornamental ni mera declaración de afectividad histórica.

Las intervenciones aportadas al panel —en el que también se disfrutó un audiovisual del periodista mexicano David Brooks sobre la estancia de Martí en Nueva York— se publicaron enseguida en Cubaperiodistas. Pero la importancia de esa parte, orgánica, del foro —con participantes como la activa independentista puertorriqueña María de Lourdes Santiago y el historiador cubano Ibrahim Hidalgo Paz, que en sus indagaciones sobre Martí ha prestado particular atención a Patria— hace difícil entender que no esté reflejada en las memorias del coloquio. El volumen, con prólogo de la entusiasta Graciela Ramírez, fue coeditado por Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo, que ella dirige, y la Editorial Pablo de la Torriente.

La exclusión del panel no solo empobrece dichas memorias. También valida la preocupación expresada por una de las voces presentes en ellas, la que explícitamente quiso “contribuir a que no ocurra algo indeseable: que parezca que cuando se habla de Martí en ponencias sobre él, Martí existe, y cuando se habla de la comunicación contemporánea, la de hoy, no existe Martí” (p. 64).

Pero, aunque ese peligro no se debe considerar conjurado del todo, varias intervenciones en ambos coloquios subrayaron el valor con que el periodismo martiano desbordó su tiempo y permanece vivo en el nuestro: no solo por sus grandes aciertos, sino porque nuestro tiempo —signado por el desequilibrio con que el imperialismo estadounidense y sus cómplices han dislocado el mundo— sigue siendo en gran medida, y hasta dolorosamente, por lo mucho que está pendiente de logro, el tiempo del temprano y vertical luchador antimperialista José Martí.

El legado de ese luchador sigue aportando luz en un contexto donde las fuerzas revolucionarias del planeta, no solamente en Cuba y en la generalidad de nuestra América, siguen abocadas a la necesidad de utilizar las armas fabricadas por los enemigos de la libertad. Y el valor de la luz aportada por Martí crece cuando ya no se trata de utilizar —como hicieron los mambises cubanos con el máuser en la lucha anticolonialista y por la liberación nacional— un arma cuya sentido de efectividad depende básicamente de la preparación y los propósitos de quien la empuñe.

La fragmentación de mensajes propulsada hoy por los medios hegemónicos del capitalismo obedece a la intención de castrar el pensamiento, porque el desarrollo de este puede conducir a las masas oprimidas a percatarse de las falsificaciones presentes en la manipulación de dichos medios. Así las fuerzas emancipadoras necesitan pertrecharse de un pensamiento claro y abarcador, pero se ven llevadas a emplear recursos comunicacionales diseñados de antemano con el fin de paralizarlas o conducirlas a la dispersión y a la ignorancia.

La envergadura de semejante desafío mueve a recordar lo advertido por José Martí en carta del 10 de abril de 1895 —ya en tránsito hacia los campos insurrectos de Cuba— a quienes en Nueva York tenían a su cargo la edición de Patria: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”. Y la realidad de hoy sugiere que el sabio apotegma puede dar cabida a un hecho sórdido: esa guerra de pensamiento incluye también la ausencia de él. Al decirlo, es insoslayable saber que los términos despolitización y desideologización expresan el afán de sustituir el pensamiento revolucionario por las brumas dolosas que los opresores venden como neutralidad.

Son maniobras en las que son diestras las derechas: lo avisa de facto el rótulo, discutible y discutido pero expresivo, con que se las identifica en oposición a “las izquierdas”. En esa atmósfera caliginosa y malvada, afincada en los intereses de la opresión, se mueven las fuerzas hegemónicas, y a menudo logran que sus rejuegos pasen como algo natural, ajeno a la política y a la ideología.

Pero también en esa atmósfera resulta estimulante apreciar que quienes —procedentes de varios países— participan en los coloquios Patria confirman que los ideales sostenidos e iluminados para su tiempo y hacia el futuro por los grandes exponentes del pensamiento revolucionario mundial, como José Martí, siguen vivos, y actúan. No fue mera casualidad lo que dio valor a la recordación, en los dos coloquios realizados, de Carlos Marx, quien murió el 14 de marzo de 1883, nueve años antes de fundado Patria.

Si solo fueran ilusiones, expresión de esperanzas bien intencionadas, los criterios y reclamos que dieron vida al foro de 2022 y al de 2023, merecerían encomio. Pero la firmeza y la lucidez, la decisión de lucha con que se han sustentado y defendido, los avalan como ideales que no cesarán. Quien lo haya presenciado puede asumir el riesgo de parecer cursi y citar una entrañable canción latinoamericana: “¿Quién dijo que todo está perdido?” No lo estará mientras en el mundo haya seres humanos como los que han hecho realidad los coloquios Patria.

Foto del avatar
Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *