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Desafíos del consenso: Comunicación

Por Laura Serguera Lio y Armando Franco Senén

Acosada por el falso paradigma de la imparcialidad; llamada a ser objetiva; (re)validada por la comprensión de una centralidad que, en los últimos treinta años, se ha hecho más patente que nunca; reducida; manipulada; alabada; defenestrada… punto de confluencia de disciplinas a las cuales, además, trasciende; cuestionada en su rigor científico, simplificada… hoy, en Desafíos del consenso, la comunicación es protagonista.

Con el hándicap de que, contrario a otros campos de estudio, en este, cualquier persona con un consumo más o menos responsable de medios y plataformas infocomunicativas cree que puede proclamarse experta y, además, con la innegable complejidad de que resulta teatro de batalla de la construcción de sentidos, del establecimiento de «la verdad», la comunicación, como pocas ciencias, permanece sometida a constante escrutinio. Todo ello cuando —o quizás porque— , en sus predios se libran a diario escaramuzas que pugnan por la hegemonía.

En un contexto en el cual, no de forma simple, deviene uno de los escenarios más diversos de la realidad cubana, se impone el análisis profundo de las dinámicas y procesos que tienen lugar en su seno. La academia lleva años haciéndolo.

El Doctor en Ciencias de la Información José Ramón Vidal Valdez; el Máster en Ciencias de la Comunicación Fidel Alejandro Rodríguez Fernández y la Máster en Periodismo Multimedial Cristina Escobar Domínguez, compartieron con Alma Mater sus perspectivas sobre algunos de los conflictos de este campo que hoy son urgentes en Cuba.

En el centro del estallido

«Los sucesos del 11 de julio son el resultado de la confluencia de diversos factores que han ido acumulando tensiones y agravando la dureza de la vida cotidiana en el país. No obstante, tiene la comunicación un determinado peso en la conformación de la situación política que desencadenó las protestas. La respuesta a esta pregunta debe incluir una valoración del sistema de comunicación oficial cubano por un lado y de los diversos mensajes y campañas originados fuera de él, por otro», asegura José Ramón Vidal.

En este sentido, el profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana explica que, desde hace mucho tiempo, existe consenso acerca de que el sistema de comunicación oficial arrastra deformaciones e insuficiencias que le impiden estar a la altura de las demandas de la sociedad cubana actual y de las características del ecosistema comunicativo global. Sin embargo, aunque se ha discutido mucho al respecto, no se ha llegado a un acuerdo acerca del alcance y la profundidad de los cambios necesarios. Por ello, — afirma— se puede hablar de avances parciales, pero a todas luces insuficientes.

Vidal establece dos grandes deformaciones en el sistema actual:

Primero, la hipertrofia de la función propagandística, en detrimento de la función informativa, de la crítica oportuna y necesaria para cualquier proyecto político y del uso de los medios como plataformas de participación de la ciudadanía en los asuntos públicos. Alerta que esto provoca la omisión de temas de alto interés social en la agenda mediática, lo que dificulta la identificación de problemas y aleja la posibilidad de su solución o al menos de la mitigación de sus efectos negativos; ello, a la vez, genera hastío y hasta irritación ante unos medios que no reconocen, sino que tienden a invisibilizar aspectos importantes que afectan la existencia cotidiana de sectores sociales.

Segundo, el secretismo que mantiene en situación de opacidad informativa buena parte de la actividad de las instituciones públicas. En este aspecto enfatiza que, a pesar de que en los últimos tiempos hay mayor presencia de informaciones brindadas por las autoridades gubernamentales, en disímiles ocasiones son epidérmicas y carentes de datos concretos. «Se mantiene la ingenua idea de que se puede guardar en estancos cerrados la información, desconociendo que esta hoy día es “líquida” y se filtra de mil maneras, muchas veces distorsionada».

«Intentar el mantenimiento de un modelo comunicativo lastrado por el secretismo y deformado por el abuso de los recursos propagandísticos en sus mensajes constituye una debilidad, porque está evidenciando el no reconocimiento de una sociedad civil más diversa, informada y con mayores posibilidades de expresarse en el espacio público, gracias a la extensión del acceso a las tecnologías digitales», sentencia.

Subraya que la adopción de una legislación de acceso a la información pública y de transparencia de las instituciones estatales, que facilite el conocimiento de sus acciones y resultados, así como regule y limite el abuso de la clasificación «secreta» de las informaciones, se ha dilatado demasiado en el tiempo. Este déficit tiene mucho que ver con el impacto que provocan los mensajes que brindan otras versiones de los hechos; no siempre —aclara—, pero muchas veces con intenciones engañosas y distorsionantes de la realidad cubana.

Para Fidel Alejandro Rodríguez, el proyecto político de la Revolución tiene una deuda con crear una cultura comunicacional y una relación con la información pública que trascienda su defensa. Reconoce que el ejercicio de construir un modelo alternativo que apunte de manera efectiva a lograr equidad, participación, apropiación popular de la información, los conocimientos y los medios con los cuales «producir» el presente y el futuro del país, ha sido pospuesto de forma continua.

«Eso se le suele señalar con frecuencia al periodismo y a los medios de comunicación y las fallas que tienen en acompañar la agenda ciudadana y sus retos. Pero es un modo de hacer la comunicación que se traslada a entornos políticos, administrativos, comunitarios. Lo dialógico se pospone o resulta recurso puntual, más que paradigma de relacionamiento y modo sistemático de gestión del desarrollo social», añade.

«Que cuatro millones de usuarios en el país usen Internet de manera casi permanente ha coincidido también con otras trasformaciones sociales que hacen que se reconecten y se expandan redes de intereses. Hemos visto experiencias de solidaridad y de activismo hermoso, pero también la proliferación de discursos antiderechos y conservadores. Ambas prácticas apuntan a ser duraderas», comenta el profesor, quien considera que una expansión fundamental, y definitiva, es la transnacionalidad del espacio público cubano, construido desde distintas circunstancias, unidas por redes de afectos e intereses que pesan mucho más que los argumentos y los datos a la hora de asociarse.

Como otro aspecto a tener en cuenta, Rodríguez menciona que se ha normalizado el financiamiento externo de iniciativas que construyan un discurso antigubernamental. «Esto no significa que toda práctica desafiante esté siendo apoyada por algún poder, pero se han creado las condiciones para que eso sea factible. Nos hace vivir en un ambiente de intercambios públicos contaminado y en perpetuo conflicto. Soslayar o aceptar el rol que tiene esa industria dentro de nuestras formas de relacionarnos es cederles decisión a poderes extranjeros sobre nuestro futuro».

Al respecto, Cristina Escobar señala que la convocatoria para salir a las calles el 11 de julio no respondió solo a un sentimiento de hartazgo popular, debido a reclamos no respondidos o grupos sociales víctimas de una innegable desigualdad.

«Se llegó a ese punto tras meses de la aplicación de estrategias que usaron las redes sociales para construir una narrativa de ingobernabilidad y caos en la Isla, así como para denunciar una supuesta incapacidad del sistema de salud para enfrentar los efectos de la pandemia de la COVID-19», detalla y enfatiza que el llamado preliminar ese domingo 11 se realizó a través de redes de socialización, una muestra más de que el mundo actual se dirime primero en estas plataformas y casi todo lo que pasa tiene una correlación digital.

«El uso de hashtags que se difundieron para aglutinar un mensaje inicial de supuesta solidaridad con Matanzas, que con posterioridad fue olvidada en el camino, demostrando que solo era una excusa; la creación de miles de cuentas que compartían el mismo mensaje; así como la utilización de figuras influyentes en el arte y las redes para visibilizar tanto las etiquetas, como para difundir imágenes y mensajes de destrucción y caos en Cuba, fueron algunas de las vías para llegar al 11 de julio y obedecer a una estrategia clara: mostrar un país en la calle, enfrentado con las fuerzas del orden, mostrar desesperanza, y desarticulación con el gobierno y sus instituciones».

La periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana enfatiza que, sin desconocer las condicionantes internas, se ha comprobado que los eventos referidos están muy ligados a las tácticas de construir oposición política y subvertir el orden en la Isla auspiciadas por el gobierno de Estados Unidos, con el objetivo de cambiar el sistema político cubano. Ahora el escenario es Internet, pues las sanciones económicas, financieras y políticas no resultan suficientes: Cuba las ha sobrevivido por décadas, no sin un alto costo.

