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Semiocapitalismo: las emociones como la moneda viva

Por Srecko Horvat

Vivimos en la época del semiocapitalismo. Las emociones y los signos se volvieron motor económico fundamental, son la moneda viva. ¿Podemos salir de la semiosfera y usar la tecnología de manera diferente, para que además de revolución promueva la evolución?

En octubre de 2019, justo antes de que comenzara la pandemia, Tinder lanzó su primer contenido de entretenimiento llamado “Swipe Night”. La pieza cuenta la historia de un grupo de amigos que pasan juntos las últimas horas antes de que un asteroide choque la Tierra. Cómo iban a saber desde la app que unos meses después el mundo se enfrentaría a nuevos virus, confinamientos, controles de movimientos e incluso control de citas para prevenir contagios.

No es raro que Tinder haya decidido cancelar su lanzamiento global en marzo de 2020. Después de todo, ¿quién quiere jugar con el Apocalipsis mientras vive el Apocalipsis diario y real?

Aunque la pandemia aún no ha terminado —especialmente en los países del llamado Sur Global—, Tinder decidió relanzar su producto de todos modos. Claro, hoy no hay nada más rentable que “la mercantilización del Apocalipsis” (lo digo en mi libro Después del Apocalipsis).

Y, como siempre, con la mercantilización viene la aceleración. La esencia de “Swipe Night” es la velocidad. Los usuarios tienen solo siete segundos para tomar cada decisión. Así que de la “mercantilización del Apocalipsis” pasamos a la mercantilización del deseo, es decir, a la “economía libidinal”, a la economía impulsada por el deseo o la producción del deseo. En el siglo XX ese era un término que apenas usaban los filósofos franceses para describir el poder del capitalismo para liberar nuevas intensidades libidinales… al mismo tiempo que las mercantilizaban.

Hoy vemos cómo la economía libidinal impulsa la economía política.

El problema es que hemos estado tan integrados en nuestra semiosfera contemporánea, que se hace difícil dar un “paso hacia afuera”. No solo en el sentido de no usar la tecnología (o más bien usarla de manera diferente en beneficio de la humanidad y del planeta), sino en el sentido de “dar un paso adelante” mental para entender que estamos en una etapa de (semio) capitalismo que galopa hacia un gran desastre y un punto sin retorno.

Al mismo tiempo que esas aplicaciones tuvieron un nuevo Renacimiento, Zoom se convirtió en un nombre familiar para los que se quedaron en casa. El auge del “trabajo remoto”, el “aprendizaje a distancia”, las “citas a distancia” y “todo a distancia” es la verdadera “nueva normalidad” de nuestra época. Y no hay nada “normal” en ello.

Lo que acelera esta transformación es una mayor desintegración de los derechos laborales y la desaparición de la tradicional diferencia entre lo público y lo privado que ya se estaba evaporando. Cuando todo es público ya nada es privado, y cuando ya nada es privado, incluso nuestros deseos más íntimos, el inconsciente mismo, se monetizan e incorporan a la máquina algorítmica en constante expansión.

La tecnología penetra profundamente en nuestros sectores de atención de la salud y se vuelve inseparable del sector financiero, no solo cuando se trata de negocios de Wall Street sino también de Bitcoin y el token no fungible reciente. Vivimos en lo que el filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi llama “semiocapitalismo”, una forma de capitalismo impulsada por la acumulación, la producción y la reproducción de signos. O como dijo el filósofo francés Pierre Klossowski, que influyó en Foucault, Deleuze y Lyotard, en su libro fundamental The Living Currency publicado en 1970, son las emociones y los signos los que se están convirtiendo en el factor económico fundamental.

Basta mirar Facebook, Instagram, Twitter y Tik Tok: todas se basan en compartir signos producidos por la economía libidinal (fotos, noticias, videos, mensajes), mientras que las compañías de Big Tech recopilan los datos y toman posesión de estos signos. En todo el mundo, las redes sociales están llevando a una capacidad de atención totalmente reducida, lo que permite la propagación viral de diversas teorías conspirativas y, la mayoría de las veces, permite que populistas o dictadores ambiciosos de derecha lleguen o permanezcan en el poder. Hoy ya no es suficiente apoderarse de los medios de producción, también tenemos que apoderarnos de los memes de la producción. Porque si vivimos en el semiocapitalismo, la lucha crucial ocurrirá en el espacio digital.

