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Opus Habana produce comunicación pública sobre bases estéticas

Desde que el debate de la posmodernidad insufla todos los resquicios productores de sentido, es ciertamente insólito hallar en la prensa cultural una práctica editorial que reivindique la belleza de manera explícita.

En la sociedad posindustrial muchos valores de la Modernidad agonizan; otros se diluyen. El marcaje cultural de la posmodernidad está constituido por la iniciativa de los mass media en tiempos de las autopistas de la información. Y ese marcaje es la estetización difusa que publicita el universo del audiovisual: los video clip, los reality shows, las top models, los top shows, alguna que otra vez los video arte, la carnavalización de la imagen, incluso frente al marketing político…

En fin, asistimos al reinado de la comunicación mediática sobre la base del “todo vale”, el hedonismo y la desacralización a ultranza. Ejemplos sobran. Traeré dos a colación: el empleo de la silicona como recurso para un presupuesto teórico del ideal del cuerpo femenino, y la decisión de familias y amistades de dirimir rencillas, encontronazos y desacuerdos frente a las cámaras de televisión. Ya casi nadie quiere hablar de la belleza, de lo que es bueno y de cuánto tiene de verdadera la humildad para el andar por la vida.

Un ejemplo de comunicación pública sobre bases estéticas que procuran “restituir valores dañados por el tiempo es, desde hace década y media, Opus Habana. Porque “la obra de la Oficina del Historiador contempla la necesidad de la belleza, en la certeza de que ella reinsertará a la comunidad ante una nueva dimensión del futuro, como parte de un pueblo que ha perfilado sus signos de identidad y que los reconoce”[i].

Una práctica del colectivo de la revista es la vinculación con los pobladores del entorno. En la foto, Argel Calcines, su editor general.

La cita en cuestión nos ubica ante una interrogante que, una vez respondida, fundamentará —más allá del regodeo visual que el lector pueda experimentar ante las páginas renacentistas de Opus Habana—, el perfil editorial de esta publicación.

La pregunta es la siguiente: ¿por qué es necesario afirmar, categóricamente, que la revista contempla la necesidad de la belleza en el resultado de la obra que realiza? En primer lugar, resulta imprescindible definir y sublimar el concepto de belleza al modo de los tratados filosóficos que, en acuerdo de rectitud con la Estética, vista como disciplina académica, de manera histórica, han enaltecido la triangulación de las categorías fundamentales: lo bello, lo bueno y lo verdadero.

Pienso en los autores Lessing, Baumgarten, Kant, Hegel, Krause, Urs Von Balthasar, Adorno, Horkheimer, Banfi, Marchan Fiz, Bayer, Lotman, Mukarovski, Moravski, Kagan… Para estos instantes de definición de la conciencia estética es preciso  enaltecer todo el esplendor de las disquisiciones sobre el buen gusto y el asidero ético que, en mi opinión, debe corresponderse con el acto de formular el juicio estético a la manera de una convicción existencial que contemple el goce estético, no como una cosa del azar, sino en armonía con las relaciones sociales esplendentes y abiertas al universo-mundo, o sea, a modo de  acto lúdico para canalizar el disfrute de los juegos, los hábitos, el entorno.

Opus Habana reconoce y redimensiona la necesidad de la belleza en relación directa con lo bueno que constituye la enseñanza y la divulgación del buen gusto.

Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, fue el director de Opus Habana hasta su fallecimiento en 2020.

Opino, además, que interpreta lo verdadero en las raíces identitarias de un pueblo que está consciente de ellas. Esas raíces —afirma bien la revista en lo que, considero, es la declaración de un principio ético-estético que conmina a estas dilucidaciones—, se han perfilado un poco más en cuanto a signos, a sistemas de representación.

El rescate, transfigurado por el aliento de una política cultural anclada en el talante de la Modernidad, nos ha devuelto la genuina Plaza Vieja, la Iglesia de Paula en todo su alcance comunitario y capitalino y  el Colegio Universitario San Jerónimo: summun de lo bello, lo bueno y lo verdadero. Pudiera —y quizás debiera— extenderme en la ejemplificación.

Acaso con ese referente —propongo—, debe hojearse cada edición de Opus Habana. En ellas el lector apreciará la uniformidad de un estilo gráfico de elegancia, de realce, de glamour poético que se concreta en el inteligente empleo del color, en la experimentación tipográfica y en el uso, nada abusivo, de las ilustraciones.

Al mismo tiempo, se dará cuenta de la delicia que, con toda seguridad, constituye para   todo el colectivo editorial, la exquisita aventura ecléctica que entraña la intención de procurar la conjugación armoniosa entre los diferentes estilos prosódicos, cuyas fronteras, en no pocas ocasiones, son francamente borrosas. Esto resulta buena muestra del concepto de armonía que, predicaban los pitagóricos, debía regir al mundo.

En las páginas de la publicación se revela una pluralidad de estilos muy armónica por la comunión de intereses. Y esta es, a no dudar, una operación matemática exenta de toda laxitud. Es decir, Opus Habana, o conforma una comunión de intereses, o sencillamente no lo es.

Aquí se juntan, funden y complementan, por una vertiente, la energía altruista y lírica de un cubano de buena voluntad y probada clase intelectual: el Doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad y director de la revista hasta su fallecimiento en 2020, con la letra viva de Emilio Roig de Leuchsenring. Por la otra, las ingeniosas taxonomías periodísticas sobre los ímpetus arqueológicos en el Centro Histórico, narrados con mucha amenidad por los periodistas.

El acompañamiento reporteril al rastreo arqueológico en la praxis, imagino se convierta siempre en un evento profesional preñado de plenitud y diversión, pues seguramente cada prioridad es pensada y decidida en la propia mesa de reuniones del equipo editorial.

De igual forma, con júbilo desbordante, celebro la agilidad, la eficiencia y la riqueza del periodismo cultural que practica el grupo de redactores de “Breviario”, sección de reseñas y comentarios: pieza periodística que se irradia por los ambientes artísticos, culturales y académicos para testimoniar la belleza como convicción, como legitimación absoluta y perfecta de cuanto es menester para la magna obra que entraña el rescate del entorno, tarea —bien lo sabemos—, que busca colaborar en el encumbramiento de la vida y la geografía capitalinas que deviene,  para mayor importancia, el enclave en donde se soñó la nación cubana.

 

Bibliografía:

Estética. Enfoques actuales. Colectivo de autores. Editorial Félix Varela, La Habana, 2006.

Foto de portada: Opus Habana produce comunicación pública sobre bases estéticas.

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Emilio Barreto Ramírez
DrC. Emilio Barreto Ramírez. Profesor Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Periodista y escritor. Autor de libros académicos, de artículos científicos y periodísticos. Ha publicado narrativa y ensayo en revistas literarias nacionales

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