NOTAS DESTACADAS REVOLUCIÓN Y PRENSA

El periodismo y la escuela de la vida

Precisamente por estos primeros días de año, se cumplen seis décadas desde que comencé mis primeras incursiones en el periodismo, en el naciente periódico Ahora, de Holguín. Fue aquel el momento en que “bichito”  de esta profesión entró en mi vida, un poco empujado por Eloy, mi hermano mayor, que ya era periodista, y por otros colegas como Rolando Castillo, Cuqui Pavón, Francisco García Benítez, Pedro Ortiz.

Los primeros años fueron de aprendizaje. Se necesitaba ser una esponja, donde se impregnara todo lo lindo y bueno que forma parte de esta profesión. Entonces, muchos de los que entrábamos al periodismo no teníamos formación académica, pero sí deseo de aprender y hacerlo en la práctica de cada día, con el valeroso auxilio de quienes nos antecedían. Luego, simultaneábamos estudio y trabajo y recibíamos clases de buenos profesores —grandes periodistas— como José A. Benítez, Tomás Lapique, Marta Rojas, Alberto Pozo, Carlos Piñeiro, Julio Batista, José Rodríguez Méndez y muchos otros que me gustaría no estuviesen olvidados a la hora de tener buenas referencias para que los jóvenes estudien y conozcan su obra, aunque ya muchos de ellos no estén físicamente.

En los años iniciales, el periodista no aspiraba a publicar páginas completas, lo más inmediato era correr tras la noticia, hacer entrevistas o unir ideas o historias de vida, como se dice ahora, para conseguir un reportaje.

Eran tiempos en que el olor a tinta, de la imprenta, mantenía a todo el colectivo del medio muy unidos, como en una identidad cooperada entre quienes escribíamos y aquellos curtidos hombres que manejaban el linotipo o la caja de las letras de plomo y conformaban el texto. También con los de la rotativa, que en cada madrugada nos convertían en testigos de lo que saldría publicado en la edición del día.

Es inolvidable ese primer periodismo, el de aquellos años iniciales de la Revolución, cuando íbamos a Naranjo Agrio, en plenas montañas orientales, donde estudiantes holguineros recogían café como parte del plan la escuela al campo, y nosotros escribíamos sobre ellos, contábamos sus anécdotas, compartíamos historias personales cada anochecer, almorzábamos bajo la sombra de arbustos de café, dormíamos en hamacas y ayudábamos a colar café en las frías mañanas de aquellos parajes.

Aquellas fueron etapas memorables. También esas en que, junto a padres e hijos de la escuela primaria cercana al periódico Ahora, íbamos a reportar su estancia en los nacientes campamentos de pioneros. Cuanta motivación para una buena crónica o un extenso reportaje que el principiante periodista no tenía los conocimientos suficientes para hacer.

Más tarde supe que de aquellas vivencias pudieron haber salido no solo páginas de periódicos o extensos materiales para la televisión, sino, también, libros que “guardaran” para la posteridad esos momentos que pensábamos no terminarían nunca.

Así nuestro periodismo naciente echó raíces. Era el periodismo del avatar diario, de menos reuniones y más iniciativas creadoras en cada noticia, de redacciones pobladas.

El haber hecho periodismo desde los primeros años del triunfo la Revolución y el estar involucrado totalmente en el proceso que se vivía en el país, me fue curtiendo y me obligó a estudiar.

Primero, durante los cuatro años de la carrera en la universidad; luego, en las innumerables oportunidades que se abrieron desde la propia Unión de Periodistas de Cuba, el movimiento de corresponsales y su escuela en La Habana, que dirigí desde su fundación por el periódico Juventud Rebelde. También, a través de los cursos de posgrado, diplomados y seminarios que me aportaron cultura y técnicas de redacción, géneros periodísticos y otras herramientas, de ayer y de hoy, imprescindibles para nuestra profesión.

Hoy ese periodismo tiene posibilidades de hacerse mejor; en primer lugar, porque los jóvenes que ingresan a la carrera y luego se gradúan, están más preparados en materias necesarias para ejercerlo y, fundamentalmente, en poder de aplicar las nuevas e indispensables herramientas y tecnologías de la comunicación, entre otras.

Cuando se es periodista, leer mucho no solo es un deber, sino una necesidad. Y no hablo de leer todo lo que aparece en las redes, sino de seleccionar lo que además de gustarnos, contribuye a ampliar nuestra cultura y contrastar fuentes de información, armas vitales para el periodista.

Muchas veces el joven, una vez graduado e insertado en un medio, se convence de no estar preparado para ejercer aquella profesión por la que optó, pues el complemento de la academia es el fogueo del día a día, que solo se logra ejerciéndola. Con aciertos y tropiezos, pero ejerciéndola.

Quizás esas sean algunas de las causas por las que hoy vemos redacciones medio vacías o jóvenes periodistas en otras tareas muy distintas o distantes. Ni en el Ahora, de Holguín, ni en el Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, ni en el Juventud Rebelde de la calle Prado, ni en el Granma de hace algunas décadas, lugares donde trabajé, percibí asientos vacíos en las redacciones, ni falta de jefes en los departamentos. Aunque se hablaba mucho menos de “política de cuadros”, existían aventureros de la profesión, que nos lanzábamos al ruedo en la escuela de la vida.

Pero lo cierto es que la mayoría de los jóvenes están aquí, hacen periodismo y lo hacen bien, defienden la profesión, tienen el empuje para hacer un periodismo mejor y llevan adelante la transformación de un nuevo modelo de prensa pública hacia el socialismo. Así los oí expresarse en nuestro último Congreso de la UPEC. Allí había estudiantes, y también quienes ya habían cumplido con el llamado servicio social o trabajan como redactores en un medio y hasta como profesores en nuestras universidades. Son jóvenes, y muy buenos.

Confieso que oírlos hablar en el Congreso —su Congreso—, es lo que me ha motivado a escribir estas líneas víspera del 65 aniversario del triunfo de la Revolución y el 60 de mi comienzo en el periodismo, gracias a aquel “bichito” que todavía tengo dentro y que a pesar de los contratiempos de los primeros años y de ahora, me hacen inmune como para mantenerme escribiendo, aquí, desde aquí, y tratando de servir a un país que es, como nuestro periodismo, una verdadera “escuela de la vida”.

Imagen de portada: Dairon Chang, en las sesiones del XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. Foto: Roberto Garaicoa.

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Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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