«Esto no es nada nuevo, existen de manera permanente, desde los primeros años de la Revolución, campañas y medios que hacen parte de los planes dirigidos a provocar un “cambio de régimen” que están financiados desde fondos federales norteamericanos y desde sectores de extrema derecha de la comunidad cubana en Estados Unidos. En estos momentos esas campañas aprovechan al máximo las posibilidades de penetración y de manipulación brindadas por las redes sociales digitales. Las fuerzas externas contrarias a la Revolución van siempre a intentar capitalizar cualquier problema, descontento o reclamo no escuchado», refiere Vidal.

El académico insiste en que no basta con denunciar esta realidad, sino que hay que actuar con justeza e inteligencia ante ella, desarrollando mayor capacidad de discernimiento para distinguir, en un escenario de propuestas y voces muy diversas y hasta contrapuestas, cuáles son aquellas que no son coro de consignas dirigidas desde el exterior y expresan necesidades y derechos legítimos.

«Abrir cauces de diálogo y concertación es lo contrario de lo que buscan las campañas desestabilizadoras. Estas buscan fracturar, polarizar, introducir odio y violencia en Cuba. La política de comunicación social y el sistema de medios públicos pueden contribuir, si se liberan de sus lastres actuales, a neutralizar el efecto de esas campañas».

Demandas en perspectiva

«Las redes sociales digitales suplen una necesidad de expresión que existe en la sociedad cubana, donde hay muy pocas formas efectivas de comunicarse con los representantes políticos. Cada vez que alguien tiene un problema, es muy común que lo cuente ahí, porque siente que no tiene dónde más denunciarlo, y también porque la gente se torna muy valiente escribiendo posts en Facebook, y no sabe denunciar la vulneración de un derecho frente aquellos que lo han maltratado.

«Eso no es exclusivo de Cuba, pero los algoritmos de las redes contribuyen a que esas publicaciones que generan muchas interacciones sean las que más se visibilizan, lo cual nos ubica en una espiral que viraliza el contenido emocional, el grito de desahogo, la información a veces contada con la indignación de un momento», ilustra Escobar.

«Una valoración crítica sobre los intercambios actuales tiene que pensar primero en el modo y la estructura donde acontecen. La relevancia de los sitios de redes digitales como los únicos lugares para ponernos de acuerdo, para reconocernos, es un proceso sobre el cual el mundo entero tiene un movimiento de alerta, de demanda de transformación, porque tienden a reproducir modos de convivencia polarizantes», expresa Fidel Alejandro Rodríguez.

Defiende que, mientras se construye una relación crítica con estas redes, deben armarse espacios de expresión y control popular que expandan los sentidos de libertad, de multiplicidad de voces, que no estén en manos de transnacionales norteamericanas y sus intereses no sean demorados por los límites de la relación que nuestras instituciones tienen con la deliberación pública.

«Ante esa necesidad, lo que se entiende como medidas defensivas, tales como quitar el servicio del Internet o insistir en un relato parcial de los sucesos, resulta contraproducente y limita las capacidades de la ciudadanía de formar parte activa de la defensa de sus ideales y derechos. Creo que una de las discusiones más importantes tiene que ver con el derecho a la comunicación y la transparencia de la información, que son procesos imbricados. Es una discusión útil para hacernos crecer. Para mí, ese derecho pasa por poseer las capacidades y los medios para decir y entender, para formar parte, pero también por el de vivir en un ambiente de relaciones comunicativas saludables y no manipuladas», enfatiza.

«Entonces, es difícil construir ese derecho, exigirlo, en un entorno de permanente enfrentamiento. De eso se trata también al hablar de proteger la paz. Más, si de momento en tu país se producen tendencias globales mágicas e instantáneas en plataformas con porcientos bajos de uso como Twitter, en función de crear audiencia para acciones temporalmente coordinadas. Aun así, creo que Revolución implica asumir el desafío de lo justo, que nunca será simple», complementa.

«La proliferación de cuentas falsas en las redes sociales digitales que estaban sumadas a esta campaña y la avalancha de noticias falsas, acompañadas de imágenes muy inusuales en Cuba, también falsas en algunos casos, contribuyeron a hacer dominante una versión de la realidad y una matriz de opinión», argumenta José Ramón Vidal respecto al abordaje en redes sociales de la situación existente en Cuba, vinculada a la escasez de alimentos y medicinas, los cortes de electricidad y el agravamiento de la crisis sanitaria de la COVID-19, para desacreditar la gestión del gobierno cubano y legitimar la injerencia externa en el país.

En este sentido, estima que, si bien instituciones cubanas reflejaban el empeoramiento de la situación epidemiológica con datos, estos por sí mismos no eran capaces de reflejar en toda su magnitud la gravedad de la situación. Ello, unido a la emisión de mensajes defensivos y justificativos, que no explicaban con claridad lo que estaba sucediendo ni expresaban la necesidad de ayuda externa de verdad solidaria y humanitaria, contribuyó muy poco a contrarrestar el entramado que estaba en marcha.

«La solicitud de una intervención humanitaria, mecanismo utilizado en otras partes y momentos más con fines políticos que humanitarios, lo corrobora. Este tipo de mensajes, de alto tono emocional, movilizó a mucha gente que, con diferentes intenciones, se sumó a la matriz de opinión que se iba construyendo. Las manifestaciones de protesta del 11 de julio resultaron ser como la confirmación de lo anunciado. La extrema derecha miamense elevó el tono de los mensajes, llegando a proponer hasta un bombardeo y otras acciones de intervención militar en Cuba», detalla.

Cristina Escobar pondera que muchos reclamos sobre los problemas de la sociedad cubana son reales: inequidades; efectos de la tarea ordenamiento; el bloqueo; los errores en la política agrícola; manipulación de los precios, topados o no; la falta de turismo y, por tanto, la pérdida de ingresos por trabajos formales o informales; el desabastecimiento crónico.

Asimismo —acota— el gobierno de Estados Unidos los ha asumido como armas que le sirvan a su agenda con Cuba, sin mencionar que parte de las causas de estos problemas tienen que ver con una política de sanciones que ellos imponen.

«Esto significa que usan a los grupos sociales más afectados por el período especial, y los reclamos genuinos de la población, en momentos además de poco margen de acción del gobierno, debido a la pandemia y al bloqueo reforzado, para lanzar lo que ellos consideraron como la estocada final a la Revolución cubana. Ambos fenómenos son reales:

Ni se puede interpretar al que se queja como un “mercenario” al servicio de la agenda enemiga (que pasa), ni se puede disminuir el efecto real de una política que ha madurado para ir colándose dentro de nuestras vidas sin que podamos discernir que tiene que ver con el bloqueo».

Sobre este particular, Vidal indica que ha faltado una reflexión profunda, justa y valerosa de los sucesos del 11 de julio que restablezca la credibilidad ante amplios sectores de la sociedad cubana y que ayude a modificar la imagen de «Estado fallido» y «represivo» que es predominante en el exterior.

Un sistema en crisis

«Llevamos casi diez años conviviendo con un ecosistema digital que incluye varias formas de propiedad y de estructurar el discurso en redes. Se hacen desde diferentes geografías, referentes profesionales o intereses. Esa experiencia temporal es importante para pensar en cómo evoluciona la relación de las personas con los medios», explica Rodríguez.

Profundiza que los datos recabados en investigaciones muestran cómo porcientos muy bajos de personas van más allá de leer el titular de algún medio de prensa, sea cual sea su vínculo, y mucho menos discutir y analizar en colectivo la información recibida.

Vidal agrega que resulta difícil catalogar al entramado de medios existentes en el ciberespacio, donde no todo lo no oficial es contrario per se, ni toda crítica es un ataque y no siempre lo oficial ayuda:

«Los déficits analizados del modelo y el sistema de comunicación pública en Cuba, y una parte de los blogs y perfiles “amigos” en redes sociales por sus contenidos panfletarios y dogmáticos, no ayudan a prever ni a afrontar con éxito la feroz disputa de sentido que está teniendo lugar dentro y fuera del país, acerca de Cuba, su presente y su futuro».

«No todos los medios no estatales tienen los mismos intereses, ni el mismo nivel de profesionalidad. Algunos tienen muy buenos contenidos que pudieran ser publicados también en la prensa pública cubana. Y otros son solo chismes, gritería, y “ciberchancleteo”.

«Con respecto a los perfiles en redes, y con los influencers, no todo el mundo es igual, pero, sin dudas, los que más suenan son aquellos que usan el chisme de barrio, la humillación a otros, la mentira, las medias verdades, y la más vulgar gritería para llegarle a sus audiencias», valora Escobar, quien alerta que muchos cuentan con el dinero del gobierno de Estados Unidos, ya sea a través de la National Endowment for Democracy (NED), de la USAID o el Departamento de Estado, para erosionar la Revolución cubana.

