PERIODISMO CULTURAL

Una escritora japonesa en Multivisión

Hanako y Ana, serie televisiva inspirada en la vida de la traductora, editora y escritora para niños Hanako Muraoka se transmite por el canal Multivisión y es una pena que no haya sido promovida como merece esta oportunidad de acercarnos a una mujer notable en la cultura  nipona con una existencia  acentuadamente novelesca.

Desde su nacimiento, Hanako estuvo signada por la excepcionalidad que le vio su padre, quien pese a la pobreza de su condición, abandonó Kófú, su lugar de residencia, y a la familia, para irse a Tokio y proporcionarle educación a la niña , lo cual era una suerte de privilegio costoso en los albores del siglo XX en Japón.

Gracias a la relaciones religiosas de su padre, Hanako logró una beca en el colegio femenino cristiano, donde se destacó como alumna, recibió una preparación que le permitiría ser maestra de Inglés, y luego le abrió la puertas de una editorial en cuya revista Arcoiris apareció, traducido por ella, El príncipe y el mendigo de Mark Twain.

Amores difíciles, la pérdida de su único hijo, relatos para niños, programas en la radio que le dieron popularidad, discos recitando sus obras traducidas, participación en las luchas por los derechos de la mujer y el voto femenino fueron escalones de una carrera profesional que alcanzó particular resonancia al  publicar en 1952 Ana, la de las tejas verdes, obra de la canadiense Lucy Maud Montgomery.

Secretamente, Hanako tradujo Ana de las tejas verdes durante los días terribles de la Segunda Guerra Mundial gracias al regalo de una misionera canadiense que se vio obligada a abandonar Japón en 1939 por las tensiones bélicas reinantes.

La novela juvenil Ana de las tejas verdes había sido publicada en 1908 y fue acogida con tanto beneplácito por los lectores que su autora  escribió y publicó ocho libros más sobre la huérfana acogida en una granja de la Isla del Príncipe Eduardo, que se caracteriza por su singularidad, su peculiar sentido libertario, su empeño en demostrar que no decepcionaría a sus padres adoptivos que esperaban un chico para ayudarlos en las faenas de la finca y que de alguna manera se adelanta a los conceptos de emancipatorios femeninos de manera amable y divertida.

Tales fueron los aciertos del personaje que el gran escritor Mark Twain calificó a  Ana de las tejas verdes como “la más querida y encantadora niña de ficción desde la inmortal Alicia”. Y evidentemente el personaje caló hondo en los lectores, sobre todo lectoras japonesas, al punto de convertirse en una especie de heroína nacional.

Desde el título, la serie que pasa por Multivisión remarca la importancia de la traducción de Ana de las tejas verdes, pero ofrece, con muchos detalles, los elementos biográficos donde se fueron gestando la vocación de la escritora Hanako Muraoka, su labor en las publicaciones de literatura para niños y la importancia de sus traducciones de obras para los más chicos.

También la hermosa presentación de cada capítulo alude a la famosa casa de tejas verdes que fue reproducida tal cual la descripción literaria en Hokkaido, mientras los breves capítulos muestran los ambientes rurales y citadinos, las características del mundo editorial, y la evolución de la presencia femenina en ellos, además de los modos de actuar y pensar en cada época.

Visibilizar la historia de una mujer japonesa relevante en la historia literaria nipona es una oportunidad digna de ser reconocida, pero debió anunciarse de manera más notoria para llamar la atención sobre el suceso y dar la oportunidad de seguirlo a los interesados.

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Soledad Cruz Guerra
Periodista, ensayista y escritora cubana. Trabajó en Juventud Rebelde como una de sus más sobresalientes articulistas. Fue la representante Cuba en la UNESCO.

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