CON DOS DEDOS

¡Talleres para Hoy!

A partir de agosto de 1940 se acometió en Cuba una campaña colosal de recaudación de fondos para dotar de talleres propios al periódico Hoy, órgano del  Partido Socialista Popular (PSP).

Refiere el poeta Nicolás Guillén en sus memorias (1982) que en  una asamblea celebrada en el club campestre Siboney, de San Francisco de Paula, se acordó organizar la colecta y se designó al comité que la llevaría adelante. Blas Roca, secretario general de esa organización política, había enardecido a los asambleístas, recuerda Nicolás, al pintar “con sus colores reales las dificultades que entorpecían la publicación de Hoy, su inestabilidad material y el riesgo constante que corríamos de ser víctimas del propio enemigo que estábamos combatiendo. Total, que el éxito de la nueva consigna fue inmenso: ¡Talleres para Hoy!”

El periódico Hoy —su verdadero nombre era Noticias de Hoy— comenzó a aparecer el 16 de mayo de 1938 y se imprimía entonces en talleres situados en la calle Amistad, aunque su dirección y redacción radicaran en la calle Gloria. Poco después, ya en 1939 o 40 pasó a unos talleres sitos en Obrapía, 359.  Los propietarios de aquella imprenta trataban al personal de Hoy con suma cordialidad, pero el local resultaba estrecho, incómodo y oscuro; la tipografía  era retrasada y las máquinas —rotativa y linotipos—  víctimas de una parálisis progresiva general, sin contar que las  dificultades  económicas para la compra del papel y el pago del personal de la imprenta, que iba siempre por delante, eran motivo de angustia un día sí y el otro también.

Nicolás regresó de España en junio de 1938, y comenzó a ser visita diaria en el periódico cuando se hallaba instalado ya en la calle Obrapía. Aunque pertenecía a la redacción del diario, nunca hizo estancia en el lugar. Trabajaba en su casa ya fuera en artículos aislados y secciones regulares que aparecían bajo su firma, y también en  textos, a veces en versos, que se publicaban sin crédito. Por la tarde entregaba personalmente sus  materiales y permanecía en el diario hasta la hora del cierre.

El jefe de información lo era entonces Vicente Martínez, que haría célebre el seudónimo de Esmeril con el que calzaba una columna que, con el título de En su punto, llegó a ser leidísima.  Era un hombre que conocía lo que es un periódico de la pa a la pe, desde vocearlo en la calle hasta diagramar sus páginas y llenarlas de textos interesantes en el ajetreo febril de la redacción. Con seis o siete años y viviendo en una cuartería de la calle Perseverancia, había vendido periódicos para ayudar al sustento familiar, y a partir de ahí se fue haciendo el periodista formidable que llegaría a ser.

Cuando Nicolás aparecía en Hoy, ya Esmeril tenia escrita su columna, pero se hallaba inmerso en las numerosas responsabilidades de su cargo. Aun así sacaba tiempo para platicar con el poeta y hasta beber un  urgente vaso de cerveza en el bar de Obrapía y Compostela. A ellos se sumaban, en ocasiones, el narrador y poeta Félix Pita Rodríguez, que tenía bajo su cuidado el magazín del diario, y el escritor haitiano Jacques Roumain, a quien la dramática situación política de su patria mantenía en Cuba.

No era raro que los cuatro salieran juntos a comer sobre las  nueve de la noche, cuando ya el cierre del diario era cosa hecha. Acudían por lo general a una fonda de chinos, muy limpia, que abría sus puertas a unos pasos del periódico,  por la calle Compostela. El menú preferido era simple y criollo: arroz blanco, frijoles negros, y boliche con papas. De postre, un flan o unos cascos de naranja o guayaba con queso crema.

La colecta

La campaña de recolección de fondos fue un éxito rotundo. Colaboró gente que no se esperara que lo hiciera. José Ignacio Rivero, Pepìn, propietario y director del conservador Diario de la Marina, hizo una contribución cuantiosa y cuando los emisarios de Hoy le dijeron que, si así lo prefería, mantendrían su gesto en silencio, comentó que no le importaba que se supiera pues “total, nadie se lo va a creer”.

A una oficina que la dirección del PSP instaló en la desaparecida Manzana de Gómez afluía el dinero de todas partes del país, Tras nueve meses de ardua labor, había en las arcas dinero suficiente, pero no aparecía la imprenta. De pronto se supo que una imprenta excelente, con rotativa y varios linotipos sería sacada a subasta en Nueva York y el PSP pidió a un “compañero de viaje” de la organización que la comprara. Llegó al fin la imprenta a La Habana, pero con ello solo estaba resuelto una parte del problema. ¿Dónde instalarla? Se carecía de local apropiado para hacerlo y los propietarios de los espacios donde podría hacerse pedían una fortuna, y no todos se mostraban dispuestos  a acoger en sus predios una imprenta, y mucho menos una imprenta de los comunistas.  Mientras tanto, los hierros comprados quedaban a merced del salitre marino en los muelles habaneros. Ya no se trataba de dotar a Hoy de talleres propios. Se requería el local para emplazarlos y se lanzó una nueva consigna. Se pidió un esfuerzo más y la campaña se estiró.

Surgió al fin un local que pareció apropiado en la calle Desagüe entre Oquendo y Marqués González. Una nave o galpón donde Oscar Zayas, propietario del vespertino Avance, almacenaba el papel que vendía a las llamadas imprentas de obra, esto es, que se dedicaban a la impresión de libros.

Comenzaron las negociaciones y el PSP pudo adquirir la nave. Era un desastre. Apenas se comenzó a trabajar, del piso brotaban manantiales y paredes y techo amenazaban con venirse abajo. Se trabajó día y noche en la construcción y pudo al fin levantarse una nueva edificación de tres pisos.

El 20 de mayo de 1941 el local se abrió al público y la gente entró a ver aquella imprenta comprada gracias a una gigantesca suscripción popular, única en Cuba. A  las cuatro de la tarde se cerraron al tránsito las bocacalles de Oquendo y Marqués González y hablaron  los mejores oradores del Partido. Hubo música y la fiesta se extendió hasta pasada la media noche.  Pero el periódico siguió imprimiéndose en el local de la calle Obrapía hasta el 29 de mayo cuando los operarios lograron dominar las nuevas máquinas.

Hoy fue uno de los periódicos mejor impresos de Cuba, reflejo y vocero de millares de trabajadores en toda la Isla hasta que el gobierno de Carlos Prío cerró las puertas que el pueblo había abierto. (Ilustración: Isis de Lázaro).

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Ciro Bianchi Ross
Es un intelectual, periodista y ensayista cubano. Su ejecutoria profesional durante más de 55 años le ha permitido aparecer entre principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual. Premio Nacional de Periodismo "José Martí" en 2017.

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