Aun así, acepta que muchos medios no estatales han tenido mayor repercusión, o mayor visibilidad, porque abordan (a veces muy mal) temas que la prensa cubana obvia, o porque esta luego los ha puesto en el horario estelar de sus espacios, dándole una importancia que no tienen.

La Máster en Periodismo Multimedial sostiene que en la comunicación no hay vacíos y que allí donde no ha estado la prensa pública u oficial, han capitalizado esas narrativas otros, con sus propias agendas e intereses.

Es lo que sucede —explica— con los jóvenes que consumen solo información a través de sus teléfonos, que no ven el noticiero de las 8 de la noche, con una estética y un discurso que no les habla a ellos y son bombardeados por otros medios que han sabido llegarles con mayor efectividad.

«Los medios públicos y los oficiales no han sido capaces de ofrecer una cobertura realista de la vida del cubano de a pie. Esa tarea pendiente nos pesa a todos los que queremos ver medios públicos sólidos a los que la gente acuda como una opción válida para informarse.

La prensa cubana desde sus diferentes niveles sigue operando en un escenario de hegemonía que ya no tiene: hay que aprender a coexistir con muchos otros actores como los que llegan cuando se abre la puerta a Internet» refiere Cristina Escobar.

Además, lamenta que en disímiles ocasiones estos medios han reproducido un discurso polarizante, visibilizando solo voces polarizantes, lo cual aleja audiencias, empujándolas a otras plataformas donde creen encontrar lo que necesitan.

Como peligros de lo anterior, Rodríguez, a su vez, identifica la desarticulación de la posibilidad de consenso y el deterioro de los esfuerzos por construir una cultura política de la deliberación y de democracia participativa, que implique reconectar el poder popular con la gestión de nuestro futuro en un momento de crisis.

«No tenemos las condiciones creadas en el ámbito digital en redes para transformar, de modo estratégico, el modelo de que unos hablan y otros escuchan. Debemos aprovechar la capacidad de decir, hacer y colaborar de quienes tiene que aportar, compartiendo los retos, las decisiones y los resultados», puntualiza.

Por su parte, Vidal avizora que toda polarización entraña una simplificación de la realidad, que ni ayuda a comprender bien los problemas y sus causas ni mucho menos contribuye a su solución.

«Las posiciones extremas generan desconfianza, fracturas sociales, violencia y odios. Todo lo contrario de lo que se necesita para superar los momentos de crisis que vive la humanidad en su conjunto. Eso, por supuesto, incluye a Cuba, que necesita paz, armonía, colaboración y compromiso de todos. No es tarea a resolver solo con los partidarios del socialismo, sino que hay que sumar a quienes se identifiquen con un proyecto de país soberano, un Estado de Derecho y una economía próspera, donde crezca el bienestar y retroceda la pobreza, aunque haya diferentes modos de pensar cómo se logran tales sueños», propone el Doctor en Ciencias de la Información.

Retos en el camino

«Cuba está necesitada de una nueva campaña de alfabetización, como dijo una vez un amigo periodista, pero una que ofrezca una alfabetización del mundo digital. Las personas no tienen elementos para contrastar información, no saben de dónde sale este medio o el otro, no cuentan con cultura mediática, no se imparte en la escuela, a no ser que estudies Comunicación o Periodismo. Muchos no saben usar Google, o creen que Internet vive solo en las aplicaciones como Instagram o Facebook», expresa Escobar Domínguez.

Considera que la única forma de enfrentar la idea de que la prensa estatal no dice la verdad y los mal llamados independientes sí, es promoviendo un discurso crítico, que cuestione todo, incluyendo la prensa pública cubana, que se debe al pueblo.

«Lo he dicho antes, en la legitimidad de la prensa pública y oficial, en la confianza que se le tenga, se juega la credibilidad y por tanto la supervivencia de la Revolución. No es un chovinismo profesional. Si la gente no se ve reflejada en sus propios medios, si siente que anda por un lado el discurso del periódico o del noticiero, y que su vida está llena de espacios oscuros, de fenómenos que le afectan y no entiende, que todos los discursos parecen políticos, y no relacionados con “la concreta”, pues se irán a buscar sus necesidades de información a otros sitios».

En tanto, Vidal expone que hay un gran reto en aportar, con investigaciones y propuestas avaladas por las ciencias, un diagnóstico certero de los problemas y posibles soluciones, de ayudar a encontrar los mejores caminos para superar las crisis actuales; incluyendo a las investigaciones en el campo de la comunicación.

«Un área donde la academia puede ser de gran utilidad es en el arduo proceso de elaborar las leyes que hagan cumplible lo estipulado en la nueva Constitución, siempre que no se excluyan de esos aportes aquellos que puedan parecer o estar más lejos del discurso oficial. El aporte de la academia no puede estar condicionado ni restringido a su mayor o menor sintonía con el discurso oficial, hay que escuchar, sin prejuicios, y reflexionar con mente abierta a la innovación, lo que puedan aportar todos. Eso no es solo válido para el diálogo con la academia sino una condición básica de todo diálogo para que sea fecundo».

Destaca entre estas la necesidad de transparencia en las instituciones, avanzar en la realización del principio de que la información pública es un bien público; dotar a los medios de la autoridad para construir sus agendas editoriales en diálogo responsable y comprometido con la ciudadanía y las instituciones oficiales; desarrollar nuevos modelos de gestión editorial y de gestión económica de los medios que refuercen su profesionalidad y su sostenibilidad y respaldar estas transformaciones con legislaciones que establezcan las atribuciones, responsabilidades y límites de los diferentes actores que intervienen en el proceso de comunicación pública.

«En la academia, que no es el único ente legítimo para hacer propuestas, conozco que mis colegas han pensado los modelos de gestión de medios periodísticos; los referentes legales y éticos del ejercicio comunicativo e informacional; los modos de crear sistemas de información, su documentación y transparencia en las instituciones; la participación comunitaria o digital en redes e instancias de gobierno, la educación para la comunicación y la información y el marco regulatorio y organizativo. Algunas de esas propuestas forman parte de una agenda de trabajo de gobierno hoy y son más o menos apropiadas dentro de las lógicas de trabajo, otras resultan peligrosamente distantes

«La educación para la comunicación y la información y la creación de entornos de participación digitales vinculantes, creo que son dos líneas bastante urgentes y útiles. Pero hay que aprender de todos los contextos foráneos o micro que tengan algo que enseñarnos para aprender a reconectarnos», complementa Rodríguez.

Por su parte, Cristina Escobar concluye «La prensa tiene que actualizarse en función de sus audiencias, como pasa con todos los medios del mundo, que tienen presiones para subsistir. Si bien somos medios subsidiados por el presupuesto estatal, tenemos que usar esas presiones para reinventarnos y volver a un camino que conecte con toda esa gente que dice que “no ve el noticiero” como si fuera algo de lo que enorgullecerse. Hay que adaptar nuestros formatos a las nuevas formas de hacer y de consumir información. La audiencia no vendrá a nosotros, nosotros tenemos que salir a disputarnos su atención»

Notas

*Este texto explora, fundamentalmente, temáticas vinculadas a la prensa, que es solo un componente del sistema comunicativo cubano. Ello responde a la imposibilidad de abordar todos sus subcampos en un material. El equipo reconoce la importancia de otras aristas de las ciencias de la comunicación en el análisis de la realidad nacional.

** Este material forma parte de una serie de textos producidos por la revista Alma Mater con el concurso de investigadores y especialistas en diversas ciencias sociales, que busca discernir las causas de los acontecimientos del pasado 11 de julio, así como analizar las demandas realizadas y sus posibles resoluciones.

*** Para la elaboración del dossier “Desafíos del consenso” se convocó a investigadores sociales de diferentes edades, géneros, colores de piel y procedencias geográficas, bajo la premisa de que las características sociodemográficas individuales también median la interpretación de la realidad. Lamentablemente, por disímiles causas, no todas las personas contactadas accedieron a participar.

Tomado de: Alma Mater

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

One thought on “Desafíos del consenso: Comunicación

  1. Muy bueno el tema además creo que los periodistas y el gobierno van por buen camino los contenidos de las web .cu no es muy frecuente revisar ya que los 300megas de los paquetes no están separados de los .com estoy seguro que si se revisa este tema con etecsa ganaríamos mucho más audiencia lo que es muy importante y necesario .

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