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A sangre fría: ¿Literatura, periodismo o algo más?

Considerada por algunos como uno de los primeros true crime de la literatura universal y definida por su propio autor como “non fiction novel” (novela sin ficción o novela de no ficción) A sangre fría, de Truman Capote, aún suscita polémicas en torno a su clasificación tras su primera edición en 1966. Un año más tarde sería llevada al cine por Richard Brooks.

Aun cuando ciertos críticos la ubican como una novela ajustada a los códigos de ese género, otros la colocan en una cuerda tendente al periodismo, respaldados en la minuciosidad de la investigación, el apego a los hechos y ese tono de crónica bien contada imposible de soslayar.

Lo cierto es que con A sangre fría, el escritor y periodista norteamericano Truman Capote (1924-1984) inaugura esa novedosa manera de contar sucesos tan cotidianos como un crimen y manejar con sutileza la introspección sicológica de los personajes, la sociedad o el sistema judicial norteamericano, con un enfoque donde lo narrativo —e incluso lo previsible— adquieren un sentido capaz de inmortalizar tanto los acontecimientos como la obra en sí misma.

Si para quienes la estructuran dentro de la literatura este manojo de historias comunes no rebasa la categoría de novela por el tono narrativo del relato—entre otros códigos propios de su especie—,  existen quienes la defienden a ultranza como un voluminoso y esmerado reportaje o tal vez una inmensa crónica, capaz de arrastrar al lector y convertirlo en testigo de los acontecimientos gracias al punto de vista del estilo narrativo, que a no dudarlo, es capaz de resucitarlos hechos y protagonistas de tal suerte, que el periodista/escritor omnisciente que es Capote no solo escarba en las complejidades del ser humano, sino que las entrega tal cual, sin juicios ni prejuicios.

Cuando de clasificaciones se trata podrían translucirse términos como ensayo periodístico, periodismo literario y de investigación, novela testimonio, y por supuesto, novela sin ficción, acuñado por su propio autor.

El libro alcanzó desde su primera entrega tal celebridad que ha sido desde entonces editada en múltiples ocasiones y traducida a otro número incalculable. Hoy es ya un clásico y de obligada consulta para quienes prefieren las buenas lecturas.

La primera edición cubana de A sangre fría corrió a cargo del Instituto del Libro y data de 1967. Con atinado prólogo de Miguel Barnet, aporta como apéndice una entrevista a Capote realizada por el escritor y periodista George Plimton titulada La historia detrás de una novela-sin-ficción, esclarecedora y plena de detalles, que el lector disfrutará por poner en claro y acceder de primera mano al proceso creativo de la propia obra y los pareceres del autor sobre ella. Baste este sucinto ejemplo para aquilatar el resto del intercambio entre ambos, tan sugestivo como acucioso:

George Plimpton: Supongo que con la novela-sin-ficción la tentación de convertir los acontecimientos o un diálogo en una ficción debe ser abrumadora. ¿En el caso de A sangre fría hubo alguna invención de este tipo? Pensaba específicamente en el perro que Ud. describe caminando por la carretera al final de la sección sobre Perry y Dick. Más adelante introduce la próxima sección de libro y vemos a Dick desviando el automóvil para atropellar al mismo perro. ¿Existía un perro realmente en ese punto exacto de la narrativa? ¿Se valió de esta costumbre de Dick como una técnica de ficción para empatar las dos secciones?

Truman Capote: No. Existió ese perro tal como lo describe. Uno no dedica casi seis años a un libro con el fin de presentar los hechos con exactitud para introducir después pequeñas tergiversaciones. La gente es muy suspicaz (…).

Al comentar sobre los mecanismos y herramientas para escribir su novela, el autor norteamericano dejó clara su posición: “Creo que para que la novela sin ficción sea un éxito completo, el autor no debe aparecer en la obra. Una vez que lo hace, (…) el yo-yo-yo interfiere cuando no debe (…) creo que lo más difícil de mi libro técnicamente hablando, es haberlo escrito sin que yo aparezca en ningún momento (…) esto se logra a través de la selección de lo que decidí contar. (…) Pude haber presentado otros puntos de vista. Pero solo oscurecerían el asunto y el libro. (…) Mi comentario está en lo que decido contarle al lector y en la manera como decido contárselo. Es cierto que un escritor tiene más control sobre los personajes de ficción porque puede hacer con ellos lo que se le antoje mientras sean verosímiles (…).

Conocido es que Capote manejó magistralmente una historia de un modo hasta entonces alejado de cuanto solía escribir, tanto para la prensa como para el género narrativo (recordar entre estas últimas a las predecesoras Otras voces, otros ámbitos; Desayuno en Tiffany’s; El arpa de Hierba…), de algún modo influenciado por el estilo de Gore Vidal y William Faulkner; pero con A Sangre Fría se consagró sobre todo por la innovación que regaló a la literatura universal, cuando marcó un hito dentro de su carrera literaria. Ni antes, ni después sus obras alcanzaron semejante cota en el imperio de las letras contemporáneas.

Hasta el 15 de noviembre de 1959, Holcomb fue un lugar casi desconocido dentro de la geografía del Estado norteamericano de Kansas. Dos vulgares asesinos y un avezado escritor/periodista se encargaron a la postre de que el planeta se estremeciera con los disparos de una escopeta de caza que puso fin a cuatro vidas durante una madrugada de domingo.

Fue la masacre de la familia Clutter esa la motivación y la génesis del largo proceso de búsqueda, investigación y denuedo con que Capote eligió los ingredientes para su obra más encumbrada y magistral.

Meticulosa, exhaustiva, ágil, de estilo directo, impresionante realismo y fino en el manejo de la trama, todo se imbrica para que el resultado final sea una obra donde cada pieza encaje y desempeñe un papel fundamental hasta formar un enorme rompecabezas sabiamente estructurado.

Quienes ahonden más allá de las páginas del libro y exploren en el panorama policial que rodeó a la matanza, ávidos de intimar con el sangriento suceso, quedarán convencidos del áspero estigma con que cargó Capote hasta su muerte. Las fotos desclasificadas del crimen resultan suficientes para corroborarlo junto con las consecuencias de ese acto irracional e irrazonable que cinco años después condujo a sus autores hasta la horca.

A sangre Fría es de esas obras que superan al propio autor, lo someten y doblegan, como si la tragedia no hubiese terminado con la última página, sino que comenzara precisamente, entonces. Para Capote fue una especie de libro maldito cuyo éxito lo persiguió y atormentó hasta el fin de sus días.

Después de más de cinco décadas de su primera edición, A Sangre Fría sigue concitando disimiles opiniones en materia de género. ¿Inclasificable? Pudiera ser…, pero insoslayable, sin duda alguna.

Hace muchísimos años leí A sangre fría por vez primera, durante un verano lejano, acosada por exámenes finales que no fueron óbice para que el libro se escurriera de mis manos ni siquiera ante la amenaza de un suspenso por falta de tiempo para dedicarle al estudio. Desde entonces he vuelto (y vuelvo) una y otra vez sobre este volumen que me ronda como una obsesión, capaz de rebasar el tiempo y las circunstancias, y ahí lo encuentro siempre, pletórico de sorpresas (a pesar de lo previsible), seductor y sugerente; fascinante y tentador, exigiendo otra lectura… y otra. (Tomado del periódico 5 de septiembre).

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