Eso no significa que las luchas materiales reales, incluido el trabajo duro y el enorme sufrimiento, vayan a desaparecer. Significa que los resultados de estas luchas ya dependen de la semiosis, es decir, de la producción de signos y de significado. Todos los que puedan comprender y utilizar los memes de producción también podrían apoderarse de los medios de producción. En otras palabas, si logramos salirnos de la trampa de la semiosis dominante que hoy representan Facebook o Instagram, Zoom o Amazon, este acto podría tener repercusiones reales también en las condiciones materiales.

Un buen ejemplo, aunque no es nada revolucionario, es cómo el esfuerzo coordinado de una multitud que usó Reddit a principios de 2021 logró crear una contracción corta (o estrangulamiento de posiciones cortas) de una compañía de videojuegos en declive llamada “GameStop” que produjo un aumento del 1,500 por ciento en el precio de sus acciones en dos semanas. Luego,, el magnate Elon Musk tuiteó “¡Gamestonk!” lo que provocó un salto en las operaciones fuera de horario. Entonces se creó un rápido cambio de significado en la semiosfera (Reddit y después Twitter), que tuvo efectos no solo en el mercado de valores sino también en la realidad material de la misma manera que la especulación financiera deja a las personas sin hogar ni trabajo.

Otro ejemplo, tomemos el valor récord de Bitcoin, que en la realidad material significa que cada vez más mineros usan más y más máquinas. Según un informe de la Universidad de Cambridge, Bitcoin consume más electricidad anual que toda Argentina. Y esa es quizás la mejor materializacion del “capitalismo verde”: hoy se puede comprar un automóvil Tesla eléctrico en Bitcoin para volverse “verde”, pero en realidad se está utilizando una criptomoneda que está contribuyendo en gran medida a la crisis climática a la que supuestamente se está “salvando”.

Igual que con las Bitcoin, la tendencia más reciente de los NFT (activos tokens no fungibles) y artes digitales también tiene una huella de carbono masiva. Obviamente, se podría preguntar “¿Cómo es que alguien puede comprar un tweet?”, pero al comprar un NFT no se está comprando un enlace a un archivo, se está comprando el valor del signo que se basa en la escasez digital. Y de nuevo volvemos al semiocapitalismo.

Todas las civilizaciones de la historia utilizaron, produjeron e interpretaron signos. Pero hoy, quizás por primera vez, la producción de signos puede llevar al fin a la especie humana que evolucionó al utilizar el lenguaje y los signos no solo para la comunicación, sino para la organización de la sociedad y la economía. Ya sea por el efecto de Bitcoin sobre el cambio climático o la posibilidad de que un signo mal interpretado cause la aniquilación nuclear, es obvio que nunca fueron tan poderosos como hoy. Porque lo que está en riesgo es la extinción, no solo de la especie humana, sino de otras especies y de la biosfera… y de la semiosfera misma.

La salida, mientras haya tiempo, si es que aún hay tiempo, radica en comprender los signos y la semiosis, todo lo que hacemos, sentimos, tememos, compramos, vendemos, producimos y reproducimos en la semiosfera del siglo XXI como nuestra “moneda viva” contemporánea que también puede producir un resultado diferente.

En vez del narcisismo de las redes sociales o la mercantilización del deseo, esto puede llevar a una cooperación planetaria sin precedentes para prevenir la crisis climática y desmantelar el sistema mundial basado en la explotación, extracción y expansión.

El año pasado, cuando estalló la pandemia y la mitad del mundo entró en confinamientos y fuertes restricciones (el “distanciamiento social” marcó una distancia física pero significó más socialización que nunca), las app de citas como Tinder, Bumble y Paktor tuvieron un aluvión de descargas y participación. Podemos imaginarlo todo, incluso el fin del mundo, pero no el fin de la energía libidinal. Incluso si es solo digital. En realidad, vimos una rápida digitalización de las relaciones sociales, no solo de las citas

Quizás en lugar de conducir hacia la extinción, nuestra tecnología actual y nuestra etapa contemporánea de semiosis también podrían conducir no solo a una revolución, sino a un tipo de evolución.

Tomado de: Cultura y Resistencia

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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