FIEL DEL LENGUAJE

Fiel del lenguaje 56 / Escribir, hablar y cantar pensando

Con los verbos satisfacer y desandar suele incurrirse en errores que no se cometerían de tenerse debidamente en cuenta que ambos contienen en sí otros verbos, básicos: hacer y andar, con los cuales comparten los respectivos modelos de conjugación. Por ejemplo, hice e hicieron son conjugaciones correctas, como satisfice y satisficieron, y lo son anduve y anduviste, al igual que desanduve y desanduviste. Pero abundan las incorrecciones satisfací y satisfacieron, así como desandé y desandaste, y otras.

Caso contrario es el de cernir, que suele conjugarse como si no fuera el núcleo de otros verbos: discernir, concernir. Salvo acaso en lo que respecta al carácter defectivo del segundo de estos —que por norma solo se usa en infinitivo, gerundio, participio y tercera persona singular o plural—, parece generalizada la correcta conjugación de ambos: discierno y conciernen son dos ejemplos. Pero con cernir se cometen errores.

Formas correctas son “Juanita y Chanchán ciernen arena” y “Dos sabios disciernen sobre graves asuntos que conciernen a la humanidad”, no cirnen, y tampoco discirnen ni concirnen. Pero errores como cirno y cirnes pululan. De paso, el columnista ha detectado que no todas las personas en Cuba saben qué es un jibe, desconocimiento por el que no se ha de responsabilizar al pícaro doble sentido —nada que ver con la exitosa grosería contemporánea— de Compay Segundo: “Como [Juanita] sacudía el jibe, a Chanchán le daba pena”.

En Cuba se llama jibe a la criba —de distintas características— usada para cernir harina de maíz y otros productos alimenticios, así como arena y otros materiales empleados en la construcción. La palabra jibe tiene sabor aborigen, y tal es su origen, según el autorizado Esteban Pichardo en su Diccionario provincial casi razonado de vozes [sic] y frases cubanas. Por cierto, entre las recuperaciones buscadas en el país debería incluirse el precioso tejido artesanal de jibes con fibra de yarey.

Alguien que sigue atentamente la columna le ha hecho saber al autor su preocupación por el anuncio que —dice— un representante del humorismo dio a bombo y platillo, y muy seriamente, por televisión. Según el anuncio, se estaban organizando “dos sendos eventos” humorísticos. Ya “Fiel del lenguaje” ha tratado la significación y el uso de sendos, pero lleva razón quien estime necesario insistir en el tema.

Llegue o no llegue a saberse de dónde salió la confusión por la cual hay quienes consideran que sendos equivale a grandes o descomunales, el error se percibe extendido y arraigado. Nada humorístico. Sendos es un adjetivo que, por contenido y función, se usa en plural: atañe a cosas —o lo que sea— que se distribuyen parejamente.

Ejemplos: “Pasaron tres sospechosos con sendos machetes”, “Actuaron dos amaestradores con sendos leones”, “Los comensales disfrutaron sendos trozos de faisán”, “En las ceremonias intervinieron sendas parejas de locutores”. Cada sospechoso portaba un machete, cada amaestrador actuó con un león, cada comensal se comió un trozo de faisán y en cada jornada intervino una pareja de locutores. Si hubiera sido un solo locutor diferente por jornada, se diría “sendos locutores”. Nada tiene que ver sendos con el tamaño ni la relevancia de los machetes, los leones, los trozos de faisán o los locutores, o las parejas de estos.

El empleo del singular sendo proviene de la confusión mencionada, por la cual es posible que erróneamente se diga: “Habló un humorista y cometió sendo dislate”. En ese caso no solo se habrá equivocado el humorista, sino también quien ha formulado la enunciación. Valdría, pues, decir: “Humorista y crítico incurrieron en sendos errores”.

Salvo tal vez en usos figurados o de otra índole, el sustantivo senda —equivalente a vía, camino y otros nombres— no tiene masculino, sí plural, sendas, que lo es también del adjetivo sendos. Si senda tuviera masculino, valdría desear que, con ese sentido, el uso del lenguaje en general, y particularmente en los medios informativos, hallara todas las sendas y todos los sendos posibles, todos los caminos, hacia la corrección.

Un recurso que suele ser mal empleado es el gerundio. No intentará la columna agotar el asunto, ni resolver problemas que —como el relativo a las preposiciones— reclaman cursos, y no precisamente de superación, sino básicos. Apenas roza normas elementales, como la del uso del gerundio simple en acciones simultáneas: “Trabaja disfrutando lo que hace”, “Se ducha cantando”, “Sufre viendo y oyendo errores”.

El gerundio compuesto —construido con el gerundio del verbo auxiliar haber y el participio pasivo del verbo principal: habiendo trabajado, por ejemplo— identifica una acción que precede a otra: “Habiendo terminado la tarea, se retiró”, “Habiendo jurado no volver, cumplió su palabra”. Quizás resulte más fácil apreciar cómo usar bien el compuesto que el simple, que en eso no parece hacer honor a su nombre. Se oyen y se leen enunciados como “Se trazó un buen plan de trabajo logrando alta productividad”, cuando debe decirse: “Se trazó un buen plan de trabajo y se logró alta productividad”.

El uso erróneo del gerundio ha tenido monumentos. Uno se debe al panameño Carlos Eleta Almarán, quizás no recordado como hombre de empresa y agente de boxeo, sino por su bolero Historia de un amor. Difícilmente alguien le reproche la incorrección con que habla de ese amor: “le dio luz a mi vida apagándola después”. Sería fácil subsanarla diciendo: “le dio luz a mi vida y la apagó después”, pero entre lo pegajoso de la melodía y del texto, la fuerza de la costumbre y acaso la confusión que al oído podría darse entre “me la apagó” y “me la pagó” —en español las palabras se enlazan al pronunciarlas: de ahí la sinalefa en la versificación—, parece natural mantener lo escrito por el bolerista.

Eleta Almarán se ganó ese derecho, calzado por el éxito con que inmortalizó un amor y abonó la sentimentalidad, no solamente la de nuestra América. ¡Quién sabe cuánto han influido el bolero y el tango en el aumento demográfico del mundo, las parejas que se habrán enamorado con esos géneros musicales! Pero un comunicador profesional, si lo es, tiene su propia responsabilidad, y debe cumplirla.

Tampoco se ha de renunciar al uso de gerundios por temor a cometer errores, ni declararles la guerra, como parece que a veces sucede. Se cuenta que el pendenciero y maravilloso Ramón del Valle Inclán, necesitado de una transfusión, rechazó la sangre que le ofrecía alguien a quien se refirió con desprecio: “¡Ese hombre tiene la sangre llena de gerundios!” El gerundio también merece sonatas en todas las estaciones.

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Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

2 thoughts on “Fiel del lenguaje 56 / Escribir, hablar y cantar pensando

  1. Muy buena entrega del autor, una vez más. Somos muchos los “fieles” que seguimos cada edición. Se agradece mucho la enseñanza para escribir y expresarnos mejor. !Enhorabuena!

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