NOTAS DESTACADAS

Patria de proyecto en proyecto

Aún resuena el tercer Coloquio Internacional Patria, celebrado del 18 al 20 del mes en curso, y sobre el cual la prensa publicó valiosa información, incluida la Declaración final. Las pautas del foro las resumió en el sintético discurso inaugural el presidente de la UPEC, Ricardo Ronquillo Bello.

Desde el primero, celebrado en 2022, la UPEC ha organizado los Coloquios. Y si el conocido poema de César Vallejo enaltece el papel que en la “Masa” desempeña el primer hombre, en esos encuentros ha sobresalido el ahínco de la primera mujer, Rosa Miriam Elizalde. Ha sido determinante en ellos desde sus diferentes funciones en la UPEC: como vicepresidenta primera en los dos anteriores, y ahora y siempre como la profesional altamente calificada que es.

Que dichos foros se lleven a cabo en torno al 14 de marzo y tengan Patria como nombre toral, rinde tributo al periódico homónimo fundado por José Martí. La publicación del número proa en esa fecha de 1892, la prensa cubana la honra desde el año de su centenario, al celebrar en esa efeméride su Día. No es un vínculo meramente afectivo, que ya sería importante, sino una clara afirmación de voluntad, afanes y principios.

Para José Martí los proyectos no eran meras aspiraciones en que regodearse, sino fraguas para la búsqueda de logros medulares. Si los proyectos pueden asociarse con sueños, vale recordar lo que pensaba al definir en su discurso de 1890 en honor del 10 de Octubre lo que para él era “el verdadero hombre, el único hombre práctico”: aquel “cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales, y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber”.

Síntesis y relanzamiento de la pasión periodística vivida por su creador desde la adolescencia, Patria estuvo presente como un plan en su estrategia política, revolucionaria, años antes de que su entrega inicial saliera de las prensas. Lo muestra la correspondencia donde concentró preocupaciones ante la arribazón del panamericanismo imperialista certificado con dos conocidos y fatídicos foros que los Estados Unidos auspiciaron en su capital.

Uno de ellos se extendió en varias sesiones esparcidas en lo que por eso fue para Martí “aquel invierno de angustia”, el de 1889-1890, y el otro se llevó a cabo en abril de 1891. Ya ante el primero expresó su deseo de disponer de un periódico para las batallas de pensamiento que, como parte de su acción revolucionaria, libraba él por todos los medios dignos posibles: prensa, tribuna, epistolario, relaciones personales…

Pero quería que la publicación fuera bien dispuesta —eficaz, bella—, y no contaba con recursos para eso. Ante la urgencia de los preparativos de la guerra no pudo esperar más, y fundó Patria con los pocos medios a su alcance, incluyendo la contribución de compañeros de ideas. La solidez de su propio pensamiento y la jerarquía artística de su palabra se unieron a su tesón y a su magisterio, y el humilde rotativo alcanzó las elevadas cotas de calidad y eficacia que lo han hecho perdurable, como parte de su obra.

Para Martí, Patria no era un proyecto que se agotara en sí mismo, sino una polea en un proyecto mucho mayor: la fundación de una patria independiente, soberana, libre, civilizada, justiciera, que hiciera realidad la república moral anhelada por él para su país. El rotativo daría voz a los preparativos de una guerra para cuya organización el fundador creó también el Partido Revolucionario Cubano.

Explicar en detalles la relación entre ambos no cabe en este saludo a un Coloquio. Es tema en el que han braceado numerosos autores, y fue objeto del panel inaugural del primero de los coloquios Patria, con intervenciones que no aparecen en el cuaderno de memorias correspondiente, pero Cubaperiodistas recogió en aquellos días.

Del alcance del proyecto de nación, de república —de patria—, al cual en el programa revolucionario de Martí servían el periódico y la organización, basta citar un artículo, el cuarto, de las Bases de esta última, sistemáticamente publicadas en las sucesivas ediciones del rotativo: el Partido se creó para “fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia”.

Para tal propósito —que no terminaba con lograr “la independencia absoluta de la Isla de Cuba”, sino que incluía “fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”— Martí contaba, y así se lee en el primer artículo de las Bases citadas, con “todos los hombres de buena voluntad”. Era una aspiración ajena al delirio de totalidad amorfa con que a menudo se confunde erróneamente su edificante deseo de contar “con todos, y para el bien de todos”, lema que ha dado título a su discurso del 26 de noviembre de 1891.

