Eudald Carbonell
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Eudald Carbonell: “Probablemente a finales de este siglo seremos cuatro especies humanas”

Eudald Carbonell (Gerona, 1953) lleva casi medio siglo inmerso en Atapuerca, donde ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional y que le ha permitido ser uno de los 38 miembros fundadores de la Academia Internacional de Prehistoria y Protohistoria (AIPP). Este pasado mes de diciembre se despidió de sus alumnos de la Universidad Rovira i Virgili (URV) y este verano cerrará su etapa en el yacimiento.

Allí tuvieron lugar los descubrimientos más importantes de la evolución humana y de los que ha formado parte el arqueólogo catalán. En la ‘Sima de los Huesos’ apareció el famoso ‘Miguelón’, el cráneo número 5. También encontraron al Homo antecessor, con más de 800.000 años de antigüedad.

Eudald Carbonell en los yacimientos de Atapuerca. Foto: Susana Santamaría/Fundación Atapuerca.

Todos estos hitos que ha ido sumando Eudald a su larga trayectoria profesional le ha hecho replantearse sus ideas en torno a la evolución social e, incluso, ha planteado la posibilidad de que a finales de este siglo surjan nuevas especies humanas. Así lo asegura en su libro El Homo ex novo, que acaba de salir a la luz este 1 de febrero dentro de la colección Origen. Cuadernos Atapuerca.

¿A qué se refiere con que habrá cambios evolutivos en los humanos?

—Creo que probablemente a finales de este siglo seremos cuatro especies: el homo editus, los que serán editados en los laboratorios; el homo prótesis, los que serán modificados genéticamente para poder hacer frente a patologías, los homo sapiens restrictus, los que no serán modificados; y, por supuesto, los que se puedan ir haciendo a nivel de mecatrónica.

¿Entonces en un futuro podría haber nuevas subespecies humanas?

—Claro que sí. Esto lo he planteado muchas veces, aumentará la diversidad humana en este siglo.

¿Queda mucho por descubrir en Atapuerca?

—Muchísimo, pero la antigüedad que abarca todos esos descubrimientos en realidad es lo que se puede ir repitiendo y continuando. Se ha realizado un peritaje del que han salido cosas muy significativas, pero quedan muchos años de trabajo.

En estos más de 40 años en Atapuerca, ¿han cambiado sus ideas con respecto a la evolución humana?

—Efectivamente. Y han cambiado bastante. Hemos hecho una serie de descubrimientos que han cambiado mucho nuestra visión social y evolutiva, por ejemplo, de los homínidos en Europa. Y también me han introducido en la forma de pensar. Antes yo creía que el pasado era fundamental para entender el presente y construir el futuro. Y ahora pienso que nuestra especie debe tener muy claro qué hacemos en el futuro para después poder probar qué habíamos hecho en el pasado. Son dos cuestiones fundamentales que me han influido en estos casi 45 años.

¿Qué más le ha aportado trabajar en este yacimiento?

—La contingencia de un medio natural: el clima y su funcionamiento en relación con los registros arqueológicos y paleontológicos. Clima, tecnología y civilización social son los tres pies que explican por qué el Homo sapiens, nosotros, somos aún una herramienta viva de las hojas que hacen funcionar este árbol o arbusto de la evolución. Atapuerca, con su millón y medio de años de registro evolutivo, es lo que me ha sedimentado esta capacidad para pensar sobre lo que es humano, sobre lo que debería ser el humanismo tecnológico y sobre cómo tendríamos que adaptarnos. Estos son los diez conceptos de especie que recojo en mi último libro, El porvenir de la humanidad.

¿Qué ha supuesto el hallazgo de ‘la cara del primer europeo’ al final de su carrera?

—Es fundamental para mí en el contexto en el que se produce. Es el más importante de mi carrera científica en el sentido más pleno, porque realmente una cara de los primeros europeos —la única en esta cronología, aunque las hay más antiguas— lo que nos indica es que sabemos muy poco de la variabilidad y la diversidad humana de hace más de un millón de años.

¿Y cuáles considera sus mayores descubrimientos de su vida?

—En mi carrera científica ha habido una serie de hitos importantísimos, como fue una nueva especie, el Homo antecessor, que encontramos en 1994. Otro gran trabajo fue cuando se sacaron los cráneos de la Sima en 1991. Y después ha habido muchos otros descubrimientos que también han estado muy ligados. Ha habido una serie de momentos estelares importantísimos.

¿Somos muy parecidos a los neandertales o hay muchas diferencias?

—Creo que somos como primos-hermanos. Ya se decía que eran Homo sapiens neanderthalensis y Homo sapiens sapiens. Prácticamente es una variedad y somos muy parecidos, aunque haya cierta variabilidad de tipo genético y morfológico a nivel de estructura. En el tiempo que convivimos, a nivel cultural y social, teníamos lenguaje los dos, podíamos acumular los muertos los dos y teníamos un tipo de organización muy parecida los dos. En realidad, es más una variabilidad que otra cosa.

¿Qué le parece que el Museo Británico quiera llamar a las momias personas momificadas?

—Me parece bien. Es un complemento que parte de la humanización de lo vivo y de lo muerto. Y del seguimiento de que forman parte de la misma estructura. En realidad, la vida y la muerte son consustanciales a la propia evolución de los seres vivos.

Tomada de 20 minutos

Foto de portada: Eudald Carbonell cree que a finales de este siglo seremos cuatro especies. Foto: Susana Santamaría/ Fundación Atapuerca.

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