Los términos —pueblo nuevo y sincera democracia— con que en el artículo inicial de las Bases Martí puntualizó su ideal de la Cuba por fundar, revelan su profunda insatisfacción con las realidades políticas y sociales de su tiempo, no solo con la situación colonial de su patria. Su visión se enriqueció a lo largo del periplo que, como deportado político, le dio a su mirada un alcance planetario, redondeado con la experiencia de los cerca de quince años que vivió en Nueva York: o sea, en el alminar desde el cual observó el devenir del mundo hacia relaciones imperialistas capitalizadas por los Estados Unidos.

A todo eso remite la claridad con que, un año antes de fundar Patria y el Partido, trazó en el ensayo “Nuestra América” un balance cardinal de la realidad de estos pueblos y resumió el deber cuyo incumplimiento subyacía, y perdura hoy, en las frustraciones y manquedades de la sociedad constituida en ellos: “Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.

Armado de esa comprensión —del ideal de que en Cuba se cumpliera ese objetivo—, el día antes de caer en combate le escribió a Manuel Mercado que todo cuanto había hecho, y haría, estaba dirigido no ya principalmente contra el colonialismo español, aunque tenía en frente a su ejército, sino contra las pretensiones imperialistas de los Estados Unidos. Definió así su deber —“mi deber”, lo llamó—: “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Añádase la certeza con que vio, tempranamente —se aprecia en su crónica fechada 2 de noviembre de 1889—, lo que los Estados Unidos buscaban con los ardides puestos en tensión en el foro iniciado poco antes de aquella fecha: “pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización”. No se ensaya lo viejo, sino lo nuevo, y las que entonces eran, sobre todo, aspiraciones voraces, devendrían realidades palpables y terribles.

Cuando la UPEC define su proyecto de convocatoria comunicacional planetaria invocando a Martí, ratifica la claridad con que asume la urgencia de enfrentar los planes de dominación de las fuerzas imperialistas que siguen empecinadas en imponer su hegemonía no solo a nuestra América, sino al mundo todo. Y en el enfrentamiento a esos planes se ubica la creciente participación internacional en los coloquios Patria.

El propio Martí plasmó su convicción sobre la importancia del combate ideológico, y del cuidado con que urgía librarlo. A quienes atendían en Nueva York la redacción del periódico —que él seguía orientando desde cualquier parte en que se hallara durante sus múltiples traslados como organizador revolucionario— el 10 de abril de 1895 les escribió desde los campos de Cuba en guerra: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento. Por eso, […] Patria ha de ser ahora un periódico especialmente alto y hermoso. Antes, pudimos descuidarlo, o levantarlo a braceadas: ahora no”.

No partía de ilusiones ni de fantasmas, sino de sabiduría, lucidez y convicciones sólidas. En una de sus primeras crónicas sobre el aludido congreso internacional de 1889-1890, la del 4 de octubre del primero de esos años, espigó en la misma prensa estadounidense evidencias del menosprecio de nuestros pueblos por parte del monstruo, y de tácticas de este para cautivarlos y uncirlos a su yugo: “Se abre el Herald, y se lee: “Es un tanto curiosa la idea de echar a andar en ferrocarril, para que vean cómo machacamos el hierro y hacemos zapatos, a veintisiete diplomáticos, y hombres de marca, de países donde no se acaba de nacer”.

Se refería al “tren palacio” preparado por la arrogante y rapaz potencia anfitriona para deslumbrar a los delegados hispanoamericanos con un paseo que les mostrase los logros materiales conseguidos por ella, que había lanzado el lema de “América para los americanos”. La dolosa carnada incluía la propuesta de un arbitraje comercial denominado con el vocablo alemán Zollverein, y el tramposo uso monopolizador infundido en inglés al topónimo America y al gentilicio American.

Por eso Martí, en su crónica fechada 31 de marzo de 1890, enalteció un hecho: “cuando el delegado argentino [Roque] Sáenz Peña dijo, como quien reta, la última frase de su discurso sobre el Zollverein, la frase que es un estandarte, y allí fue una barrera: “Sea la América para la humanidad”,—todos, como agradecidos, se pusieron en pie, comprendieron lo que no se decía, y le tendieron las manos”.

Así se han tendido y se tenderán las manos, e intercambiarán voces, experiencias y planes, e ideales, los participantes en los coloquios Patria, cuyos mejores frutos —y ya los ha dado estupendos— están por venir.

Foto del avatar
Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

One thought on “Patria de proyecto en proyecto

  1. Iluminador, inspirador; como siempre resume profundo conocimiento y vocación movilizadora de almas, desde el adn martiano del autor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *